Itongadol.- Los servicios de inteligencia de Israel y Estados Unidos estiman que, a pesar de sus desmentidas, Irán está detrás de la seguidilla de incidentes registrados en los últimos días cerca del Estrecho de Ormuz y, por supuesto, de los ataques contra instalaciones petroleras de Riad.
Todo ello refleja mensajes bastante claros que no necesitan firma para conocer su autor: Irán amenaza con poner en jaque el transporte internacional de crudo y, con ello la estabilidad de sus precios a nivel mundial, y ataca a su máximo enemigo, el reino saudita. Esa es su manera de mostrar hasta dónde llega su poder para afectar la economía mundial y hasta qué punto su propia economía se ve afectada por las sanciones que le ha impuesto Donald Trump.
El mensaje también lleva incluida algunas amenazas: “Si Irán no puede exportar petróleo, ningún otro país de la región lo hará”, dicen los ayatolás al provocar estos incidentes en forma medida y calculada. Porque, resulta evidente que, si la Guardia Revolucionaria así lo hubiera querido, en lugar de “sabotear” esas embarcaciones en aguas territoriales de Emiratos Árabes Unidos, las habría hundido. En lugar de atacar las estaciones sauditas de bombeo de crudo sin producir mayores daños y sin víctimas, podría haberlas destruido.
Hasta ahora, la República Islámica parece haber decidido no subir hasta tal punto la “apuesta” y se aferra a utilizar su compromiso con el acuerdo nuclear. El presidente Hasan Rouhani ya anunció que deja oficialmente de cumplir algunos de los compromisos asumidos en el acuerdo nuclear que firmó con las potencias en 2015, en base a la decisión tomada por su Consejo Supremo de Seguridad Nacional.
Teherán tampoco obtuvo el apoyo concreto y decidido que esperaba de Europa y sus amenazas y ultimátum no hicieron más que agravar las cosas. El ala dura, los conservadores en Irán, no necesitaban mucho más para demostrar que tenían razón cuando advertían que firmar un acuerdo con Occidente no era una buena idea, y ésta podría ser una buena oportunidad para arremeter contra el gobierno del “moderado” Rouhani y todos aquellos que impulsaron el acuerdo nuclear hace unos años.
Mientras tanto, el gobierno en Irán se enfrenta a una realidad interna sumamente delicada, y a la posibilidad cada vez más cierta de que el pueblo salga a las calles – ahogado por el aumento de los precios de los productos más básicos y la gravedad de la situación – y deba recurrir, una vez más, a la represión.
Por el momento, los funcionarios iraníes continúan con declaraciones diferentes y contradictorias. Y en Estados Unidos, los mensajes no son mucho más claros ni homogéneos. Ninguna de las partes quiere una guerra. Trump, por razones de política interna y sus promesas de campaña. El líder supremo de Irán, el Ayatollah Ali Khamenei, porque sabe que un enfrentamiento directo con Estados Unidos desencadenaría una guerra regional en la que sin duda alguna saldría perdiendo.
Todo indica que la situación está en manos de estos dos líderes absolutamente impredecibles, y nadie puede presagiar hacia dónde se dirige y cómo puede acabar.