Itongadol/Agencia AJN (por Jacob Magid, para The Times of Israel).- La administración del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dio su primera declaración política oficial sobre el conflicto israelí-palestino en una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU el martes, y, siguiendo con la misma línea de las administraciones anteriores, expresó su apoyo a una solución de dos estados para el conflicto israelí-palestino.
Fue ese mismo final el que llevó a los ex presidentes Bill Clinton, George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump a probar suerte presentando sus respectivos planes de paz y reuniendo a las partes en negociaciones de alto nivel.
Clinton recibió a Itzjak Rabin y a Yasser Arafat en la Casa Blanca en 1993 y 1995 para firmar los Acuerdos de Oslo y luego invitó a Arafat y al entonces primer ministro israelí Ehud Barak a Camp David para un último intento de reconciliación en 2000.

Clinton (centro) junto a Rabin (izq.) y Arafat (der.) en la Casa Blanca en 1993.
Por su parte, Bush publicó su Hoja de Ruta para la Paz en 2002 y reunió a representantes palestinos e israelíes en Aqaba al año siguiente.
Obama, en su primer día de mandato en 2009, nombró un enviado especial para el proceso de paz y su secretaria de Estado, Hillary Clinton, dirigió las negociaciones directas en 2010 y 2011, durante las cuales Estados Unidos afirmó que era posible una resolución del conflicto en un año. Tras el fracaso de esas conversaciones, el sucesor de Clinton, John Kerry, se embarcó en su propio esfuerzo, viajando entre Jerusalén y Ramallah en 2013 y 2014 para llevar a cabo negociaciones indirectas que también terminaron sin resultado.

Barack Obama en una reunión junto al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y al presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas.
Trump entró en el cargo hablando de su deseo de lograr el «acuerdo definitivo». Su yerno y asesor Jared Kushner elaboró un plan de paz en dos partes que se dio a conocer en 2019 y 2020, pero los palestinos lo rechazaron, y la administración se contentó con buscar acuerdos de normalización entre Israel y los Estados árabes de la región.
Ahora es el turno de Biden.

El expresidente George Bush junto a Abbas (der.) y al por entonces primer ministro israelí, Ariel Sharon (der.).
Pero en lugar de caer en la ostensible trampa que atrajo a sus predecesores, el nuevo presidente estadounidense tiene una estrategia diferente. En lugar de ir a por todas a la vez, el gobierno de Biden prefiere impulsar pasos graduales que puedan dar ambas partes, al tiempo que desaconseja movimientos unilaterales que disuelvan la confianza que aún queda entre ellos.
El objetivo final sigue siendo el mismo, y el embajador en funciones de Estados Unidos ante la ONU, Richard Mills, lo dejó claro en la primera línea de su discurso del martes: «Bajo la nueva administración, la política de Estados Unidos será apoyar una solución de dos estados mutuamente acordada, en la que Israel viva en paz y seguridad junto a un estado palestino viable».
La administración de Biden no se limitó a expresar su apoyo a la solución de los dos Estados, sino que en muchos sentidos ha estado redoblando el concepto, indicando que Trump se había limitado a hablar de la idea mientras permitía que la construcción de asentamientos israelíes siguiera sin control en todas las partes de Cisjordania durante los últimos cuatro años. Biden, por su parte, tiene un largo historial de críticas a la construcción de asentamientos y lo hizo varias veces durante la campaña.
Y sin embargo, Mills siguió esa declaración con una importante advertencia, que rara vez fue utilizada por las administraciones anteriores que no estaban dispuestas a aceptar un no por respuesta: «El compromiso diplomático de Estados Unidos partirá de la premisa de que el progreso sostenible debe basarse en la consulta activa con ambas partes y que el éxito final requiere el consentimiento activo de ambas partes», dijo.
«Desgraciadamente, como creo que hemos escuchado, los respectivos líderes están muy alejados en las cuestiones del estatus final, la política israelí y palestina es tensa y la confianza entre las dos partes está en su punto más bajo», continuó el enviado estadounidense.
Sin embargo, se trata de reconocer la realidad, no de excusar la inacción.
«Estas realidades no eximen a los Estados miembros de la responsabilidad de intentar preservar la viabilidad de una solución de dos Estados. Tampoco deben desviar la atención del imperativo de mejorar las condiciones sobre el terreno, en particular la crisis humanitaria en Gaza», dijo Mills.
El mensaje fue casi idéntico al utilizado por Biden y sus ayudantes durante la campaña.
«Esto no es 2009, no es 2014. Las partes están muy lejos de estar preparadas para entablar negociaciones o conversaciones sobre el estatus final», dijo el posible secretario de Estado de Biden, Antony Blinken, a The Times of Israel un tiempo atrás. El funcionario opinó que una administración de Biden adoptaría inicialmente una postura de «no hacer daño» asegurándose de que «ninguna de las partes tome medidas unilaterales adicionales que alejen aún más la perspectiva de dos estados o la cierren por completo».

