Por Claudio Epelman, director ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano
Mucho hablamos y seguiremos hablando de las diferentes crisis que desató el COVID-19 en lo sanitario, en lo social, en lo económico, y en cualquier tema que toquemos. Ningún aspecto de nuestra vida parece ser ajeno, mientras escribo esta nota, a las consecuencias del virus.
Quien diga que tiene alguna certeza sobre cómo o cuándo se atarán esos cordeles sueltos, corre el serio riesgo de quedar en offside como los falsos profetas que los sabios registraron en la historia solo para que aprendamos a no confiarnos.
Ya dijimos que nada será normal, entendiendo como normalidad a la que conocíamos, y que tenemos el desafío que ser tan inteligentes como podamos, y aún un poquito más, para que los cambios que sin dudas se producirán tengan un efecto positivo. Estos conceptos comprenden las diversas áreas de la vida social de nuestro tiempo, y la comunidad judía no es ajena a ello.
Cuando comenzamos la cuarentena, con muchas incertidumbres como ahora, teníamos claro que enfrentábamos un Pesaj distinto. Podíamos predecir pocas cosas, y una de ella era que en Pesaj no tendríamos un seder con familia y amigos como habitualmente lo hacíamos Grandes discusiones hubo entre rabinos acerca de cómo debíamos prepararnos para este Pesaj especial, que terminó siendo singular. Algo curioso ocurrió finalmente en muchas casas, donde zoom permitió que se reuniera más familia de lo que habitualmente ocurría. En el caso de mi familia pudimos compartir la cena con mis hermanos y mi mamá, todos desparramados por el mundo., pero juntos para Pesaj… ¡wow!
Internet y la cuarentena permitieron a las comunidades volver a encontrar quienes emigraron, regenerando los vínculos personales que nos hacían y nos hacen comunidad. Esto fue curioso y único. Entre tanto, cada organización de la comunidad comenzó a desarrollar propuestas virtuales para sustituir las actividad de la vida comunitaria judía presenciales. Las propuestas comenzaron a crecer y crecer y de repente se demostraron algunas cosas:
– Había cada día más actividades
– Podíamos participar en actividades de diversas organizaciones, inclusive de distintas ciudades y países.
– Los organizadores pudieron convocar a disertantes que en otro momento hubiesen sido impensables.
– Desde la perspectiva de los organizadores hubo algo también especial: en las convocatorias había más gente ¿pero quienes eran estos nuevos participantes?
– Gente que antes estaba alejada de la comunidad y gente que vive lejos pero que tenía una marca puesta por la comunidad, y de repente zoom se convirtió en un puente que logró vincularlo nuevamente con la comunidad.
– Otros que descubrieron propuestas valiosas para desarrollarse como judíos.
El tiempo pasó, y después de Pesaj vinieron Iom Hashoa, y otra vez muchos nos encontramos virtualmente recordando primero y una semana después festejando la independencia de Israel.
Los límites de la comunidad cambiaron y se expandieron. El concepto de comunidad también entró en la crisis, y de ella saldrá con otro significado. La pandemia develó la endeblez de la raza humana. Eso es innegable. Pero también nos hizo descubrir la importancia del “pertenecer”.
El desafío es cómo construir virtualmente los vínculos interpersonales e inter comunitarios, algo que parece difícil pero no imposible. Este desafío demanda que algunos fijen el norte y dediquen tiempo a hacerlo en forma organizada, pero con involucramiento de quienes han demostrado tener las ganas. Sin la iniciativa de los miembros de las comunidades nada de esto se nos hubiera ocurrido.
Estamos todos cerca, recreando vínculos que estaban cortados quizá viviendo a diez cuadras de distancia, generando nuevos donde no los había, y las posibilidades que se abren son tan grandes, que si no nos damos cuenta ya, habremos perdido una gran oportunidad.
Mucha gente quiere y siente la necesidad de volver, aprovechando esta nueva manera de encontrarnos, a la comunidad que los vio nacer, a la que los vio crecer como, y en la que formaron sus familias. Y esas comunidades tienen que salir a buscarlos.
Cómo comunidad y especialmente como dirigentes tenemos la obligación y la chance de ayudar a que ello ocurra.
Pensemos en todo aquello que hoy podemos lograr gracias a “los Zoom”. No nos quedemos con sentarnos a ver qué personaje o qué temas le interesan a más personas para una conferencia. Si nos quedamos solamente con eso, pasaremos a la historia como la generación que perdió, por administrar una crisis, una oportunidad como la que no había tenido en cinco mil años.