Inicio Organización Sionista Mundial OSM | Sergio Edelstein: “La dedicación y responsabilidad por asegurar liderazgo en la diáspora va más allá de la política”

OSM | Sergio Edelstein: “La dedicación y responsabilidad por asegurar liderazgo en la diáspora va más allá de la política”

Por M S
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Itongadol.- Sergio Edelstein, titular del departamento de Noar Jalutz y Dor Hemshej de la Organización Sionista Mundial (OSM), dialogó con ItonGadol sobre los desafíos que enfrentan los jóvenes judíos en la actualidad y la relevancia de la Academia de Liderazgo Sionista como un proyecto clave para formar una nueva generación de líderes comprometidos con Israel, tanto en el presente como en el futuro.

-¿Cuándo comenzó el proyecto de la Academia de Liderazgo Sionista?

-La Academia es parte de la visión con la que creamos este departamento en 2020. A diferencia de muchas iniciativas en el mundo sionista, nosotros apostamos a un proceso a largo plazo, aunque sabemos que en política esto es un desafío debido a las elecciones cada cinco años. Sin embargo, creemos que es fundamental consolidar las futuras generaciones de líderes comunitarios para que, en 20 años, quienes dirijan las comunidades estén mejor preparados y cuenten con una caja de herramientas más profesional.

No podemos darnos el lujo de esperar 15 años porque hoy en día muchas comunidades carecen de liderazgo. Por eso, decidimos invertir en distintas etapas: la época de la Tnuá, la universitaria y la Academia, enfocada en jóvenes de 25 a 35 años.

-¿Cómo definiría este proyecto?

-Desde 1992, me dedico profesionalmente al trabajo con jóvenes en el mundo judío, desempeñando distintos roles, incluyendo dos mandatos como chairman del Consejo Mundial de Movimientos Juveniles. Siempre tuve claro que no podemos dejar el liderazgo al azar, esperando que surjan líderes como en el pasado.

Junto con Ariel Goldgewitch, Director Ejecutivo de nuestro departamento, y todo nuestro equipo, tomamos la decisión en 2020 de asumir un rol activo y preguntarnos: ¿cuál es nuestro aporte? ¿Cómo acompañamos el proceso que atraviesa un joven desde la adolescencia hasta los 35 o 40 años, cuando toma conciencia de la importancia de su comunidad?

El éxito de la Academia ha sido notable y rápido. Por ejemplo, en Uruguay, el actual y el anterior presidente de la Organización Sionista Uruguaya (OSU) son graduados de este programa. Lo que podría haberse considerado un proceso de años ya está dando frutos.

-¿Se ha especializado en este rango etario?

-Sí. Mis estudios en Israel se centran en Administración Educativa, y desde 1992 me dedico a este ámbito de manera profesional.

-Comparando con el inicio del proyecto, ¿cómo han cambiado los jóvenes?

-Si analizamos la situación en perspectiva y revisamos investigaciones como las de Pew en Estados Unidos o el JPPI en Israel, es evidente que la realidad juvenil de los años ‘90 o principios de los 2000 es muy distinta a la actual.

Antes, los jóvenes tenían una relación más estructurada con sus comunidades. Hoy, el mundo es más abierto y desafiante. He trabajado en universidades de EE.UU. donde alrededor del 14% de los estudiantes son judíos, y su conexión con Israel y su identidad ha cambiado enormemente.

Siempre he trabajado con jóvenes de entre 18 y 25 años, lo que me permite observar los cambios generacionales y contrastar lo que leo en estudios académicos con la realidad en el aula. La situación actual es preocupante.

Más allá de ideologías o corrientes religiosas, lo fundamental es garantizar la continuidad del liderazgo comunitario. No importa si quien lidera la OSA o el Consejo Sionista en México proviene de una corriente u otra, sino que haya personas comprometidas con el sostenimiento de colegios judíos y organizaciones comunitarias.

Desde el departamento impulsamos proyectos que integran la educación formal de los colegios con la educación no formal de los movimientos juveniles. Es nuestra responsabilidad unir esfuerzos y aprovechar los recursos humanos para llegar a cada niño y joven judío.

-El 7 de octubre marcó un punto de inflexión. ¿Cómo impactó en la juventud judía de la diáspora?

