Itongadol.-Tras el ataque de Hamás en Israel el pasado 7 de octubre, en el que se evidenció el uso masivo de camionetas Toyota por parte del grupo terrorista, la empresa japonesa no emitió declaraciones específicas sobre el uso de sus vehículos en este contexto, a pesar de la visibilidad de su marca en imágenes del conflicto.
Se los pudo ver en Sderot, Ofakim, por las rutas de Israel, rodeando plazoletas y también a su arribo a Gaza con rehenes.

El 7 de octubre de 2023, Hamás perpetró una masacre en una serie de ataques coordinados contra comunidades del sur de Israel, dejando un saldo de más de mil civiles asesinados y decenas de rehenes. Las imágenes y videos difundidos mostraron con claridad una constante en los vehículos utilizados por los terroristas. Se trata de camionetas Toyota, principalmente los modelos Hilux y Land Cruiser.
Este fenómeno no es nuevo en contextos de conflicto. Las camionetas Toyota, conocidas por su robustez, fiabilidad y capacidad todoterreno, han sido vistas en múltiples zonas de guerra y utilizadas por diversos grupos armados a lo largo de las últimas décadas. Estas características, sumadas a su disponibilidad en mercados secundarios y redes de contrabando, han hecho que se conviertan en un recurso clave para operaciones en terrenos hostiles.

Sin embargo, lo que llama la atención en este caso es la ausencia de una declaración específica por parte de Toyota tras los eventos del 7 de octubre. Aunque la empresa ha negado en otras ocasiones tener control sobre el destino de sus vehículos, su silencio frente a esta tragedia y la exposición mediática que han tenido sus modelos en este contexto generan preguntas sobre su postura ética y su colaboración con las autoridades internacionales para evitar este tipo de usos.
En el pasado, Toyota ha trabajado con gobiernos y organismos para rastrear cómo sus vehículos llegan a manos de grupos armados, pero no se han reportado acciones concretas tras los ataques de Hamás. Esto refuerza un debate más amplio sobre la responsabilidad de las empresas multinacionales en el control del uso final de sus productos, especialmente cuando estos terminan siendo parte de crímenes de guerra o actos terroristas.

La omisión de Toyota en este caso deja una incógnita sobre su posición frente a uno de los episodios más violentos en Medio Oriente en los últimos años y el impacto que esta percepción podría tener en su reputación global. ¿Es suficiente con la declaración de una política de no colaboración, o deberían tomarse medidas más contundentes para evitar que estos vehículos sigan siendo protagonistas en conflictos armados?