El vocero del Comité Olímpico Internacional (COI), Emmanuelle Moreau, advirtió en un comunicado que “si un atleta/equipo es incapaz de ir a los Juegos con espíritu de amistad y juego limpio”, y en cambio, no tiene la intención de competir contra sus pares israelíes, “entonces debería quedarse en casa” porque “por ningún motivo puede haber discriminación entre los participantes”.
“El negarse a participar de un evento olímpico debido a la religión o nacionalidad de un atleta/equipo colega no sólo sería una conducta antideportiva, sino también una grave violación del Código de Ética del COI, los principios de la Carta Olímpica y el Juramento de los Atletas”, agregó.
La exhortación se produjo después de que el presidente del Comité Olímpico Argelino, Rachid Hanifi, anticipara que su equipo podría negarse a competir contra atletas israelíes en Londres, ya que una política de Estado les prohíbe hacerlo.
Por ello, el mes pasado, el palista Nasreddine Baghdadi debió renunciar a una prueba de la Copa Mundial que debía compartir con el israelí Roi Yellin.
“Existe la obligación de preguntarle a nuestro gobierno si debemos enfrentar a Israel en deportes” porque “nuestros atletas representan a todo el país y no sólo nuestro comité olímpico”, explicó Hanifi.
Los deportistas israelíes ya saben que serán boicoteados por colegas árabes de determinados países, especialmente de Irán, tal como ocurrió en los Juegos Olímpicos de 2004 y 2008.
En Beijing, Mohammad Alirezaei se negó a competir al lado del nadador Tom Beeri en una serie de los 100 metros pecho, y cuatro años antes, el campeón mundial de judo, Arash Miresmaeli, fingió una lesión para evitar cruzarse con Ehud Vaks en la categoría -66 kilogramos, por lo cual fue recompensado con los 125.000 dólares que Irán les entregó a los campeones olímpicos en Atenas.
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