-El 7 de octubre fue un golpe fuerte para los jóvenes judíos en EE.UU., Europa y Australia. En Latinoamérica, aunque el antisemitismo no se visibiliza tanto como en otros lugares, la situación es preocupante.

En EE.UU., la cultura del siglo XXI fomenta la defensa del más débil, y el joven americano liberal enfrenta dilemas incómodos. No le resulta fácil identificarse ciegamente con Israel. Desde el 7 de octubre, muchos se reconocen como judíos, pero su identidad primaria sigue siendo la de estadounidenses, como sus compañeros de universidad.

El desafío es evitar que esta desconexión avance al punto de que no quieran asumir liderazgos en AIPAC o en la Jewish Federation of New York. Sabemos que lo que sucede en EE.UU. impacta en Latinoamérica con el tiempo, y eso nos preocupa.

Por eso, apostamos por iniciativas como la Academia ZLA y WAY, para fortalecer el vínculo de los jóvenes con su identidad y su comunidad.

-En este contexto, la educación parece ser clave.

-Sin duda. Cuantos más espacios brinden a los jóvenes herramientas e información, mejor. Hoy no leen enciclopedias ni diarios en papel. Se informan a través de X (Twitter) e Instagram, donde predominan frases y eslóganes simplificados.

Si logramos que las escuelas judías, los movimientos juveniles y las federaciones sionistas les proporcionen marcos de aprendizaje y análisis crítico, podremos evitar la desconexión.

Un ejemplo concreto es lo que ocurre con estudiantes judíos en universidades europeas. Algunos terminan su doctorado en Israel y postulan para postdoctorados en Europa, pero muchas veces ni siquiera reciben respuesta. Y no se trata solo de israelíes, sino también de judíos europeos que sienten que están siendo señalados.

-El hashtag #FreePalestine ha sido un fenómeno global. ¿Por qué el mundo judío no ha logrado generar una respuesta similar?

-El éxito de ese tipo de campañas radica en su simplicidad. Muchas personas que usan la consigna “Free Palestine” desconocen completamente su significado geográfico o histórico. En entrevistas en CNN, algunos ni siquiera saben a qué “mar” o “río” se refieren.

La desinformación y el activismo basado en emociones son características de esta generación. El problema es cuando los propios jóvenes judíos desconocen estos conceptos y no pueden responder ni siquiera las preguntas más básicas en un debate.

En cuanto a la falta de una respuesta efectiva, la política juega un rol clave. En Israel, hay sectores que consideran que cualquier crítica a Israel es necesariamente antisemitismo, mientras que en EE.UU. se diferencian posturas entre antisionismo y antisemitismo. Esa división interna dificulta una estrategia comunicacional unificada.

-La Organización Sionista Mundial es una entidad política con elecciones cada cinco años. ¿Cómo afecta esto al trabajo en liderazgo y educación?

-Sabemos que trabajamos en un entorno complejo. Pero hay temas que deben trascender la política.

La lucha contra el antisemitismo, la formación de liderazgo en la diáspora y la educación judía son cuestiones fundamentales que no deberían estar sujetas a divisiones partidarias. No importa si una escuela es religiosa, laica o conservadora en EE.UU.; lo importante es que los jóvenes sigan conectados con su identidad y con Israel.

Desde mi infancia en el Hanoar Hatzioni en Uruguay, siempre me he identificado con la visión de Ajad Haam, que concebía a Israel como un centro cultural que irradia a la diáspora. No pienso que todos deban vivir en Israel, sino que cada persona debe encontrar su propio camino. Para algunos, la autorrealización es en Israel, para otros no, somos un pueblo disperso, pero eso no implica que no podamos ser unidos. A veces, en momentos de crisis, debemos enfocarnos en lo que nos une, en lugar de resaltar siempre los que nos diferencia.

-Para quienes lideran comunidades, ¿cuál es el mensaje clave en este momento?

-No podemos postergar la acción. No ayer. No mañana. Hoy.

Es nuestra responsabilidad actuar para fortalecer la educación judía, apoyar a los jóvenes en sus 20 y proporcionarles oportunidades y herramientas para que no se desconecten. Y debemos hacerlo juntos.

El 7 de octubre nos dejó una lección clara: si no estamos unidos, nos devoran desde afuera.

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