En su país, Ilan Ramon era un héroe de la guerra de Iom Kippur (1973), donde se desempeñó como piloto de la fuerza aérea israelí. También participó en la guerra del Líbano de 1982 y en 1981 estuvo a bordo de un F-16 en el bombardeo del reactor iraquí de Osirak. Su padre, Eliezer Wolferman, es un sobreviviente del Holocausto nazi.
En el espacio, Ramon recitó el «kiddush» (oración para bendecir el vino) el viernes por la noche; pronunció el credo de Israel cuando el Columbia sobrevoló Jerusalén, e insistió en comer sólo «kosher» (comida elaborada según el ritual judío) en el espacio. Como judío, también pidió poder respetar a bordo del Columbia los rituales del shabat, si las condiciones de trabajo se lo permitían.
Ramon también llevaba con él retazos de la historia de su pueblo: un dibujo de la Tierra vista desde la Luna pintada por un niño en el campo de concentración nazi de Teresienstadt, un rollo de la Torá del campo de Bergen Belsen, la Biblia en microfilm, la bandera israelí y la copa de kiddush.
Hace cuatro años, Ramon había llegado a Houston con su esposa y sus cuatro hijos. Se había convertido en una de las figuras de esta misión: había completado con éxito más de 80 experimentos en órbita.
«Murió en el lugar que más amaba», dijo el sábado Rona Ramon, la esposa del astronauta, en sus primeras declaraciones a la prensa israelí.
La muerte de Ramón va más allá de su propia desaparición. Todo habla de un duro golpe para el pueblo judío: fue un avezado piloto de las fuerzas israelíes, hijo de un sobreviviemte de Auschwitz; en la tripulación del Columbia representaba la unión de las culturas y el estrecho vínculo entre Estados Unidos y la nación judía, y murió cuando el transbordor se estrelló sobre una localidad llamada Palestina, igual que el país con el que Israel mantiene un sangriento e histórico enfrentamiento.
Fte Clarin