AgenciaAJN.- El ex presidente de Uruguay (1985-1990/1995-2000), el Dr. Julio María Sanguinetti, recibió este lunes en el Salón Dorado del Teatro Colón el Premio Ben-Gurión 2024 por la Paz, entregado por la Asociación Argentina de Amigos de la Universidad Ben-Gurión del Néguev.
Discurso completo:
Este ha sido un acto muy particular cargado de emoción, de contenido y de fraternidad a través de la presencia de todos los que aquí han pasado. Naturalmente, recibo este premio como un reconocimiento a mi país, a mis mayores y a mi familia. Ortega y Gasset hablaba de las causas de la razón y las causas del destino, y esto para mí ha sido una causa del destino.
El nostálgico privilegio de la edad me permite contarles a ustedes que a los cuatro años, en el primer recuerdo de mi vida, vi al acorazado alemán Graf Spee en la bahía de Montevideo luego de la batalla del Rio de la Plata. Y lo vi alejarse cuando mi país le impuso la salida al acorazado alemán, este pequeños país sin ejército. Para luego hundirse. Ese es el primer recuerdo que tengo de mi vida, y eso es el compromiso.
Mi familia argentina está acá, está mi hermana. Mi padre era escribano, se había anotado de voluntario en una convocatoria que se había hecho para la Segunda Guerra Mundial. Lo vi uniformado en un batallón de infantería que en mi mente juvenil lo imaginaba participando de la guerra. Y hoy es el recuerdo entrañable de esas causas que nacen con nosotros mismos y que felizmente también en lo colectivo nuestra sociedad asumió con ese mismo compromiso.
Porque en el nacimiento del Estado de Israel hay una parte de pasión uruguaya desde el primer día a través de la lucha del presidente Luis Batlle Berres, del canciller Óscar Secco Ellauri y de los embajadores Enrique Rodríguez Fabregat y Óscar Secco Ellauri, que fueron miembro de la comisión de los 21 que hizo la partición de Palestina y creó los dos Estados. Esos dos Estados que desgraciadamente no aceptaron los Estados árabes de la época, lo que nos hubiera ahorrado todo este largo medio siglo, casi un siglo de dolor, sufrimiento y penuria que todavía nos sigue doliendo a todos.
Hubo los dos Estados, se crearon los dos Estados. Y se delimitaron los dos Estados. Tengo los recuerdos de los que participaron en la división. Hace poco tiempo un periodista me preguntaba ¿por qué había un agrimensor en la misión diplomática? Y le respondí que había que hacer mapas y medir tierra. Y hasta eso se hizo entonces. Estuvieron los dos Estados.
La intransigencia y el radicalismo lo impidió. Y lo impidió en aquel tiempo en que el fenómeno dramático, trágico, inédito y singular en la historia de la humanidad para su pesar del Holocausto pesaba tanto como pesaba entonces. Y eso está en la base, existe, de la creación del Estado de Israel.
Esa comisión que trabajó y luchó, que hasta el último minuto tuvo que conseguir el voto, porque eran dos tercios de votos. Se llegó hasta el último voto. Weizmann le habla a Léon Blum porque faltaba el voto de Francia, faltaba uno. Fue el último gran momento en que Estados Unidos y Rusia pudieron entenderse, a partir de ahí vino la Guerra Fría.
Y ahí Israel pasó a ser otra cosa también, porque el devenir del tiempo y su lucha pasaron a mostrar no solo aquel país que necesitaba un hogar, aquella nación histórica que necesitaba un hogar, el hogar judío que había reclamado Balfour en el ’17. El hogar judío que había reclamado la Sociedad de Naciones en el ’18. Algo más, porque pasó a ser un enclave de valores, la democracia que aún hoy sigue brillando en el medio de un área en la cual no es la libertad la norma ni el respeto a los derechos humanos la convivencia permanente. Israel pasó a ser algo mucho mayor que eso y tuvo que luchar por su existencia desde el primer día.
