La fuerza aérea de Israel bombardeó durante una semana al grupo Hamas en Gaza, con la esperanza de destruir los lanzacohetes que amenazaban las ciudades israelíes.
Los ataques fracasaron. A pesar de la destrucción, ayer Hamas pudo disparar 30 misiles contra Israel, algunos capaces de alcanzar ciudades a 40 kilómetros de distancia de Gaza.
Hamas se viene preparando para este conflicto desde hace meses. La semana pasada, un militante de alto rango de Hamas explicó que el grupo había modificado sus operaciones con lanzacohetes para sobrevivir al esperado ataque aéreo israelí.
Antes, las unidades militares de Hamas remolcaban sus vehículos hasta una determinada posición y, desde allí, lanzaban los cohetes, una táctica casi suicida si se considera que la semana pasada los jets, helicópteros y aviones teledirigidos de Israel patrullaban el espacio aéreo de Gaza.
En cambio, agregó el funcionario de Hamas, ahora sus hombres cavan túneles y hacen extensos tendidos de cables que les permiten realizar los lanzamientos a distancia.
Los misiles, dijo, son ahora disparados desde armazones improvisados o incluso desde el gato de los autos, y la recarga se hace desde la red de túneles. "Así perdemos un tubo o un armazón que cuesta diez dólares, y no soldados," agregó el funcionario. Los miembros de Hamas recibieron órdenes de cambiar sus uniformes por ropa de civiles y de mantener sus armas ocultas entre la ropa.
La capacidad de Hamas de seguir lanzando cohetes presenta un serio dilema para Israel. ¿Cómo logró Hamas, sitiado desde hace más de una año por Israel, reunir un arsenal que puso en peligro a más de 750.000 ciudadanos israelíes? ¿Y pueden los israelíes erradicar las armas y el liderazgo de Hamas, que ha construido una red de túneles y refugios subterráneos en toda la Franja de Gaza?
En el interior de una de esas redes de túneles, Ahmed Jaabari, de 49 años, comandante militar de Hamas, se preparaba para la batalla de su vida.
Como todos los líderes de Hamas, Jaabari, un hombre corpulento que prefiere los uniformes camuflados, vive en la clandestinidad desde que Israel comenzó su ofensiva, un día después de que venciera el cese del fuego de seis meses acordado entre Hamas e Israel. Y por una buena razón: el jueves pasado, una bomba de una tonelada lanzada sobre el hogar de Nizar Rayyan, un líder de Hamas, acabó con su vida y la de parte de su familia. El sábado, otro dirigente de Hamas, Abu Zakaria al-Jamal, murió víctima de un ataque aéreo.
Hasta ayer, 400 blancos, incluidas todas las oficinas de Hamas, centros de control y de comando, habían sido destruidos y cientos de sus militantes habían muerto. Sin embargo, Hamas pudo lanzar 430 cohetes. ¿Cómo?
La asistencia de Irán
La respuesta se remonta al programa de abastecimiento y entrenamiento cada vez más sofisticado del que Hamas dispone gracias a la ayuda de Irán. Hamas cuenta con alrededor de 15.000 militantes armados, una fuerza disciplinada que ha construido túneles subterráneos en toda Gaza, donde viven un millón y medio de palestinos en condiciones de pobreza y hacinamiento.
La organización ha dividido Gaza en seis regiones, cada una a cargo de una brigada. "Si los israelíes nos atacan, se encontrarán con combatientes que emergerán de bajo tierra para enfrentarlos con armas de avanzada", dijo Jamal Jarah, un vocero de Hamas, antes del ataque terrestre.
Durante la tregua de seis meses, Hamas importó de Irán cohetes de largo alcance de diseño ruso a través de los túneles transfronterizos e incrementó la producción doméstica de cohetes Qassam fabricados en talleres clandestinos.
Según un comandante de Hamas, el grupo también empezó a enviar sus tropas de elite a Teherán hace dos años, para entrenarse en tácticas de combate y armas tecnológicas. Muchos regresaron como instructores. "Todos han trabajado hasta el límite de sus fuerzas," dijo el oficial de Hamas.
Israel conoce los riesgos. "Incluso si ocupamos algunas zonas de Gaza, sólo será «la superficie de Gaza», mientras que la «Gaza subterránea» seguirá desafiándonos", afirmó un oficial de Israel. Como siempre, habrá víctimas civiles.
Traducción de Jaime Arrambide
La Nacion