El embajador de Israel en el Vaticano, Mordechai Lewy (en la foto, con el papa Benedicto XVI), aseguró que ambos países tienen “una historia en común, pero escrita con sangre”.
“El cristianismo es fruto del judaísmo, pero creó una religión propia, y con el fin de definirse, en primer lugar debió hacerlo con el judaísmo”, agregó.
Lewy, quien nació el día de la independencia israelí, aclaró que “en ningún momento de su historia la Iglesia trató de exterminar a los judíos, aunque hubo períodos en que al judaísmo se le confirió un estatus inferior”, y si bien “turbas y otros elementos buscaron sacar una ventaja personal incitando contra los judíos, la Iglesia acostumbró ofrecerles refugio a quienes padecían una persecución”.
El ex embajador en Tailandia destacó que el Concilio Vaticano II, celebrado en Roma de 1962 a 1965, “anunció la reconciliación entre judíos y católicos”, aunque “no puede haber duda alguna de que el trasfondo de esa decisión fue el Holocausto”.
Israel y el Vaticano establecieron relaciones diplomáticas recién en 1993, las cuales tienen dos componentes principales: uno político y diplomático y otro religioso y espiritual, pero “el Vaticano no suele intervenir en asuntos de actualidad, a pesar de que tiene opiniones al respecto”, puntualizó Lewy.
“Es una relación basada principalmente en los vínculos espirituales, educativos y culturales”, finalizó el embajador.
Hace seis meses y a través del Keren Kayemet, Israel trasplantó un olivo de una colina cercana a Nazaret al jardín del Papa, lo cual constituyó uno de los puntos más altos de la especial relación entre ambos Estados.
Lewy, quien dejará su cargo en julio, después de cinco años, interpretó que “estos gestos simbólicos representan la reconciliación entre el cristianismo y el judaísmo”.
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