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Fue el comienzo de un proceso de paz que dio lugar a cuatro vías de de negociaciones bilaterales, a las cuales se agregaron otros grupos multilaterales de negociaciones y otras acciones, que más tarde originaron el denominado Proceso de Oslo. Eran años donde existieron grandes esperanzas.
Sin embargo, estos desarrollos desataron acciones de los grupos opuestos al proceso de paz alentados y apoyados por Irán, que llevaron adelante acciones terroristas que esta vez tuvieron un carácter global, y donde el ataque a la Embajada en marzo de 1992 fue una de sus primeras expresiones. Desde el punto de vista iraní si se alcanzaba el objetivo de concluir un acuerdo de paz, se legitimaría el derecho de Israel a existir lo cual era contrario a su objetivo de lograr la destrucción de este país. El Líder Supremo Khomenei siempre se había referido a Israel como un "tumor maligno", dialéctica que continuó su sucesor, quién fue el Ayatollah Ali Khamenei, (a mediados de 1989) quién fue elegido por él entre otros candidatos, por haberse identificado más que nadie con los principios de la Revolución Islámica y por su compromiso de llevar adelante el programa de armamento nuclear, que se consideró indispensable dados los resultados de la Guerra con Irak, donde Teherán había tenido que admitir en julio de 1988 el cese de fuego dispuesto por la resolución 598 del Consejo de Seguridad, después de perder centenares de miles de sus jóvenes soldados en ataques, muchas veces suicidas.
Khamenei había demostrado apoyar en forma constante de los objetivos de la Revolución Islámica y uno de sus propósitos concretos desde el poder fue reforzar la Guardia Revolucionaria, para hacerla más efectiva para defender la revolución internamente y para exportarla al exterior, al mismo tiempo que le sirviera de apoyo a su propia legitimidad, que mantiene hasta el presente en un marco de constante confrontación con Occidente. Con el propósito de transformarse en una potencia regional, sus miembros fueron los responsables de la presencia iraní en el Líbano, en Irak, en Siria y de múltiples actos de terrorismo global, dentro de los cuales se inscriben los que tuvieron lugar en Buenos Aires.
Han pasado vente años y la situación en Irán se ha modificado, en especial, después del año 2009, donde la confianza en el régimen ha sufrido debido a los resultados de las elecciones presidenciales donde sus resultados fueron falseados y donde la oposición fue perseguida sin piedad y con efectividad. La Guardia Revolucionaria ha crecido en importancia en el sistema político iraní, lo cual tiene implicancias para un régimen cuyas bases de poder son clericales y militares, e incluso en la actual confrontación existente entre el Líder Supremo Khamenei y el Presidente Ahmadinejad se han manifestado por el primero, mientras controlan entre el 20 al 40% de la economía iraní. Así como existe una "Primavera Arabe" cuyos resultados son todavía muy inciertos y demuestran un mayor papel de los movimientos islámicos, no existe una "Primavera Persa", pues no hay elementos que permitan suponer la posibilidad de un levantamiento popular a pesar del descontento social existente. La tendencia de la comunidad occidental es la de actuar diplomáticamente a través de aplicar sanciones severas a Irán para condicionar su plan nuclear militar, las que estarían teniendo efectos, sin que deba descartarse una acción militar preventiva por parte de Israel, que considera a Irán como una amenaza existencial inaceptable. En ese contexto, Argentina en septiembre de 2011 propició un diálogo con Irán donde no parece haberse en cuenta el actual contexto internacional con Teherán y la falta de credibilidad de sus autoridades.
*Ex Embajador en Turquía e Israel