La guerra del ’48 de la Independencia, el ’56 en el Suez, el ’67 la de los Seis Días, y estuve como periodista en esos días en Israel, en el ’73 la de Iom Kippur, ’81 y ’82 en el Líbano y dos intifadas en el medio, siempre luchando por esa subsistencia. No estamos hoy tampoco en la misma situación. En el ’48 cuando nace Israel tiene que enfrentar a los ejércitos de cinco Estados, con cinco ejércitos organizados, con este precario ejército que había armado Ben-Gurión con las armas que había conseguido Shimon Peres en Francia. Un ejército improvisado hijo de la pasión y del sentimiento.
Hoy no es así, porque felizmente se ha avanzado. Egipto y Jordania reconocieron e hicieron la paz. La figura de al Sadat la tenemos que recordar hoy también porque pagó con su vida el precio de la paz, y lo hizo. Lo mismo pasó con Rabin y con tantos otros, pero todo este sacrificio fue consolidando la imagen de una democracia respetuosa de los derechos, que ha tenido que luchar por su sobrevivencia primero con un cúmulo de Estados, hoy con muchos menos.
Los Acuerdos de Abraham también abrieron espacios: Marruecos, los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin. Es decir, este episodio o esta guerra del 7 de octubre se desata en el momento en el que se podía comenzar la conversación con Arabia Saudita, porque ese es el detonante. Estalla por eso, porque se quería impedir el avance de este acuerdo que iba a llevar a la paz. Y eso son las dos organizaciones terroristas que desgraciadamente, la hipocresía de Irán, que ahora ya desnuda su condición al participar en la guerra directamente, aparece detrás de este fenómeno.
Pero el tema es el terrorismo y la dificultad diplomática. Se le pide a Israel que cese el fuego. ¿Y los rehenes? ¿Y el reconocimiento? ¿Cesamos el fuego sin los rehenes? ¿Es eso posible, es eso pensable? ¿Es eso ético? ¿Tiene alguna lógica militar, civil o humanitaria o es simplemente un acto de claudicación?
Es difícil la búsqueda de la paz, es difícil, es un camino doloroso, penoso, ha costado muchas vidas. Pero no tengo la menor duda de que una vez más, Israel prevalecerá. Y prevalecerá su democracia, prevalecerá su libertad, prevalecerá ese 20% de población árabe que también vive adentro de Israel, que son ciudadanos israelíes y que integran el Parlamento, porque debe decirse eso también cuando se habla de colonialismo o cuando se habla a veces de lo que es la discriminación. Todo lo contrario. Pero por encima de todo, que es lo que a mí más preocupa y quiero subrayar por encima de cualquier cosa, es el fenómeno de civilización.
No es solo el terrorismo contra Israel, es el terrorismo contra los valores de Occidente, es el terrorismo contra el sistema de las libertades, es el terrorismo que nos llevó aquí en la AMIA, o el terrorismo del Bataclán en Paris, o el terrorismo de las Torres Gemelas, es el terrorismo contra todo lo que significa Occidente. Y eso no es una expresión particularista frente a las otras áreas de cultura del mundo, porque nuestra cultura humanista está justamente. Es el sentimiento de pertenencia y esa búsqueda de paz. Y eso es Israel, y eso representa Israel. Por eso a los 70 años de Israel escribí un libro que se tituló ‘‘La trinchera de Occidente’’, porque creo que allí ha estado nuestro límite y nuestra barrera.
Si cae Israel caen detrás todos nuestros valores, porque al día después está incendiado Occidente también. Lo digo porque creo con convicción y profundidad de que esto es así. ¿Qué es Occidente? No es un accidente en la historia. Occidente es Jerusalem, es la igualdad de las tablas de la ley del judaísmo, es la piedad cristiana, es el sentido de libertad y racionalidad aristotélica del pensamiento griego. Es la organización jurídica y la convivencia de Roma. Eso es Occidente, un conjunto de valores, un sistema de vida, una filosofía, un espíritu, eso es Occidente, eso es Israel, eso es lo que estamos celebrando acá, eso es lo que significa el compromiso de nuestra presencia, no solo un recuerdo, un premio que gratifica y emociona en lo personal, pero que por encima de todo lo que significa es la renovación de los compromisos, la fe en la libertad, la fe en la paz, la fe en la democracia. Viva Israel.