(Por Marcelo Birmajer*).- Lo único peor que la violencia, es someterse a la violencia. Irán ha sido, según la justicia argentina, el único país que ha atentado contra nuestro suelo continental en nuestros 200 años de existencia como nación. La invasión iraní a suelo argentino ha sido más grave que la del Japón contra la base naval americana de Pearl Harbor, porque mientras que aquella fue una explicita declaración de guerra contra un objetivo exclusivamente militar, en el contexto de una guerra mundial; el artero ataque contra la Amia se trató de un acto traicionero de terrorismo internacional que, sin decir su nombre, pretende no sólo dar el golpe mortal y decisivo, sino sustraerse de las consecuencias. No se puede imaginar mayor cobardía y maldad. Las evidencias irrebatibles presentadas por el fiscal Nisman prueban la participación y el protagonismo en el atentado de los por entonces funcionarios de la República islámica de Irán, y la urdimbre intelectual del mismo en esa mismo país; y permiten interpretar que se trata de una lucha entre sistemas: la teocracia iraní, con su voluntad ciega de aniquilar a los judíos e imponer la ley del más fuerte, en una rebelión contra los propios diez mandamientos; contra la democracia argentina, con su declaración de igualdad entre todos los credos y sexos, bajo una misma ciudadanía, inspirada en no matar, no robar y no mentir.
El diálogo podría haber existido antes de que pongan la bomba, o después de entregar a los sospechosos. No ahora. En este punto, si la Argentina acepta otra alternativa que no sea la entrega de los sospechosos, no estamos dialogando, nos estamos sometiendo. Es el diálogo del golpeado que no puede defenderse, con su golpeador: como no puede defenderse, lo justifica. Como no puede impedir la injusticia, la consiente y adorna. No estamos evitando la violencia al condonarla: estamos invitando a que vuelva a suceder.
La Argentina sufrió en 1994 el peor atetando internacional de su historia. El fiscal Nisman y el juez Canicoba Corral habían encontrado un camino que nos permitía enfrentar esta invasión sin caer en la guerra: la justicia argentina, en alianza con la justicia internacional. Desoir esa lúcida estrategia nos derrapa por un camino de infamia y una espiral de violencia imprevisible. En tal sentido, la declaración conjunta de Amia-Daia al respecto ha sido sabia, precisa y oportuna.
* Asesor Cultura de la Sociedad Hebraica Argentina
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