Itongadol/AJN [Por Lic. Claudio Gustavo Goldman].- En declaraciones a un diario digital de Río Gallegos, donde cumple reclusión perpetua con salidas laborales, aseguró hoy, miércoles, que “le decía a todo que sí” y que fue “víctima de la desesperación, de la coacción”, cuestionó que “a los jueces les faltaron huevos para condenarlos” y reveló más irregularidades en la pesquisa.
Ramón Emilio Solari es un múltiple asesino, secuestrador, torturador y “pirata del asfalto” que fue condenado a reclusión perpetua, la cual actualmente purga en la Unidad Nº 15 del Servicio Penitenciario Federal, la Cárcel de Río Gallegos, aunque por su buena conducta fue beneficiado por salidas laborales, que cumple en un local propio de venta de ropa, en la capital santacruceña.
Autor de la “Masacre de Benavídez”, fue hallado culpable por la Justicia Federal de San Martín, Provincia de Buenos Aires, de triple homicidio doblemente agravado criminis causa, homicidio simple, y con alevosía en grado de tentativa, y robo calificado por uso de armas y calamitoso, y en octubre de 1994, tres meses después del atentado a la AMIA, fue trasladado a la Brigada de Investigaciones XVI de Vicente López, parte de cuyo personal fue acusado de extorsionar y torturar a Hugo Pérez, amigo del último poseedor conocido de la camioneta-bomba Trafic, Carlos Telleldín, a quien también habían querido coaccionar y que a cambio de la libertad de su “mano derecha” entregó un barco, “Gonzalo”, el 15 de julio de ese año, tres días antes del ataque terrorista y la última vez que se vio a ese rodado antes de la explosión.
En enero del año siguiente, Solari le envió una carta desde la celda al entonces embajador de Israel en la Argentina, Itzjak Avirán, en la cual se adjudicaba participación en el atentado y aseguraba tener mucha información al respecto; la misiva le llegó al luego destituido juez Juan José Galeano, quien le tomó declaración.
Tiempo después, el preso cambió su versión y denunció haber sido preparado por policías bonaerenses para desviar la investigación y este hecho fue uno de los elementos que el ex magistrado, la Fiscalía y las querellas utilizaron para acusar como partícipes necesarios del ataque a Juan José Ribelli, el fallecido Raúl Ibarra, Anastasio Leal y Mario Bareiro, quienes fueron detenidos el 12 de julio de 1996 y liberados en 2004, tras haber sido sobreseídos por el Tribunal Oral Federal Nº 3 [TOF3], que decretó la nulidad parcial de la causa, una medida que cinco años después la Corte Suprema rechazó a medias.
Más allá de la verosimilitud de un múltiple homicida, la veracidad de esa preparación se debate hasta el día de hoy, incluso en el juicio oral que se desarrolla desde 2015 por presunto encubrimiento de los autores o cómplices del atentado y en el cual están imputados Galeano y los ex fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, entre otros.
Lo cierto es que Solari reapareció hoy, miércoles, en una entrevista [foto] con el diario digital TiempoSur, de Río Gallegos, en la cual más de dos décadas después de los hechos ratificó el desvío: “Fui víctima de la desesperación, de la coacción. Ellos [por los efectivos bonaerenses] pensaron que si estaba enfrentándome a una reclusión perpetua iba a hacerme cargo de cualquier cosa a cambio de fugarme, incluso de 85 muertos. Los policías de las brigadas de Vicente López, de Tigre, de San Martín eran gente que había comido de la mano mía”.
“Me reía cuando alguno decía que era mitómano: ¿cómo tuve acceso a la causa o al caso de los libaneses que fueron detenidos en Paraguay? En una brigada no entra eso, no había televisión ni radio”, justificó.
El “testigo falso” cuestionó que “a los jueces [del TOF3] les faltaron huevos [agallas] para condenarlos” y advirtió que “los atentados [incluido el perpetrado contra la Embajada de Israel, dos años antes] no se esclarecieron ni se van a esclarecer con una policía corrupta metida”.
En su carta, a Avirán “le decía que prefería escribirle a él y no al juez Galeano porque estaba llevando mal la investigación, no me merecía confianza. Después, el resto eran datos puntuales, muy técnicos que me dieron los de la brigada”.
Pero Solari habría contado la verdad cuando se dio cuenta de que los policías no le iban a permitir fugarse, sino que terminaría “suicidado” en la cárcel.
El “testigo falso” también reveló irregularidades en la pesquisa: “En el Juzgado [Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº 9] me ponían la foto de [el entonces agregado cultural iraní, prófugo como coautor intelectual del atentado] Mohsen Rabbani para que lo reconociera, ése fue el primer pescado podrido. Yo le decía a todo que sí. Después Galeano me presentó a un tipo que hacía reconstrucción fisonómica, me dijo que hablara con libertad, que era su amigo. Desde el vamos ése era más chanta que yo: me decía cómo tenían que ser las caras que yo tenía que reconstruir”.