Inicio INTERNACIONALES Entrevista Abraham B. Yehoshúa: «Siempre temí al estancamiento, la escritura me dio el impulso para seguir»

Entrevista Abraham B. Yehoshúa: «Siempre temí al estancamiento, la escritura me dio el impulso para seguir»

Por Gustavo Beron
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Itongadol.- Abraham B. Yehoshúa escritor israelí, participó de una entrevista en la que habló sobre su trabajo en la sociedad actual y señaló que: «la escritura» fue una motivación importante en su día a día.

Los detalles sobre la entrevista realizada por el novelista Nir Baram a continuación. Agradecimiento especial a Gerardo Lewin por la ayuda en la traducción que permitió publicar esta nota.

Nir Baram: ¿De dónde sale la fuerza para escribir en una sociedad así?

Abraham Yehoshúa: En mi opinión es bueno que un escritor lo sepa: llegué a un punto máximo y de allí en adelante escribiré otras cosas, no tan buenas. Eso todavía tiene algún valor. En el quinto diálogo de “El sr. Mani” alcancé, en cierto modo, lo más profundo de la identidad sefaradí-oriental. Lamenté tanto que mi padre no haya alcanzado a leer ese libro. Él pensaba que yo debía escribir acerca de la vida que me rodeaba, y con “El sr. Mani” él hubiera podido comprobar que yo no me había desconectado del todo de las vivencias en las que él me educó; que no me dediqué solamente a “la experiencia universal”.

NB:Los escritores atraviesan todo tipo de etapas. ¿Cómo sobrellevó las suyas?

AY: Ika, mi esposa, que en paz descanse, me ayudaba a conservar el equilibrio. Había en ella un poder de cordura, de normalidad, de autoconfianza existencial. Cuando apareció el libro “Viaje al fin del milenio”, recibió siete críticas malísimas. Luego pude hablar con esos críticos y les pregunté ¿qué fue lo que les disgustó? ¿Qué le hice? Hablé con ellos; los escuché. No soy de guardar rencor.

NB: Y aun así recuerda el número… Siete.

AY: Nunca había sufrido ataques tan furibundos, como los que sufrió Amos (Oz) en vida. A él lo atacaron salvajemente, así como también obtuvo extraordinarios elogios.

NB: ¿Eso hizo que dudara de sí mismo, esas siete críticas? ¿Regresó a esa sensación a lo largo de todos estos años?

AY: Lo que digo es: mira, hubo siete pésimas críticas por “Viaje al fin del milenio” y mi espíritu permaneció indemne. Estaba enojado, sentí que se trataba de una injusticia, pero jamás caí en una depresión tal como para decir “ya está, no vuelvo a escribir”.

*

NB: A lo largo de estos años nos encontramos y conversamos en varias oportunidades, y en casi todas ellas su pregunta fue “¿con cuáles escritores de mi generación mantienes algún diálogo? ¿A cuáles lees?”. El tema generacional es importante en su visión.

AY: En algún momento me ha dicho que tu generación fue cruel respecto a la generación de autores que la precedió ¿Cuándo dijo eso? —sonríe con una mueca de ingenuidad.

NB:Me lo dijo, alguna vez.

AY: Era una generación consolidada, fuerte, y eran amigos entre ellos. Nosotros les faltamos el respeto, sentíamos que éramos diferentes de ellos, más conectados con la escritura moderna. El mundo de los escritores de aquella generación era complejo y difícil, con la creación del nuevo estado. Ellos no se creían capaces de escribir una historia que siguiera el derrotero marcado por Kafka, y yo sí.

NB: Habla mucho de la amistad con tus coetáneos, en especial con Amos Oz. A través de ellos obtienes una imagen más precisa de tu escritura y del lugar que ocupas.

AY: Fui amigo de Kenaz (Yehoshúa Kenaz, novelista), pero la amistad que tuve con Amos Oz fue la más significativa. Nos mostrábamos nuestros manuscritos, nos señalábamos errores uno al otros. Eso es una muestra de confianza. Éramos, hasta determinado límite, amigos. Por ejemplo, del asunto con Galia (la hija de Oz) solo tuve una noción parcial. Lo quise, amaba en él la precisión y la honradez.

NB: Dijiste “amistad, hasta determinado límite”.

