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Aún genera en muchos israelíes desconfianza hacia todo lo germano.

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Las relaciones entre Israel y Alemania han estado marcadas desde siempre por la huella del Holocausto, que aún genera en muchos israelíes desconfianza hacia todo lo germano.


Superar ese recelo ha sido el objetivo de la visita que la canciller alemana, Angela Merkel, concluye hoy a Israel, donde durante tres días ha tratado de escribir mano a mano con su colega israelí, Ehud Olmert, el inicio de lo que ambos llaman un ‘nuevo capítulo’ en las relaciones bilaterales.

El viaje, en el que Merkel ha prometido que no olvidará la ‘responsabilidad histórica’ de su país en la Shoah (Holocausto) y que concluirá con el primer discurso que un jefe de Gobierno extranjero pronunciará en el Parlamento Israelí, ha estado jalonado de gestos que refleja esa común voluntad.

Olmert y Merkel han apuntalado la nueva etapa que inician sus respectivos estados con una serie de acuerdos bilaterales en distintos campos y con ceremonias simbólicas como el tributo que la canciller rindió, nada más llegar, al fundador de Israel, David Ben Gurión; o el homenaje del Gobierno alemán en el Museo del Holocausto de Jerusalén a los seis millones de judíos asesinados por los nazis.

También celebraron los dos gobiernos una histórica sesión conjunta, cuyo broche de oro será el discurso de la premier alemana en la Kneset (Parlamento Israelí).

La intención de las dos partes ha sido reforzar los lazos bilaterales en coincidencia con el sexagésimo aniversario este año de la creación de Israel y que éste se convierta en el trampolín de un vínculo con proyección de futuro.

‘Israel no olvida la historia de Alemania pero no desaprovechará tampoco la oportunidad y la obligación de (aspirar a) un futuro mejor’, declaró el jefe del gobierno israelí al tender ayer una nueva mano a la canciller germana.

Durante toda su visita, Merkel hizo gala de una sensibilidad extraordinaria, consciente de los resquemores que sus palabras, o su sola presencia, despiertan aún en Israel, donde viven unos 250.000 supervivientes del Holocausto y sus descendientes, muchos de los cuales aún sufren un trauma que ha traspasado las generaciones.

Y es que, a pesar de los 63 años transcurrido desde la peor barbarie de la historia -la planificación del genocidio de todo un pueblo-, en Israel cualquier cosa relacionada con Alemania sigue arrastrando un destello de aquel oscuro período.

Hace sólo seis meses, varios ministros israelíes rechazaron los coches oficiales que les destinaba la Administración Pública porque eran de fabricación alemana y exigieron que se les devolviera los habituales Volvos suecos.

El boicot a productos fabricados en Alemania era común en los primeros años de vida de Israel, pero con el tiempo los crecientes lazos comerciales lo han convertido en imperceptible.

Israel y Alemania establecieron relaciones diplomáticas en 1965, cuando Bonn terminó de pagar los dos tercios que le correspondían del Acuerdo de Compensaciones por el Holocausto, en total unos 3.000 millones de marcos de la época.

El otro tercio correspondió a Alemania Oriental, pero lo acabó pagando también Bonn en 1991 con la reunificación, para la que había pedido la ‘bendición’ de Israel.

En su día, el acuerdo de compensaciones causó una terrible tormenta política y social, ya que una parte de la población israelí vio la decisión de Ben Gurión de aceptar el dinero alemán como un ‘soborno de los verdugos’.

Estudios posteriores aseveran que, sin ese dinero, el entonces recién nacido Estado judío no hubiera podido desarrollarse y dar cobijo a los supervivientes de la Shoah y refugiados procedentes de varios países árabes, más de un millón de personas en total.

No fue esa la única ayuda de Alemania a Israel o a grupos e instituciones del pueblo judío.

Desde hace décadas, miles de millones de los antiguos marcos han fluido para proyectos sociales, de desarrollo e incluso militares, como los tres submarinos Dolphin regalados a la Marina israelí en la década de los noventa.

También en el campo diplomático el apoyo de Alemania ha sido casi absoluto, hasta el punto de que algunos políticos de la Unión Europea (UE) se han quejado abiertamente de que la diplomacia alemana hacia Oriente Medio está condicionada por su responsabilidad en el Holocausto.

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