Quienes no demoraron en presentarse a votar fueron el propio primer ministro, Ariel Sharon, y el candidato del partido laborista, Amram Mitzna, quienes lo hicieron en Jerusalén y Haifa respectivamente.
Sharon podría emerger más poderoso pero el Likud debe buscar coaliciones.
Ninguno de los dos formuló declaraciones, pero más tarde el jefe laborista sí aceptó hablar ante los micrófonos, reiterando lo que anunciara categóricamente en las últimas semanas: el laborismo no se sumará a un gobierno de unidad nacional encabezado por Sharon.
«Yo resultaré victorioso, si no hoy, pues mañana», recalcó Mizna, afirmando que en una democracia es importante también servir «dignamente en la oposición, para poder servir al pueblo como alternativa al gobierno».
Si bien nadie parecía esperar grandes sorpresas en cuanto a la inminente victoria del partido Likud de Sharon -al que los sondeos le vaticinan un salto de sus actuales 19 escaños a por lo menos 31- la gran pregunta era cuánto peso lograría el partido laborista, que en el Parlamento (Kneset) saliente es la mayor fuerza política de Israel.
Sharon también dependerá de la fuerza que consigan los otros partidos, especialmente los que se hallan a la derecha del Likud y se consideran sus aliados naturales.
El actual primer ministro ha dejado en claro que no quiere estar atado a ellos, por lo cual exhortó a la ciudadanía a «apoyar directamente al Likud y no a otros partidos pequeños», explicando que de lo contrario, «el gobierno que forme no será estable».