Llegan de todo mundo. El flujo es continuo pero se incrementa claramente unas semanas antes de Navidad y Año Nuevo, así como también cerca del fin de Año judío o Yom Kipur, el Día del Perdón.
Y todo, sin duda, motivado por una profunda convicción de quien escribe, de que el único que podrá ayudar -sea cual sea el pedido- es Dios.
«Cada uno tiene sus problemas, sea por falta de trabajo, dificultades en casa, con los niños, todo se refleja en las cartas», nos dice Ahuva Cohen, una de las funcionarias en la sección de correos encabezada por Avi Yaniv.
«Si alguien necesita ayuda y decide escribirle a Dios, es porque llega a la conclusión de que no tiene alternativa. Y nosotros tenemos que ayudar a que el pedido llegue a destino, porque somos como enviados de esa gente», sostiene.
Avi está plenamente de acuerdo y casi se enoja cuando le preguntamos si no cree que alguien que se molesta en escribir, colocar la carta en un sobre y enviarla por correo con estampilla, con destinatario «Dios», puede estar un tanto desequilibrado.
«Creo que hay cartas muy hermosas y que resultan agradables de leer. No estoy de acuerdo en que el escribirle a Dios por correo signifique que la persona sea desequilibrada. Para nada. Uno ve que la persona escribe con dolor».
«Creo que esas cartas son producto de desesperación, a veces de depresión o esperanzas especialmente fuertes respecto a algo que la persona desea. No tienen a quién dirigirse y buscan aferrarse a algo espiritual, creyendo quizás que de allí vendrá la salvación».
Y quizás sirva el ejemplo de una carta concreta, que llegó al correo en Jerusalén, escrita en idioma español, proveniente de España, para comprender qué significa pedir ayuda a Dios.
«Yo quiero que mi hijo se cure de su enfermedad, que no sufra más, que quede bien, que esté sano en mente y cuerpo. Que se encuentre feliz, que siga con buenas costumbres y vida sana y saludable, que tenga buenas compañías y buenos amigos, que tenga gusto por su estudio y por su carrera, que la termine, que tenga buen trabajo después, que sea bueno y honesto, que tenga conciencia de la bondad de las personas».
Y con una hermosa despedida, agrega: «Que me quiera y respete como su madre. Que valore el dinero bajo la providencia divina, de manera perfecta y en armonía para todos. Gracias Padre que me lo estás consiguiendo». Fte BBC.-