Por HENRIQUE CYMERMAN .Los protagonistas de la cumbre del alto el fuego de Sharm El Sheij, el primer ministro israelí, Ariel Sharon, y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina Mahmud Abbas (Abu Mazen),han vuelto a casa para enfrentarse con sus respectivas intifadas internas.
El nuevo rais se encuentra con la amenaza de los radicales integristas de Hamas y la Yihad Islámica, que afirman que la tregua pactada no es vinculante para sus movimientos. Abu Mazen, que aún no ha logrado formar gobierno en la ANP y que mantiene fuertes tensiones con su primer ministro, Ahmed Qurei (Abu Ala),más escéptico ante el proceso negociador con Israel, dedicará los próximos días al diálogo con los grupos integristas islámicos. El objetivo: convencerles de no desmarcarse de la tregua y no volver a los atentados y ataques.
El portavoz de Hamas, Mushir Al Masri, dejó claro que «la cumbre fue decepcionante y el acuerdo de tregua sólo refleja la posición de la ANP y no la de las facciones palestinas, entre ellas Hamas. Nosotros sólo nos comprometimos a una calma y la vamos a respetar para permitir que Abbas asuma su papel y presione al enemigo», añadió. Un miembro de la delegación de Abu Mazen en Sharm explicó a La Vanguardia que Hamas rechaza una hudna o alto el fuego en todos los frentes ya que considera que el rais tiene que cobrar un precio más alto a Israel a cambio de ese tipo de tregua, previa a la situación de paz. Sin embargo, conscientes de que ése es el deseo de gran parte de la población de Cisjordania y Gaza, exhausta de la intifada, y ante la presión de Abu Mazen, aceptaron unirse a la llamada tahdie,o situación momentánea de calma, sin compromisos a más largo plazo.
Hamas, que en las dos primeras fases de las elecciones municipales palestinas obtuvo victorias sin precedentes, se prepara ahora para su primer examen en los comicios legislativos previstos para julio. Será la primera vez que el principal grupo integrista palestino tendrá diputados en el Parlamento palestino, y tanto Abu Mazen como su movimiento Al Fatah temen un éxito electoral muy significativo de los integristas.
Mientras el rais se prepara para el diálogo con los radicales, la tregua será puesta a prueba cada día. Ayer mismo, un militante de Hamas perdió la vida en una explosión en Jan Yunes, al sur de Gaza, y dos personas resultaron heridas; el Ejército israelí, que recibió órdenes de congelar sus acciones militares a excepción de los llamados bombas de relojería humanas a punto de actuar,reaccionó rápidamente para subrayar que no estuvo involucrado en ninguna operación y que «probablemente se trata de una explosión provocada por un accidente de trabajo» (léase la preparación de explosivos).
Mientras tanto, Sharon volvió del mar Rojo a Jerusalén triunfal y aplaudido por los medios de comunicación y por gran parte de los israelíes, según varias encuestas. Aun así, tras aterrizar en Israel el miércoles por la tarde no tuvo ni tres horas de gracia. Por la noche, el ministro de Asuntos Exteriores, Silvan Shalom, y el presidente de la Knesset (Parlamento), Reuven Rivlin, del Likud, anunciaron que se unen a los trece diputados rebeldes de su partido y al Consejo de Colonos de Gaza y Cisjordania, exigiendo un referéndum sobre la retirada de Gaza y el desmantelamiento de 21 asentamientos de la franja y de cuatro del norte de Cisjordania.
Según Shalom, el calendario de la retirada, prevista para julio de este año, no se vería afectado por el referéndum. Ayer Rivlin añadió que «lo más importante es que la consulta en las urnas evite una guerra fratricida en la sociedad israelí». Aunque la situación de Sharon en el Parlamento es frágil y no ha logrado aún aprobar los presupuestos del 2005, su respuesta no se hizo esperar: «No me doblegaré a las amenazas y no habrá referéndum. Las declaraciones sobre el peligro de una guerra civil son sólo para impedir el plan de desconexión (la retirada)».
Su socio, el primer ministro adjunto y líder laborista Shimon Peres, afirmó ayer que se trata de un grave intento de arrebatar al Estado, al Gobierno y al Parlamento su derecho a tomar decisiones. Un ministro laborista comentó a este corresponsal que, en su opinión, si Sharon se ve arrinconado en el Likud, optará por elecciones anticipadas, ya que se encuentra en su momento de más popularidad.
En la derecha israelí critican duramente al líder del Likud porque la ley de desmantelamiento de las colonias y de indemnización de los colonos está siendo aprobada gracias a los votos de los diputados árabes. La respuesta del primer ministro fue ayer contundente: «¿Será que los diputados árabes no son ciudadanos del país, como todos?».
Mientras en Sharm Sharon comía por primera vez con el líder del mundo árabe, el presidente egipcio Hosni Mubarak, con el rey jordano Abdallah y con el nuevo presidente palestino, y declaraba el fin de la violencia, Sharon preguntó a un ayudante al oído: «¿Cómo ha votado Dany Benlulu en la comisión de Finanzas sobre la ley de desmantelamiento?», refiriéndose a uno de los diputados del Likud menos conocidos, flirteado por los rebeldes. «Se fue al baño y luego votó en contra; la ley fue aprobada con el voto de Mohamed Barake (árabe ex comunista)», le contestó el asesor. Con Abbas, Mubarak y Abdallah, Sharon se las arregla muy bien; el problema es si logrará hacer lo mismo con los rebeldes de su partido.
Fte LVD