Itongadol (Por el rabino Tully Bryks*/The Jerusalem Post).- Como muchos de ustedes, desperté de mi letargo el 7 de Octubre. El mundo antes del 7 de Octubre y el mundo después del 7 de Octubre no son los mismos; al menos no deberían serlo.
Antes del 7 de Octubre había una guerra. No me refiero a la guerra contra Hamás ni a la guerra contra Irán. No me refiero a la guerra de las redes sociales. Me refiero a la guerra dentro de nuestra familia, una guerra en la que hermanos y hermanas judíos a veces olvidan que todos somos una sola familia. Una guerra en la que te pueden vilipendiar por ser demasiado secular, demasiado ortodoxo, demasiado sionista, demasiado apático, demasiado cerrado, demasiado abierto, demasiado derechista, demasiado izquierdista… y simplemente ser «cancelado» porque tus opiniones no coinciden con las de alguien más.
Después del 7 de Octubre experimentamos un despertar. La mayoría de nosotros recordó que somos una sola familia. E incluso quienes lo olvidamos recibimos recordatorios diarios a través de protestas en campus, condenas de la ONU y frecuentes ataques terroristas. A pesar de todo el dolor, a pesar de todos los rehenes, a pesar de todas las familias y comunidades que fueron destrozadas, hubo un rayo de luz, hubo un rayo de esperanza. El pueblo judío finalmente se había unido como una familia.
Hubo miles de ortodoxos que fueron voluntarios para apoyar el esfuerzo bélico y ayudar a las familias cuyas vidas habían quedado destrozadas. Hubo nativos de Tel Aviv que habían hecho una mueca al ver a mi hija (una judía religiosamente practicante) antes del 7 de Octubre, pero le sonrieron y le dieron un saludo sincero y entusiasta después del ataque.
La mayoría de las sinagogas del mundo, que van desde las más ortodoxas hasta las más modernas, añadieron rezos especiales en apoyo a Israel. Quizá por primera vez en la historia de la guerra hubo más gente corriendo hacia el país bajo ataque que huyendo de él. Todos queríamos apoyarnos mutuamente.
Desafortunadamente, aunque todavía estamos en guerra con enemigos de todo el mundo cuyo objetivo es hacer que Israel esté “libre de judíos”, muchos de nosotros parecemos haber olvidado que somos una familia. Sí, todavía hay rezos y todavía hay voluntarios, pero muchos de nosotros hemos vuelto a criticar, insultar y, a menudo, reservar nuestros comentarios más duros para nuestros compañeros judíos simplemente porque tienen una opinión diferente a la nuestra.
Sé que la inspiración tiende a ser fugaz. Sé que intentar mirarse al espejo y cambiar uno mismo es una de las cosas más difíciles de hacer (el rabino Yisroel Salanter era conocido por decir que cambiar un rasgo del carácter es más difícil que estudiar todo el Talmud). No me hago ilusiones sobre la dificultad de la tarea. Pero aunque no podamos ser perfectos, aún podemos tratar de mejorar. Podemos hacerlo mejor. Podemos ser mejores. ¡Somos mejores!
Examinemos a dos figuras divisivas: el primer ministro (de Israel) Benjamin Netanyahu y el presidente estadounidense Donald Trump. Para muchos, estos dos líderes simplemente no son capaces de hacer algo bien. Todo lo que hacen o dicen es incorrecto o malo en virtud del hecho que lo hicieron o dijeron. En cambio, para muchos likudniks en Israel y republicanos en Estados Unidos, Netanyahu y Trump, respectivamente, no son capaces de hacer algo malo. Todo lo que hacen o dicen es automáticamente correcto en virtud del hecho que lo hicieron o dijeron.
Si nos detenemos un momento y nos quitamos nuestras gafas de afiliación partidaria, ¿alguno de nosotros realmente cree que Netanyahu y Trump son perfectamente justos o perfectamente malvados? ¿Por qué no podemos a veces estar de acuerdo con sus políticas o declaraciones y a veces discrepar con ellas? La misma pregunta se aplica a los partidos y movimientos políticos.
