Itongadol.- “Cuando una familia se acerca a nuestra institución para un Bar o Bat Mizvá o para inscribir (a su hijo) en la escuela y le preguntamos por sus lazos con (el Centro Hebreo) Ioná, podemos llegar a una conclusión que nos llena de orgullo: en sus 34 años de existencia ha judaizado la vida de miles de personas que quizá nunca antes se habían acercado a una comunidad, pero que encontraron en nuestras fuentes respuestas para la cotidianeidad de sus vidas, aprendieron a mirar al Estado de Israel con la centralidad en la vida de cada uno e hicieron del sionismo una realización constante”, aseguró su directora ejecutiva, Janá Yansenson.
“Herencia espiritual elegida en libertad y recibida con alegría”, resumió a modo de la fórmula del éxito de la tradicional entidad de Villa Crespo que está celebrando su aniversario.
“Una mención aparte para la sinagoga Ajiezer Hajadashá, que está cumpliendo 100 años”, tras la unión de las comunidades Ajiezer y Palestina Jadashá, porque “hoy observamos que descendientes de aquellas familias llegadas de Europa Oriental sin nada, pero sabiendo de su responsabilidad para con otros que tienen aún menos, ayudando a los pobres y visitando a los enfermos constituyeron las bases” de Ioná, destacó la funcionaria.
“Cuando empezando el primer año de la facultad ingresé a la escuela ‘Dr. Herzl’, al equipo de Jardín, nunca imaginé la larga e intensa historia que se tejería entre esta institución y mi vida”, recordó.
“Me tocó ser testigo de lo que se gestaba cuando, en una conversación con el entonces presidente, Abraham Spak, a propósito de las intenciones de casarme en la sinagoga Ajiezer, nos dijo: ‘estoy decidiendo si dar entrada a un grupo de jóvenes con una fuerza arrolladora, más allá de todas las tensiones que tomar esta decisión genera entre los feligreses de nuestra sinagoga’, todos mayores”, relató Yansenson.
“Les dio entrada y los jóvenes empezaron a poblar la sinagoga, las aulas y los edificios de comunidades hermanas que estaban vacíos”, subrayó.
La directora ejecutiva enfatizó que “los mayores pudieron entenderse con los jóvenes y tuvieron la felicidad de que, gracias al nacimiento del Centro Hebreo Ioná, sus hijos, nietos y bisnietos hayan permanecido dentro de la comunidad, y entonces la sinagoga, vibrante y pujante, dejó de ser el marco para que los nietos pasen a saludar a sus abuelos en las Altas Fiestas para ser el espacio al cual los jóvenes traían a sus padres por primera vez para participar plenamente”.
“Fui convocada a formar parte del primer Gabinete Psicopedagógico, constituido junto con Alicia Dubkin, psicopedagoga que venía del área de Juventud, y empecé a comprender el significado de percibir y trabajar por la institución como un todo”, evocó.
Desde ese rol “coordinaba cursos para las morot, mientras dictaba clases a los futuros madrijim de Melmabet; tuve el honor de haber sido profesora de muchos de los profesionales que hoy nos enorgullecen llevando sus conocimientos a importantísimas comunidades de todos los rincones del planeta”, se ufanó Yansenson.
“Ese primer Gabinete Psicopedagógico se formó con gente de la casa, que seguía la línea educativa de la institución, que siempre dio un lugar central a las experiencias afectivas del educando”, y así “empecé a comprender el valor de expandir un modelo educativo único para educar, que no es enseñar, en el cual se necesita ser más que saber y aprendí que los valores no pueden quedar en los discursos ni en las declamaciones”, proclamó.
“Los valores se impregnan, se ejercen, se marcan a fuego, como el Hatikva, que mucho más que enseñarse, debe transmitirse con legítima emoción para que nunca deje de erizar la piel cuando se canta, al igual que el ‘Ivrí anoji, soy heredero, de cuatro milenios de honda fe en D’s’”, finalizó la directora ejecutiva del Centro Hebreo Ioná.
10/09/2024