Itongadol.- La Universidad de Tel Aviv desarrolla satélites para investigar el espacio, la agricultura y el medio ambiente desde hace casi un lustro. Colin Price, el director de Medio Ambiente de la facultad, recibió a la Agencia AJN en su oficina en la Universidad para conversar al respecto.
‘‘La función es investigar el ambiente alrededor del satélite, que no es muy simpático, y entender cómo defenderlos en un futuro. El ambiente es muy peligroso y se ve influido por el Sol, que tiene tormentas y partículas energéticas. Nuestro satélite mide la cantidad y energía de las partículas y la diferencia de temperatura entre el día y la noche. También verificamos de cara al futuro cómo reacciona un material determinado que se abre dentro del satélite’’, aseguró Colin Price.
En relación a la importancia de los satélites para la seguridad de Israel, Price expresó: ‘‘La industria espacial en Israel comenzó cuando devolvieron el Sinaí a Egipto, en el ’79. Por el acuerdo de paz, los aviones ya no podían ir al monte Sinaí para sacar fotos y de pronto, los sabios dijeron: ‘No se puede avión, vamos a usar satélite’, y construyeron uno. Querían ver si realmente hacían lo que habían firmado… Desde entonces, la mayoría de los satélites de Israel son para defensa y una parte pequeña va para la investigación científica. Son nuestros ojos en el cielo’’.
– ¿Cuándo comenzaron con el proyecto del Centro para Satélites y cómo lo financian?
– Hace algunos años comenzamos con un Centro para Satélites para que también aprendieran los estudiantes y recibimos algo de plata del presidente de la universidad y de la familia Porter. Como consecuencia de ello recibimos dinero del Gobierno para construir dos satélites. Comenzamos en 2017 y el dinero llegó hace dos años. Todo el mundo va en dirección de pequeños satélites llamados «nanosatélites» o «CubeSat», debido a que se construyen cubos. La unidad es de 10 x 10 x 10 (centímetros) y entonces es posible ensamblarlas. Toda la electrónica y la computadora están adentro, con paneles solares. Recibimos apoyo de la universidad para avanzar con la idea y traer gente para trabajar en ella. Luego le escribimos al Gobierno pidiendo si podía darnos dinero para construir satélites. Hasta entonces, todo lo espacial estaba dentro de la industria aeronáutica y sus ídolos, así que sumar a la universidad fue una suerte de revolución. Recibimos un contrato para trabajar durante dos años, con dinero para construir dos de esos. Trabajamos con el Centro Nuclear de Nájal Sorek, donde construyeron una parte. La idea inicial era controlar la influencia de las partículas que vienen del Sol sobre el campo magnético del planeta Tierra. Parte de ello era el costado educativo: estudiantes de Ingeniería y Ciencias Exactas trabajaron juntos para construir y controlar el satélite. Cuando un satélite va al espacio, el ambiente no es uniforme: muy frío, muy caliente, cuánta presión tiene el vacío que enfrentará allá… Así que lo verificamos en la Tierra antes de que llegue al espacio para ver que no explote o tenga problemas. Así que construimos en Ingeniería una habitación estéril, que está libre de contaminación, pero también se puede bajar la presión como en el vacío del espacio, para luego sacarlo y ver si todavía funciona. Y también hay muchos temblores cuando sube al espacio, por el cohete, así que tenemos un aparato acá donde ponemos el satélite para ver qué pasa… Una simulación… Después tuvimos que mandarlo a los Estados Unidos porque como son tan chicos, no se los manda solos al espacio, sino con otros artefactos. Lo lindo que tiene la fabricación de satélites es que tienen un estándar modular, o sea que todos tienen la misma forma y tamaño, y los mandan al espacio dentro de cajas, como valijas, de 3 x 1 ó 6 x 2, junto con toda la comida y las cosas que fueron para la Estación Espacial. Todo ese proceso tomó como un mes: llegó en enero, lo sacaron, lo pusieron en una caja específica y después de dos semanas, un astronauta japonés apretó el botón y salió al espacio… Funciona: está por ahí, circunvalando la Tierra…
– ¿Cuál es su función?
– La función es investigar el ambiente alrededor del satélite, que no es muy simpático, y entender cómo defenderlos en un futuro. El ambiente es muy peligroso y se ve influido por el Sol, que tiene tormentas y partículas energéticas. Nuestro satélite mide la cantidad y energía de las partículas y la diferencia de temperatura entre el día y la noche. También verificamos de cara al futuro cómo reacciona un material determinado que se abre dentro del satélite. Había cuatro experimentos con nuestro satélite: dos estaban vinculados con cómo actúan ciertos materiales en el espacio y los otros estaban relacionados con las partículas que impactan al satélite. Es más una investigación científica para estudiar el ambiente que rodea al satélite. No tiene una cámara, así que no fotografía la Tierra, pero la tendremos en el futuro satélite vinculado con el clima ambiental, para el cual ya nos pondremos a recaudar fondos. Queremos tomar medidas relacionadas con la agricultura, la flora, quizás al plástico… Hay que diseñar cada satélite para una misión determinada. El primero nuestro estuvo más relacionado con el espacio y los próximos estarán más vinculados con la agricultura y el medio ambiente.
El director Colin Price en su oficina en la Universidad de Tel Aviv.
– ¿Cuál fue la experiencia de los estudiantes?
– Los estudiantes formaron parte de los programas y su establecimiento, así que aprendieron mucho sobre el tema de los componentes y las aplicaciones. Hicimos grupos y cada uno trabajaba en algo diferente: la comunicación con el satélite, el calentamiento y enfriamiento para defenderlo, la estructura que se revisa en el laboratorio… Y juntos armaron el satélite con la ayuda de personas de la industria que eran sus mentores. Cuando los estudiantes terminan, se van a la industria, así que cada satélite tiene otros grupos que trabajan en él.
– ¿Esto es importante para Israel?
– Sí, es muy importante debido a que toda la industria espacial está obviamente relacionada con la de defensa y satélites como estos pueden construirse en cantidad, rápido y barato. Entonces, por ejemplo, si hay una misión del Estado de Israel en el espacio, en general lleva mucho tiempo y plata construir un satélite y si llega a haber algún tipo de falla como hubo en el lanzamiento del Ofek, que explotó… Entonces estuvieron puestos todos los huevos en un solo lugar… Así, pueden hacerse muchos de ellos y fotografiar muchos lugares diferentes. Es más barato y rápido: uno de estos puede construirse y lanzarse en un año o año medio. Si hay diez de esos en el espacio y uno se muere, todavía quedan nueve y hay una suerte de correspondencia… Por eso, no van a hacer exactamente lo mismo que los satélites grandes, pero hoy pasó a ser preferible que haya muchos chicos que hagan una sola misión antes que uno grande.
– También pueden tener un uso militar…
– La industria espacial en Israel comenzó cuando devolvieron el Sinaí a Egipto, en el ’79. Por el acuerdo de paz, los aviones ya no podían ir al monte Sinaí para sacar fotos y de pronto, los sabios dijeron: «No se puede avión, vamos a usar satélite» y construyeron uno. Querían ver si realmente hacían lo que habían firmado… Desde entonces, la mayoría de los satélites de Israel son para defensa y una parte pequeña va para la investigación científica. Son nuestros ojos en el cielo… Los queremos como una herramienta para recopilar datos y que los estudiantes puedan usarlos para sus tesis de posgrado o doctorado.