Escribo estas notas tras un viaje que me llevó a visitar muchas ciudades estadounidenses y me permitió percibir de cerca los sentimientos de una parte importante de la intelectualidad y el empresariado de Estados Unidos.Deduzco que la inquietud reinante en ese país es grande y no la provoca sólo el terrorismo. Al otro lado del océano,muchos entienden que hoy es preciso que tanto ese gran país,como el resto del mundo, Europa,Rusia y China, vuelvan a examinar las prioridades del siglo XXI partiendo de cero.
A medida que va pasando el tiempo, resulta cada vez más evidente que los problemas fundamentales del planeta ya no se pueden afrontar con los métodos antiguos,con la antigua política,propia de la época de la guerra fría y que, para nuestra desgracia común,apenas ha cambiado tras el fin de la experiencia soviética y la caída del muro de Berlín.La cuestión más acuciante y dramática,que en el último decenio se ha agravado en lugar de mejorar,es la de la distancia abismal entre los más pobres y los más ricos:signo de que las causas estructurales e históricas del subdesarrollo se suman al egoísmo de los ricos y los poderosos para crear una mezcla tremenda y explosiva. ¿Proviene de allí el terrorismo?Seguramente también proviene de allí. Por tanto,la lucha contra el terrorismo no puede emprenderse sin tener en cuenta este factor.Por lo demás,aunque Estados Unidos y sus aliados hayan tomado medidas para combatir el terrorismo,lejos de reducirse éste no ha hecho más que extenderse en todas direcciones. Signo de que las medidas represivas,incluso cuando se aplican del modo adecuado,sin que desemboquen en guerras contra estados (como ocurrió en el caso de Afganistán e Iraq), no son suficientes. La lucha contra el terrorismo tampoco puede hacernos olvidar que el modelo de desarrollo del que disponemos,el único dominante,el capitalista,ya no nos permite salvaguardar el medioambiente.
Los criterios fundamentales de la actividad económica resultan cada vez más insostenibles de cara a la naturaleza.Se celebran conferencias internacionales en Río,en Johannesburgo;sin embargo,a nadie parece preocuparle encontrar respuesta a los problemas de gestión planetaria de la crisis de desarrollo que se ha convertido en ineludible.¿Cómo nos ocuparemos de la escasez del agua?Se han celebrado ya tres foros mundiales,pero en concreto se está haciendo muy poco. Recientemente,sólo Europa ha conseguido definir el agua como un bien social que debe defenderse y ha rechazado la insensatez de las privatizaciones generalizadas de los bienes naturales.Se extiende cada vez más la impresión de que la política mundial se encuentra bloqueada y de que,mientras los antiguos imperios no han terminado de desaparecer del todo de la escena,acaba de aparecer uno flamante. Hay quien piensa que,en lu- gar de un nuevo orden mundial,compartido democráticamente por los estados,es preciso construir un nuevo centro de mando imperial. El tema de la superación de las soberanías nacionales sometidas por la globalización ha producido una abundante retórica. En parte esto es verdad,pero también hemos comprobado que la marginación de los estados nacionales, su subordinación a centros supranacionales no legitimados democráticamente de alguna manera (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial,Organización Mundial del Comercio),han producido más problemas que soluciones. Todo ello ha aportado nuevas tensiones sin resolver las antiguas.Yo comparto la tesis de Juan Pablo II de que un nuevo orden mundial debe ser más justo y humano que el actual,de lo contrario,no será un nuevo orden mundial.
Una economía que se desarrolla caóticamente no basta para crearlo. No existe ningún automatismo económico.Para construir este nuevo orden es indispensable recurrir a la política y la ética de manera que se puedan introducir la justicia y la humanidad.Si faltan estos criterios,no haremos más que salir de una trampa para meternos en otra. La exportación de la democracia de Occidente está produciendo en todo el mundo un aumento de la desconfianza hacia la democracia. Cada vez son más quienes piensan que para resolver cualquier cosa hacen falta soluciones autoritarias. Predicamos la libertad,pero somos intolerantes. Combatimos los fundamentalismos, pero nosotros mismos nos estamos volviendo cada vez más fundamentalistas al pretender que todos compartan obligatoriamente nuestros valores. Por desgracia,Iraq es el emblema de esta ceguera de una parte de Occidente.Esa guerra fue un error de consecuencias desastrosas.Y,lamentablemente,asistimos a intentos de perseverar en el error en lugar de repararlo.Cada vez son menos quienes apoyan esa guerra,lo cual no deja de ser significativo.Los trágicos atentados ocurridos en España y sus repercusiones políticas confirman esta tendencia. Afirmar que esto significa ceder al terrorismo no es justo y no se corresponde con los hechos. Por el contrario,los hechos afirman,sin posibilidad de mentís alguno,que los motivos que llevaron a la guerra eran falsos. Las consecuencias son, pues,inaceptables. La Administración de Estados Unidos,así como la de otros países, debe entender todo esto y sacar las consecuencias del caso,por el bien de los ciudadanos estadounidenses y el de todos.No existe una solución militar.El pueblo iraquí está contra la ocupación y estará contra cualquier solución que prolongue la ocupación,incluida la solución aparente que,bajo la égida de Naciones Unidas, no modificara la composición del contingente militar de ocupación y la actual cadena de mando,completamente bajo el control anglonorteamericano.
Es preciso fijar unos plazos ciertos para la retirada gradual de las tropas estadounidenses y de los estados que han participado en la ocupación,y su sustitución por un nuevo contingente militar multinacional,bajo la plena autoridad de las Naciones Unidas,en cuya formación participen,en un puesto relevante,los países árabes y de religión musulmana. Según los principios adoptados de manera unánime por la resolución 1511 del Consejo de Seguridad,que definía como «temporales «las soluciones políticas puestas en práctica por los ocupantes,corresponde a Naciones Unidas y sólo a esta organización,la tarea de la reconstrucción política y material de Iraq. Los iraquíes deben redactar una nueva constitución que permita llegar a unas elecciones democráticas bajo supervisión de las Naciones Unidas.
Cualquier otro camino llevará a la continuación de la guerra y a nuevos desastres.El realismo impone que para que estas condiciones puedan llevarse a cabo sea preciso obtener el consentimiento de Estados Unidos. Sin embargo,en este momento,da la impresión de que Washington no está dispuesto a dar este paso. Sabemos que las negociaciones están en marcha y confiamos en que produzcan algún resultado,aunque es preciso poner en guardia a los dirigentes de Washington para que no se dejen llevar por la ilusión de poder maniobrar mucho tiempo más.Prolongar sustancialmente la presente situación supeditándola al calendario electoral estadounidense,realizar alguna concesión para salvar las apariencias sin cambiar las relaciones sobre el terreno,para después volver a dirigir en solitario los procesos tendentes a normalizar la situación iraquí, tendría por resultado el aumento del número de muertos,tanto iraquíes como extranjeros. Y,en el caso de que las Naciones Unidas se dejara arrastrar por esta ilusión,todo acabaría por traducirse en un nuevo golpe a su prestigio –ya maltrecho,no por su propia culpa,tras los acontecimientos de Kosovo,de la guerra en Afganistán, de la tragedia de los palestinos e israelíes –y a su autoridad moral y jurídica.
MIJAIL GORBACHEV, ex presidente de la URSS; preside la Fundación Gorbachev para el Análisis Socioeconómico y Económico
Traducción de Celia Filipetto ©La Stampa
Fte L.V.D