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Sin embargo, su llegada al poder y el hecho de que no era musulmán le ganaron muchos enemigos, lo que llevó eventualmente a su caída.
Abhun era un budista que estaba aceptando a los musulmanes, judíos y cristianos, y que quedó impresionado con al-Dawla, a quien primero designó recolector de impuestos en Baghdad y en 1289 Gran Visir de todo el reino. Según el historiador Heinrich Graetz, la llegada de Sa’d al poder causó una “gran irritación” entre los musulmanes, quienes “estaban acostumbrados a aborrecer a los judíos y a los cristianos y a considerarlos perros infieles”.
A principios de 1291 Arghun se enfermó y los oponentes de al-Dawa lo acusaron de envenenar al monarca. Cuando estaba claro que el líder iba a morir, tomaron ventaja de esto y asesinaron al Gran Visir. Dos días más tarde murió el rey. El destino fatal y violento de Sa’d fue luego compartido por miembros de su familia y siguió a manifestaciones antijudías en varias ciudades.