Netanyahu y Biden.
Pasos en puntas de pie
Eso es exactamente lo que Mills seguiría impulsando el martes.
El enviado hizo tres peticiones a Israel y dos a la Autoridad Palestina que la administración Biden considera necesarias para mantener viva la solución de los dos estados.
Mills pidió a Israel que evite la anexión de Cisjordania, la expansión de los asentamientos y las demoliciones de viviendas palestinas más allá de la Línea Verde. En cuanto a los palestinos, el enviado pidió que detenga la incitación a la violencia y que cese su práctica de pagos mensuales a los prisioneros de seguridad en las cárceles israelíes, incluidos los que tienen las manos manchadas de sangre. «Esperamos que sea posible empezar a trabajar para construir poco a poco la confianza en ambas partes para crear un entorno en el que podamos volver a ayudar a avanzar en una solución», dijo Mills.
En esa línea, el enviado de la ONU explicó la decisión de «renovar» las relaciones de EE.UU. con los palestinos, que se habían «atrofiado» durante la administración Trump.
Mills se refirió al plan de Biden de reabrir la misión diplomática de la Organización para la Liberación de Palestina en Washington que se cerró en 2018, junto con el consulado estadounidense en Jerusalem que servía de embajada de facto a la AP, pero que se eliminó en 2019. El enviado también dijo que el presidente «restaurará el apoyo financiero para el desarrollo económico y la ayuda humanitaria para el pueblo palestino».
«No vemos estos pasos como un favor a los líderes palestinos. La asistencia estadounidense beneficia a millones de ciudadanos palestinos y ayuda a preservar un entorno estable que beneficia tanto a ellos como a los israelíes», explicó Mills.
Pero mientras Washington planea abrazar a los palestinos como medio para que las partes vuelvan a la senda de una solución de dos estados, los funcionarios de Biden han dejado claro rápidamente que esto no se hará a expensas de Israel.
La candidata de Biden para convertirse en embajadora a tiempo completo en la ONU hizo varios gestos hacia Jerusalem durante su audiencia de confirmación el miércoles que indicaban precisamente eso. «Espero estar con Israel, oponiéndome a los ataques injustos contra Israel, a las implacables resoluciones propuestas injustamente», dijo Linda Thomas-Greenfield ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado.

Biden junto al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas.
Al igual que Biden y Blinken, también expresó su apoyo a los Acuerdos de Abraham y su interés por «ampliar el círculo de la paz» en torno a Israel. También, al igual que ellos, se pronunció fervientemente contra el movimiento antiisraelí de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), calificando de «inaceptables» las «acciones y el enfoque» de sus partidarios.
A diferencia de Obama, que evitó consultar con Israel mientras negociaba un acuerdo nuclear con Irán, los funcionarios de Biden ya han dejado claro que mantendrán a Jerusalem al tanto de todo. El consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, habló el sábado con su homólogo israelí, Meir Ben-Shabbat, y ambos acordaron iniciar un «diálogo estratégico» sobre el asunto.
Pero los esfuerzos de los Estados Unidos por crear confianza con ambas partes no son sólo un fin en sí mismo. Siguen estando relacionados con el objetivo más amplio de una resolución del conflicto, por muy lejana que sea.
Lo mismo parece ocurrir con el apoyo de la administración a los Acuerdos de Abraham, que según Mills «no es un sustituto de la paz entre israelíes y palestinos». «La esperanza de Estados Unidos es que la normalización pueda proceder de forma que se abran nuevas posibilidades para avanzar en la solución de los dos estados», añadió el enviado.
Pero hasta ahí llegó Mills en este asunto. No se mencionó un nuevo plan de paz, ni se fijaron fechas para la primera ronda de negociaciones, ni se prometió un acuerdo para cuando dejara el cargo. A Biden seguramente le gustaría tener éxito donde sus predecesores han fracasado pero, por ahora, se conformará con una política de «no hacer daño».