-En qué es usted judío?
–En que fui señalado como tal y lo acepté. Vivo una vida que un día me decidieron…
–Y decidieron que le tocaba a usted ser exterminado…
–Sí: a los 14 años fui enviado al campo de exterminio de Auschwitz por eso, por judío.
–Auschwitz casi «inventó» a los judíos: impartía marchamos de judaísmo, ¿no?
–¡En cierto modo, sí! A familias cristianas se les decía «¡sois judíos!» a causa de algún ancestro, y su destino por ello era Auschwitz.
–¿Cuánto tiempo estuvo en Auschwitz?
–Primero me llevaron a Auschwitz, y después al campo de trabajo de Buchenwald. En total, un año y medio de mi vida.
–¿Qué sensación le dominaba allí?
–El aburrimiento.
–Creía que me diría: «el horror».
–Eran el aburrimiento y la espera. Siempre esperábamos… ¡que no sucediera nada!
–¿Recuerda alguna escena en especial?
–En mi novela «Sin destino» recreé mis recuerdos, y así pude enterrar la realidad bajo mi invención. Recuerdo mi invención.
–¿Hubo allí algún momento… bello?
–Una fila de prisioneros camina entre barracones mientras refulge un crepúsculo multicolor: la bella naturaleza entre la tortura…
–¿Es posible allí un instante de felicidad?
–Sí.
–¡Resulta obsceno, pecaminoso, sentir felicidad según en qué circunstancia…!
–La felicidad son raros instantes, momentos de excepción, y vivirlos intensamente jamás es pecado ni obscenidad. ¡Es la única justificación de la existencia humana!
–¿Es Auschwitz el acontecimiento capital del siglo XX?
–Sí. Aún más: es el acontecimiento capital del milenio que acabamos de cerrar.
–¡De todo el milenio! ¿Por qué?
–Porque con Auschwitz alcanza su máxima perfección el talento más genuino del ser humano: el asesinato. El asesinato se convierte allí en la ley, la norma, el deber, el trabajo que hay que hacer: ¡esta es la novedad!
–Pero Auschwitz fue, es ya pasado…
–Su existencia es una vergüenza que nos tocará a todos por siempre. ¡A mí me toca!
–¿A usted? ¡Pero si usted fue su víctima!
–No. Auschwitz expresa de lo que es capaz el ser humano, es decir, ¡de lo que yo mismo soy capaz…! Y de lo que usted es capaz.
–¿Somos hijos de Auschwitz?
–Todos lo somos hoy. Auschwitz desbarató todo en lo que el ser humano había creído. Es como salir una noche a divertirte…, y que te expulsen del bar tras propinarte una paliza. Desde Auschwitz no puedes ya instalarte con confianza en el mundo, en el cosmos.
–¿Seguimos hoy viviendo en Auschwitz?
–El sistema mundial del odio no ha cambiado desde Auschwitz… Llevamos su huella en todos los aspectos de nuestras vidas.
–¿Qué aspectos?
–La vida intelectual, artística, literaria, social… Beckett no escribe ni una sola vez las palabras «campo de concentración», ¡pero esa experiencia late en cada página!, igual que lo hace en cada pieza de Giacometti.
–¿Qué hizo usted tras ser liberado del campo de concentración?
–Tenía 15 años y volví a mi país, Hungría, donde se instauró el socialismo totalitario. Viví bajo ese sistema durante 40 años…
–Primero nazis, luego comunistas… ¿No siente usted que le han robado la vida?
–Al revés. Todas esas experiencias me dan ahora vida, porque desde la madurez las puedo reelaborar, estudiar, comprender…
–Y escribirlas. ¡Pero no publicó su primera novela, «Sin destino», hasta los 45 años…!
–Porque evité formar parte de la industria cultural del totalitarismo: no quise ser un escritor aprovechado de sistema tan abyecto.
–No publicaba, pero ¿escribía?
–Sí, porque al escribir recreas el mundo, lo creas de nuevo, y yo lo hacía. No sabía cuándo podría publicar, pero escribía. ¡Sabía que un día eso podría leerse y tendría un sentido!
–Ni publicó… ni tuvo hijos tampoco.
–Para crear algo escribiendo basta con un papel, un lápiz y una habitación: eso lo tenía. Pero si metes un niño que llora en esa habitación… ¡ya no escribes! Y yo quería escribir.
–¿Por encima absolutamente de todo?
–Sí. Suena egoísta…, ¿verdad? Y lo es. Sí. Pero no me arrepiento.
–Tiene una fe colosal en su escritura, veo…
–¡Sí!
–¿Y qué sintió al derrumbarse el sistema?
–Íbamos viendo como se erosionaba… Se intentó un «socialismo con rostro humano»… ¡pero eso es imposible! Es un oxímoron: ¡o hay socialismo o hay rostro humano!
–Se alegró, pues, de aquel derrumbe.
–¡Sí, claro! Pero se dieron también muchos casos de vértigo ante esa libertad: se acababa el cómodo mundo carcelario y había que pisar en el vacío… Ha habido depresiones por eso, suicidios, es todo un problema…
–»Cómodo mundo carcelario»… Uf.
–La vida es un campo de concentración si vives en un sistema opresivo, sin poder liberarte, y adaptado a eso. Lo es para los que crean el sistema y para los adaptados a él.
–Alude a eso en su novela «Liquidación», ¡e incluso cita en ella «La vida es sueño»…!
–La vida como un sueño… «¡El delito mayor del hombre es haber nacido!», dice Calderón de la Barca… Esta es la única explicación plausible del concepto de pecado original. Y Calderón logra expresarlo a la perfección.
–El escritor crea mundos, crea sueños…
–Sí. Como Yahvé, que crea con la palabra.
–El escritor como Dios. ¿Se siente Dios?
–¡No, no, ja, ja…!
–¿Qué estará pensando Dios de nosotros?
–Dios duerme. No está atento.
Fte L.V.D