Itongadol.- El presidente KKL México, Andrés Slovik, mantuvo una entrevista con ItonGadol en el marco de la misión de solidaridad que encabeza en Israel, donde visitaron proyectos promovidos por la organización para ayudar a las comunidades afectadas por el ataque de Hamás.
“Hay una unión muy grande en nuestro pueblo hoy en día. Todos los sectores entienden, y también por el antisemitismo que se ha visto, que si no nos cuidamos nosotros, nadie más nos va a cuidar”, destacó.
-Hubo un grupo de jóvenes israelíes que fueron invitados a México después de la masacre de Hamás. ¿Cómo fue esa experiencia?
-El 7 de octubre, nosotros nos levantamos en México varias horas después, pero inmediatamente lanzamos nuestra campaña de emergencia para recaudar los fondos, sin saber para qué iban a ser. Sabíamos que la gente iba a participar. Hubo una respuesta fenomenal de parte de la comunidad judía mexicana y también, quiero decirlo, muchos no judíos donaron. Pero había una sensación de que no era suficiente. Todos los días hacíamos envíos de dinero, transferencias a Israel, pero decíamos “algo nos falta, tenemos que hacer algo más”. Unos días después, una amiga mía de la preparatoria que vivía en kibutz nos contó que estaba bien, pero que los habían evacuado, junto a muchos niños de la zona y familias civiles. El jueves siguiente al inicio de la guerra, hablé con el director del Colegio ORT de México y le dije que había una oportunidad de hacer algo. Le volví a hablar a mi amiga y le dije “Queremos sacar a los niños de esa terrible realidad, queremos llevarlos a México, vamos a conseguirles familias. Nosotros vamos a pagar todo, los papás no tienen que hacer nada”. Lo empezamos a organizar en México, hicimos una invitación formal. Ella lo difundió en los grupos de los kibutzum de la zona. Y de repente teníamos una lista de espera. Habíamos dicho que íbamos a recibir originalmente a 15 niños, debido a que habían vivido algo muy traumático y queríamos contenerlos y cuidarlos bien. Al final fuimos creciendo y llegamos a 25 niños. Más de 50 familias ofrecieron su casa. Hubo casas que recibieran a dos niños, porque eran hermanos. Eran chicos desde 12 años hasta 17. Llegaron a mediados de noviembre a México.
La idea era que tuvieran maestros israelíes que les dieran clases, buscando la mayor normalidad posible. Tenían sus clases en el colegio y además los juntaban con los niños de su edad. Les conseguimos también una psicóloga israelí. Los teníamos bastante contenidos.
-¿Qué pasó ahí con la familia del KKL para poder llevar a cabo esto? ¿Dónde estuvo el secreto?
-Era la impotencia de no encontrar nada más qué hacer. Ojalá hubiéramos podido traer 100, 500 y 1000. Lo lanzamos y antes de avisar a Israel ya lo habíamos organizado. Por supuesto Israel nos apoyó completamente. El mayor mérito es del colegio. Ellos se encargaron de todo lo académico, de conseguir a las familias, de organizar todo. Nosotros pagamos los gastos, nada más.
-¿Cómo fue la despedida de estos chicos cuando salieron de México?
-Les fue costando, se fueron abriendo poco a poco. El rabino de la comunidad ashkenazi los invitó a su casa a todos los que quisieron ir a pasar un Shabat, a pesar que no son niños religiosos, muchos acudieron. Y estaban felices y los ayudó.
-¿Cuán importante fue que la comisión directiva del KKL tuviera tres años de experiencia para poder enfrentar esto de la manera más madura posible?
-Hay un ejemplo concreto que muestra que sirve la experiencia y lo compartimos después con las demás oficinas de Latinoamérica. Esta situación es mucho más grave, es una verdadera guerra, pero no es la primera crisis que hubo durante mi gestión. Nosotros decidimos que ya íbamos a tener listo siempre el esqueleto de una campaña de emergencia para poderla mandar inmediatamente. Esa es una de las experiencias que nos ayudó a hacer los primeros creo que en toda América Latina en empezar a trabajar para este fin. Los profesionales son los verdaderos genios. Nosotros los voluntarios estamos un par de años. La oficina en México es la más profesional que he visto en mi vida y ellos son los que deben llevarse todas las palmas. Las comisiones cambian, pero si las oficinas trabajan bien, nos ayudan a los voluntarios a poder apoyarlos más fácil.
