A los tropiezos al comienzo y con seguridad al final, Víctor Stinfale, abogado de Carlos Telleldín, denunció que en la década del 90 el Poder Judicial dependía del gobierno de Carlos Menem, por lo que su cliente fue un rehén del Estado, que armó una trama mentirosa en la investigación del atentado contra la AMIA para darle respuestas a la sociedad.
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Stinfale inauguró así el alegato de los abogados defensores en el último tramo del juicio oral y público por el atentado terrorista, en el que descargó su furia contra los fiscales que instruyeron la causa, Eamón Mullen y José Barbaccia, a quienes tildó de hipócritas. «He conocido presos con más códigos que estos funcionarios judiciales», disparó el abogado con su estilo pirotécnico y explosivo, con el que inauguró la defensa del reducidor de autos, que se expone a ser condenado a reclusión perpetua.
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Afirmó luego que el fiscal Barbaccia conocía el pago de 400.000 dólares a Telleldín, previo a su declaración contra los ex policías que están siendo juzgados.
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Conspiración
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El abogado planteó que el gobierno de Menem, la SIDE, el juez federal Juan José Galeano, las autoridades de la comunidad judía y los fiscales conspiraron contra su cliente para primero hacerle creer que no lo iban a acusar y luego traicionarlo.
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Con crudeza, y eligiendo palabras que no están en los libros de derecho, sino en el diccionario de la calle, Stinfale dijo que Telleldín y su familia fueron «rehenes institucionales del Estado para dar respuesta a la comunidad judía». El poder político y el poder judicial no funcionaban como órganos independientes, dijo, y explicó que defender al «enano»en la causa no era una cuestión jurídica, sino de saber «quién operaba mejor y cómo se operaba mejor».
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Dijo que en la causa no se discutían pruebas, sino lo que quería la comunidad judía, y aseguró que los líderes comunitarios «les mentían a las víctimas».
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Describió un esquema en el cual el ex presidente de la AMIA Rubén Beraja, «el banquero de la comunidad», se alineaba con los letrados y el presidente de la AMIA. Dijo que Beraja incidía en la causa y tenía línea directa con el ex ministro del Interior Carlos Corach y con el ex presidente Menem, que daba instrucciones al juez a través del entonces jefe de la SIDE Hugo Anzorreguy.
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Luego incorporó a ese esquema a la fallecida ex camarista Luisa Riva Aramayo, que fue a quien Telleldín le dio la pista policial. «No teníamos a quién reclamar», dijo, y argumentó que se «alineó» con ese eje de poder para no «inmolarse con la causa», con lo que justificó haber «encubierto» muchas de las acciones que ahora denunció «para que no nos sacudan».
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Dijo que el fiscal de juicio Alberto Nismam «carga con la mochila de la corrupción de los fiscales de instrucción», a la hora de acusar, y entendió que actúa «presionado».
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Amenazas
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Stinfale dijo que el juzgado y la fiscalía coaccionaban a Telleldín, amenazándolo con detener a su familia o agravar su situación si no aportaba información sobre la Trafic usada para cometer el atentado.
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«El Código es uno sólo, no es de goma», se quejó, y se preguntó cómo era posible que Telleldín fuera visitado por el procurador de Israel, el ex agente de inteligencia Raúl Giuglielmineti o el ex capitán Héctor Vergés. «No tenía elección, era un preso», dijo.
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«En el juicio a las juntas (militares) se probó quiénes eran los militares. En el juicio de Nüremberg se probó quiénes eran los nazis. ¿Acá tenemos un árabe con turbante? No pudieron probar que Telleldín estuviera ligado al terrorismo y nos dicen que es igual que el juicio a las juntas… Son unos hipócritas», disparó.
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Los aspectos técnicos jurídicos del alegato de Telleldín estuvieron a cargo de Laura Novello, otra de las abogadas del reducidor de autos, que hizo un racconto del contexto internacional en el que se produjeron los ataques, enumeró otros atentados contemporáneos y dijo que en ninguno de ellos el vendedor del coche bomba fue imputado como partícipe.
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Afirmó que hubo quienes cometieron delitos durante la instrucción, y en una pantalla gigante proyectó en medio de la sala una lista de nombres encabezada por Menem, Corach, Anzorreguy, Beraja, Riva Aramayo, Galeano y sus secretarios Javier De Gamas, Susana Spina y Carlos Velazco, el ex abogado de la AMIA Luis Dobniewsky y los fiscales Mullen y Barbaccia.
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Al final, Telleldín abandonó la silla de los acusados, fue más allá del vidrio antibalas que lo separaba del público y le estampó un sonoro beso en la boca a su mujer, Ana Boragni.
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Por Hernán Cappiello
De la Redacción de LA NACION
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