La misma pregunta se aplica a los rehenes. Si alguien quiere llegar a un acuerdo que considero demasiado arriesgado, ¿debería acusarlo de priorizar a sus seres queridos o a un número limitado de rehenes a expensas de miles de posibles muertes futuras en Israel o de no preocuparse por los soldados que sacrificaron sus vidas? Por otro lado, si alguien se opone a cierto acuerdo por los rehenes, ¿eso significa que no le importan? De nuevo, ¿alguno de nosotros cree realmente que a quienes suelen apoyar acuerdos simplemente no les importan futuros ataques terroristas, la seguridad de Israel o la vida de nuestros soldados? ¿Y realmente pensamos que a quienes suelen condenar los acuerdos no les importan los rehenes?
Estamos viviendo una pesadilla, con una situación sin ganadores. Y ninguno de nosotros es profeta ni omnisciente. Así que si bien tenemos derecho a tener nuestras posturas y convicciones y deberíamos abogar por ellas, eso no significa que alguien con una perspectiva diferente no tenga derecho a tener su opinión también, sin ser acusado de ser «nazi», «no preocuparse por los rehenes», «no preocuparse por los soldados», «no preocuparse por Israel», etc.
Desafortunadamente, vivimos en una sociedad polarizada. A veces, a miembros de diferentes partidos políticos incluso les cuesta sentarse a comer juntos. Aunque nos asociemos a un partido político o denominación religiosa en particular, no siempre tenemos que estar de acuerdo o desacuerdo con todo lo que nuestro partido/líder (o el opuesto) haga o diga. Y al mismo tiempo, quizá podríamos esforzarnos un poco más por respetar las demás voces. Ciertamente, aún podemos debatir y discrepar con ellas. Pero quizá podríamos evitar el tratar de deslegitimar a los demás alegando que algo no les importa.
Una dimensión espiritual para una necesidad de unidad
Como rabino, quiero agregar una dimensión espiritual. Quizás incluso más que los drones y las armas de alta tecnología, existe un tremendo poder espiritual cuando hay paz y armonía entre los judíos. El Midrash Tanjuma (parashá Jukat) relata que durante la época del rey Ajav, a pesar de ser un rey malvado y de la idolatría desenfrenada, el pueblo judío salió victorioso en batalla sin bajas. En contraste, hubo reinos judíos justos que experimentaron bajas significativas (ver Ierushalmi Peah 1:1). Los comentarios explican que cuando nuestro Padre Celestial ve que Sus hijos se llevan bien, les otorga una capa de protección.
Escuché una historia increíble sobre dos sinagogas vecinas que estaban peleando por una tierra. La lucha se deterioró hasta el punto de que estaba destrozando a la comunidad. Los lugares de culto y sacralidad se estaban volviendo profanos.
En un esfuerzo por resolver la disputa, las sinagogas acordaron que la disputa sería decidida por un tribunal rabínico. Alguien a quien conozco bien fue uno de los jueces en esa audiencia.
Tras una cuidadosa revisión de las pruebas, los jueces concluyeron que una sinagoga merecía el 90% del terreno y la otra solo el 10%. Sin embargo, los jueces preguntaron si, en aras de la paz, las sinagogas aceptarían una división de 60-40%. Tras una reflexión, las sinagogas accedieron con entusiasmo y los exlitigantes se abrazaron. Dos semanas después, en un día en que ambas sinagogas estaban abarrotadas de gente, un cohete de Hamás cayó sobre el terreno en disputa, justo entre ambas. Milagrosamente, el cohete no detonó.
Mientras eliminamos el jametz de nuestros hogares, tratemos de eliminar el odio de nuestros corazones. Que todos seamos bendecidos con paz, amor y buena salud. ¡Y que todos encontremos en nuestros corazones el ver lo bueno en nuestros compañeros judíos y el recordar siempre que, independientemente de la perspectiva religiosa o política de alguien, todos somos hermanos y hermanas!
* El autor ha dado conferencias en más de 100 universidades, incluyendo Harvard, Columbia y Cornell. Su sitio web, RabbiWithAnswers.com, atrae a decenas de miles de visitantes de todo el mundo. Dos de sus hijos se alistaron en las FDI, uno de los cuales luchó en la Unidad Ortodoxa de Paracaidistas.