BBC.-El mismo que dijera años atrás que «Netzarim vale como Tel Aviv», equiparando la importancia de uno de los asentamientos más polémicos en Gaza con la gran urbe ubicada en territorio soberano israelí, defiende hoy la idea de que bregar por la paz y lograr seguridad para Israel requiere retiradas claves.
Es con esta idea de acercarse a una solución pacífica mediante concesiones territoriales que Sharon es recibido con una actitud cercana y de confianza en la Casa Blanca.
Fue con sus declaraciones en favor de un Estado palestino independiente y de «concesiones dolorosas» en aras de la paz que Sharon llegó a la jefatura de gobierno, con votos no sólo de la derecha, sino también de votantes de centro o izquierda, que combinaron su decepción de los palestinos de la intifada con la ilusión de que «quizás Sharon sea el que logre traer la paz».
Todo esto no se va por la borda ni queda sumido en el olvido por el rotuno «no» que el partido Likud de Sharon dio al plan de retirada de Gaza, pero evidentemente, lo complica sobremanera.
Y en el complejo mosaico que supone el limitado margen de maniobra que le ha quedado después de su fracaso en el Likud, está claro que el futuro del proceso de paz -o mejor dicho de un intento de solución al tema palestino que mejore la situación de Israel- está íntimamente ligado al propio futuro político de Sharon.