-¿Cómo fue la campaña, cómo reaccionó la gente y cómo ven el futuro respecto a lo que va a continuar ahora después del gran shock?
-De entrada, por la crisis, había un cierto sector que no estaba muy contento de donar a Israel. Sin embargo, habíamos tenido buenos años. Habíamos superado el año anterior en donaciones recibidas y enviadas a Israel. Éramos una oficina relativamente exitosa en ese sentido, en la parte de Educación, con presencia en todos los colegios. Tenemos programas hechos en México que hemos exportado a otros lugares. Pero hay una unión muy grande en nuestro pueblo hoy en día. Todos los sectores entienden, y también por el antisemitismo que se ha visto, que si no nos cuidamos nosotros, nadie más nos va a cuidar. Eso es una realidad y hay que aprovecharla para construir, construir nuestro pueblo, nuestras instituciones y nuestro Estado. Hoy en día hay una relación mucho más grande con Israel. Creo que esto va a aumentar más el sionismo.
-¿Han podido ver parte de lo donado, los proyectos en los cuales la gente ha participado?
-Estuvimos en Sderot en el Centro de Resiliencia, estuvimos en Ofakim, en el Centro de Excelencia tenemos salones donados por México. De hecho, algunos donantes vinieron en la misión de solidaridad. También vimos refugios que hemos donado nosotros. Yo me he encargado de ver y ser testigo de que los donativos llegan todos. Una de las personas que donó cumplía 80 años y vino a trabajar en los campos, cortando toronjas o preparando cajas de comida para soldados. Y de repente vio la placa de lo que él donó hace unos meses ya puesta, fue una gran emoción, ver que lo que ellos hicieron está sirviendo en esta misma guerra, vale mucho la pena.
-¿Cómo fue la relación con la oficina de Latinoamérica en Israel en este tiempo?
-Fenomenal. Nili, Gioia y Ariel han estado dispuestos a ayudarnos a lo que queramos siempre. En cualquier mensaje de Whatsapp, cualquier llamada, cualquier idea que tenemos la podemos hablar con ellos. Todo lo que pedimos ellos lo hacen realidad. Esta misión de solidaridad la pedimos nosotros, dijimos queremos que lo hagan realidad, y aquí estamos.
-¿Cómo funcionó este equipo de Comisión Directiva en un momento tan delicado como el que pasaron?
-Por supuesto desde el principio todos atentos, presentes, dispuestos a hacer lo que sea necesario. Tenemos gente de edad intermedia hasta los 60, que están en la Comisión. Siempre todos dispuestos a lo que se les pida, aunque tengan un un rol específico, están dispuestos a modificar su rol, si es necesario para lograr un objetivo. En eventos de recaudación, en eventos de Hasbará o en lo que sea necesario.
-¿Va a cambiar la sensación que había de que Israel no necesita tanto, el donante va a cambiar su actitud y entendió que hace falta un cambio tal vez en este momento a futuro?
-Lo que nosotros tratamos siempre de decirle a los donantes es de que, no solamente es por la necesidad económica. KKL y cualquier otra institución sionista que participa aquí es parte de la construcción del país. Nosotros somos el vehículo para que ellos sean parte de la construcción del país. Somos un puente. Si bien Israel es un país exitoso afortunadamente, una persona en México, sin importar si puede donar un dólar o un billón de dólares, puede ser parte de la creación, de la construcción, del desarrollo, en Israel, eso no tiene precio. Eso hoy en día lo entiende toda la gente.
-Yo creía que KKL era una organización nacional israelí, y me corrigieron: es una organización nacional del pueblo judío.
-Correcto. Es el Fondo Nacional Judío. Fue creado antes del Estado de Israel y pertenece al pueblo judío. A todos los que puedan leer, apoyen, estén presentes, no tiene que ser a través del dinero. Que la gente de aquí sepa que estamos atrás, estamos con ellos, vale más que todo el dinero.