AY: También había, sin duda, una cuota de celos. Celos que pude superar sin que peligrara nuestra amistad. Sobre este punto, Ika oficiaba de guardiana. Él obtuvo más premios y tuvo mayor reconocimiento y fama, en especial en el exterior. No envidié a demasiados escritores, por lo que toda la energía de mi envidia la canalicé en él. También él sentía cierta envidia hacia mí, porque la investigación académica se ocupaba más de mí que de él. No sé si en tu generación hay algo así, un hermano gemelo contra el que te comparas.

NB: No tenemos ese tipo de rivalidades hermanadas.

AY: Eso no está bien, siempre es necesario un gemelo para enfurecerse contra él y al mismo tiempo amarlo. Te arrastrará hacia adelante y luego tú a él. Hay otro asunto, que es el de la responsabilidad: yo sentí responsabilidad por la imagen política y moral de Israel. En tu generación eso no ocurre demasiado.

NB: Quizás porque el lugar del escritor como expresión moral y política ya no existe. No solo en Israel.

AY: En mi opinión, eso va en desmedro de la escritura. Ustedes están permanentemente ocupados en invenciones: un padre asesinado, niños raptados, ese tipo de historias inverosímiles. ¿Por qué? Porque algo de la relación que existe entre nosotros parte del tema político. Hemos discutido fuertemente sobre este punto, más de una vez. Si asumen responsabilidades, serán escritores más relevantes. Quizás no reciban el reconocimiento que nosotros logramos, que es un poco especial porque se dio una situación así después de las conquistas de la Guerra de los Seis Días. Los grandes escritores no sabían qué posición tomar y nosotros salimos con una opinión tajante: la paz es necesaria. Y en general, el mundo en el que ustedes escriben es complejo, las cosas fueron más sencillas para nosotros, no tuvimos que competir contra Netflix y todo eso. Pero ustedes les escabuyen a las cosas; por ejemplo, el tema palestino ya los aburre. Y créeme que aún es un tema fascinante.

NB: ¿Puede comprender cómo fue que la idea de la paz israelí-palestina, que estuvo en el centro de la experiencia política de su generación, fue arrojada a los márgenes de la discusión pública en los últimos años?

AY: Puedo verlo. Arafat contribuyó mucho con este estado de desesperanza. Es el único líder de la historia que solo buscó el caos, y fue por eso que tuvimos la segunda intifada, que nos causó una gran conmoción. Confiábamos también en que el mundo nos ayudaría a resolver el conflicto —y nos decepcionaron. Es por eso que viré hacia la idea de un único estado. Comprendí que lo que se necesita es una nueva visión. Puedes verme: tengo ochenta y cinco años, estoy enfermo de cáncer, no falta mucho para que muera y ni aun así dejo de lado el tema palestino. Voy a revelarte algo: voy a escribir una obra de teatro en la que el asunto palestino tiene un rol destacado. Ya no puedo escribir prosa, es algo demasiado demandante para mis pocas fuerzas. Pero dramaturgia sí, aún puedo hacerlo. Tengo un plan y ese será mi testamento político: invitar a los palestinos a que se sumen a la experiencia israelí. Fíjate en Mansour Abbas (político palestino): él será, en esencia, un compatriota.

NB: ¿Dice que él se hará israelí?

AY: Sí. Esa es la esencia israelí que triunfará. Y esa relación entre la religión y la nacionalidad que el profeta Moisés creó en el Sinaí —y que fue siempre nuestra desgracia— terminará. Tendremos un ministro de defensa musulmán y viviremos una identidad israelí que resultará atractiva.

NB: ¿Un ser israelí en abstracto? Eso nunca ocurrirá.

AY: Ocurrirá. Nosotros ya no estamos en posición de perorar acerca de la justicia bíblica y de la moral judía. Valiente moral fue la que pudimos exhibir aquí. A través de los árabes comprenderemos cosas sobre nosotros mismos, cosas que no pudimos entender en dos mil años. A través de los árabes generaremos —para nosotros y para ellos— una nueva identidad. Te lo digo: vivirán junto a nosotros, aquí. Ellos deberán renunciar a una parte de su identidad y también nosotros deberemos hacerlo, con lo que se producirá algo novedoso. A lo largo de todos estos siglos nos hemos asimilado a otros pueblos y solo logramos que nos exterminaran, que nos expulsaran, que nos encerraran. Llegó el momento en que ellos formen parte de nosotros. Eso, al final, será para bien.

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