Itongadol.- El Keren Kayemet LeIsrael, una institución fundacional del Estado de Israel, con una fuerte presencia en Latinoamérica, cumple 120 años. En la Argentina, la organización tiene un rol fundamental y un gran compromiso con la educación judía. En ese contexto, ItonGadol entrevistó a su presidente, Hernán Hilu, un joven dirigente que cumple dos años en el cargo y que va a continuar un año más.
Una de las particularidades de su gestión es el equipo profesional que logró armar. Esto se pudo ver en el reciente evento celebrado la semana pasada en Palermo, primera actividad de la comunidad judía al aire libre en el marco de la pandemia, donde se plantaron 12 árboles para celebrar el 120° aniversario de la institución.
En una charla distendida, Hilu destacó los desafíos que se propone la comisión directiva actual para 2021: “Seguiremos profundizando para afianzar nuestra presencia digital y además compartir conocimiento, que es un activo que tiene KKL en Israel muy valioso”.
-¿Cuáles fueron los proyectos de estos dos años que pasaron?
-Tengo el gran privilegio de que me acompañe en la Comisión Directiva un grupo de apasionados por lo que hacen y creativos en cada área de trabajo. Emociona saber que estoy respaldado por ellos y lo mismo con el staff de la oficina. Los resultados son gracias a ellos especialmente. Comenzamos digitalizando todo KKL, pero desde comprender que debíamos tener cultura digital. No solo ser una página en Internet, algunos mails que salen. El desafío principal era ser digitales y lo logramos. Analizamos los primeros 12 meses con todos los datos que estaban en Internet para saber dónde estábamos y qué faltaba. Entrevistamos a líderes comunitarios, políticos en Argentina y otros países para saber cómo veían ellos a KKL. Recabamos mucha información y la trabajamos para usarla a favor nuestro y lo estamos logrando, hemos modernizado KKL y lo trajimos al presente rápidamente.
Todo lo que es no digital lo seguimos produciendo con calidad alineado a la estética que cambiamos de KKL Argentina a lo largo de 24 meses. El Lilaj fue un éxito absoluto y este año también lo tuvimos por streaming con gran éxito. Durante este año inauguramos la nueva oficina en el barrio de Palermo, creamos una nueva web con sistema digital de árbol para cuando quieras plantar en Israel.
Hemos generado nueva imagen en redes, realizamos una función de Ecocuentos vía streaming para 1900 chicos de la Red Escolar judía de Argentina y AMLAT.
También realizamos el primer congreso de educadores, donde la idea es que todos los morim de la red conozcan Israel en los próximos 10 años. Puntualmente en el área de educación creamos talleres de huerta.
Por último en nuestra área de cooperación internacional trajimos dos especialistas en medio ambiente desde Israel que capacitaron dentro de un seminario de agua y forestación junto con la embajada y el ministerio de medio ambiente. Finalmente, hicimos un aporte significativo para que las escuelas de la red sigan funcionando.

De izquierda a derecha: Ariel Goldgewicht, director Dpto. Latinoamericano de KKL Israel; Hernán Hilu y Hernán Felman, vicepresidente de KKL Israel
-¿Cómo es la presencia del KKL en el interior?
-En estos dos años fuimos más lejos. Tenemos representantes en varias provincias en las que antes no teníamos presencia. El año pasado armamos una gira con el Board de Israel por 4 provincias del norte (la Rioja, Catamarca, Tucumán y Córdoba) y con buenos resultados. Es increíble cómo la comunidad es de distintas maneras en cada sector del país. Es cautivante trabajar en comunidades que no llegan a 50 personas y que necesitan mucho liderazgo y canales de conexión de y con todos para que no quedar perdidos. Este trabajo de sostener a las comunidades lejanas y pequeñas me fascina, es un viaje con mucha historia.
-¿Qué tiene en mente para 2021?
-Con todo lo que mencioné, seguir profundizando para afianzar nuestra presencia digital y además compartir conocimiento, que es un activo que tiene KKL en Israel muy valioso. Me gusta pensar a KKL como la primera startup judía y quizás la más antigua. Entonces nos interesa compartirlo, estamos muy cerca de cumplir 120 años y es una manera de honrar el trabajo y el conocimiento.
Relacionado a esto, en marzo próximo, vamos a inaugurar una obra para los Quilmes, una etnia de origen calchaquí al oeste de la provincia de Tucumán. Vamos a resolver el acceso al agua tanto para riego como para alimentos. Finalmente ellos van a poder, a través del acceso al agua, cultivar alimentos en una zona muy árida. Un hermoso proyecto social.
-Dos años al frente de KKL, ¿cómo podría describir su experiencia en la organización?
-Aprendizaje, mucho aprendizaje. Desde distintos ángulos. Al principio tuve que pagar, si es que a alguien le debía (risas), el derecho de piso de ser un líder comunitario sin experiencia, en terrenos que no conocía y descubrir en tiempo real soluciones a diferentes problemáticas de la comunidad judía argentina o alternativas a respuestas que la Fundación traía preestablecidas. Aparentemente, la vida comunitaria maneja mucho la política como herramienta para sobrevivir y eso a mí no me atrae, porque me gusta la parte ejecutiva, crear y diseñar ideas para cambiar la realidad. La política usa otros sentidos que yo no los tengo.
-¿Cómo fue su mirada inicial sobre la comunidad y cómo es ahora?
– La primera mirada fue con mucha ingenuidad, creí que me esperaba una comunidad muy unida y con objetivos y visiones parecidas o por lo menos discutibles. Pero fue todo lo contrario. Siento que estamos creando nuestras propias debilidades.
La comunidad es heterogénea, en términos generacionales, de género incluso. Nos falta mucha más representación en la dirigencia de jóvenes, mujeres y representación del interior del país, por ejemplo.
-¿Qué piensa que le falta aprender?
-Sobre el aprendizaje o la forma de que nos enseñaron tengo muchas preguntas y dudas. No estoy seguro que la manera y forma que nos transmiten conocimientos y de la cual aprendemos sea suficiente como para adquirir sabiduría, emociones o incluso como dije, no sabemos ayudar porque nadie nos enseñó el valor de ser solidarios. No creo que el sistema esté armado como para ayudarnos a pensar, decidir, ser creativos: está un poco más orientado a ir en automático. Y sobre qué me falta aprender: simplemente, desaprender parte de los que me enseñaron para dar lugar a lo nuevo.