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IFTACH SPECTOR, EL PILOTO ISRAELI QUE DENUNCIA LA REPRESION A LOS PALESTINOS. Entrevista

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Por Ferrán Sales *

Iftach Spector, de 63 años, es un héroe. General de brigada en la reserva de las Fuerzas Aéreas israelíes, logró sus primeras condecoraciones en la guerra de los Seis Días y en la del Yom Kippur, donde abatió 15 aviones enemigos, para pasar más tarde a ocupar un lugar destacado en la historia al dirigir la escuadrilla que destruyó el reactor nuclear de Bagdad, en junio de 1981. Ahora este piloto de combate jubilado ha vuelto a ocupar la primera página de los diarios de su país. Junto con otros 26 compañeros, ha firmado una carta dirigida al gobierno en la que protesta por la campaña militar contra los palestinos; critica algunos de los métodos utilizados, como los bombardeos a la población civil, a los que califica de ilegales e inmorales, y advierte que la ocupación de Cisjordania y Gaza está corrompiendo a toda la sociedad israelí. Este ha sido su último vuelo. Su último servicio a Israel como piloto de combate.
Aunque apenas son las 10, Iftach Spector apura el enésimo café de la mañana mientras escucha algo que podría ser el Concierto para Piano número 1 de Tchaikovski, después de doblar con cuidado los diarios esparcidos encima de la mesa del salón comedor de su casa, en un barrio residencial de Petah Tikva, a las afueras de Tel Aviv. Sonríe con desconfianza, para luego echar una mirada hacia el jardín, como si oteara el horizonte y tratara de asegurarse una salida de emergencia. Al otro lado de la cristalera, donde se acaba el césped y duerme bajo el sol de otoño una piscina cubierta por una lona azul, está su refugio, un taller de carpintero. Una de sus dos hijas acaba de encargarle una cama grande, capaz de albergar debajo del sommier varios cajones donde esconder cualquier cosa, incluidos los juguetes de los seis nietos. Hoy el trabajo ha quedado a medio hacer.
Alguien podría pensar que Iftach Spector vive medio ocioso tras una agitada vida militar que duró 27 años, a la que puso fin de manera precipitada en 1985, cuando ya había acumulado todos los honores de un piloto que había combatido en las guerras más importantes de Israel. Pero nada de eso. Su vida se reparte entre la dirección de su propia empresa de ordenadores, especializada en programas militares y médicos, y su participación en el Centro Israelí para la Cooperación Internacional, una ONG que ayuda a las comunidades desasistidas en los países en crisis. Desde esta plataforma ha podido palpar en los últimos años la otra realidad del conflicto árabe-israelí, la que no pudo ver desde la cabina de piloto de los viejos Mirage 3C con los que combatió en la guerra de los Seis Días, en 1967; la de los F-4 Phantom que utilizó en la contienda del Yom Kippur en 1973 o desde la cabina de los F-16 que acabó usando al final de su carrera, en la campaña de Líbano.
Pero Iftach Spector tiene además tiempo para escribir. Está trabajando en una novela fantástica de raíces históricas, algo muy diferente a Un sueño en blanco y azul, que publicó en 1992 y donde relató su experiencia en la guerra del Yom Kippur. Aquel libro recibió uno de los premios literarios más importantes de Israel, el Sade Literary Award, que le fue entregado personalmente por el desaparecido primer ministro Yitzhak Rabin. La obra se convirtió en un best-seller nacional, en un triunfo, como lo ha sido cada uno de los capítulos de su vida. Pero, paradójicamente, en su casa –mitad hangar de aviación, mitad kibutz– no se percibe ni una sola huella de sus victorias. En las paredes no hay fotos de su pasado militar. Tampoco hay condecoraciones enmarcadas en cuadros dorados, como sería habitual en el domicilio de un ex militar de esta graduación. Nada.
–Uno se pregunta por qué o cómo alguien puede convertirse en un héroe. Quizás usted lo sepa. ¿Por qué es usted un héroe?
–¿Cómo voy a contestarle? Yo no he vivido ni actuado para convertirme en un héroe. Soy una persona normal.
–Pero la gente en Israel admira mucho a los pilotos. Los considera la aristocracia del ejército. Al menos estará de acuerdo en esto.
–Tampoco puedo opinar. Es otra de esas cosas que nunca he comprendido. Sencillamente, los pilotos son gente que conduce aviones. Nada más.
–En todo caso, le quedará algo de aquella gloria que consiguió en 1981, cuando bombardeó el reactor nuclear de Bagdad.
–No insista. Esto pasó al final de mi carrera, después de años de servicio. Fue una misión como las otras. Desde el punto de vista profesional, no entrañaba ningún problema. Sólo comprendí la importancia histórica de la operación mucho después. Cuando volábamos hacia el objetivo no sabía nada de eso.
–Pero, al menos, dígame cómo se siente ahora que vuelve a ver la película Clouds over Israel (Nubes sobre Israel), que rodó en 1962 y en la que usted hacía el papel estelar de un piloto que ya tenía problemas de conciencia.
–Tampoco fue una cosa importante. Entonces tenía 22 o 23 años. No recuerdo bien. Simplemente, se necesitaba un piloto que hiciera de piloto en una película. El mando decidió buscar un piloto pintón. Y me seleccionó a mí. En esa época era bastante pintón. Pasé dos o tres meses con esa historia. Hice el trabajo lo mejor que supe. No me impresionó para nada. La verdad, ni siquiera me acuerdo de qué se trataba la película. Yo simplemente decía lo que me habían escrito en un papel. Era un muchacho.
–¿Entonces qué le queda de su época de militar? ¿Se siente aún un soldado?
–No, no. De ninguna manera. Psicológicamente, tampoco. No he sido un militar desde el punto de vista emocional. Nunca fui el prototipo de un militar ni de un general.
–¿Por que dejó las Fuerzas Aéreas?
–Mire, en la vida todo tiene un fin. Yo quería ver mundo, hacer otras cosas, ya tenía bastante. Y no tenía ambiciones de llegar más arriba en el ejército.
–¿Cuál fue el objetivo de la carta que firmó con otros pilotos condenando ciertas acciones militares contra los palestinos?
–La carta tiene tres objetivos. Primero, anunciamos que queremos continuar sirviendo a Israel. En segundo lugar, que no queremos cometer actos ilegales e inmorales contrarios a la ley de Israel. Y en tercer lugar, que están ocurriendo cosas muy preocupantes y que la situación se continuará agravando a causa de la ocupación.
–¿Ha tenido problemas por firmarla?
–No. Otros compañeros, sí; pero yo, no. Algunos recibieron amenazas y los amigos les insultaron. Yo he recibido muchas llamadas de teléfono y cartas. Cientos. Pero sólo una muy tonta, que me decía: «Ahora sé que eres un marica».
–¿Qué crítica le hace a Ariel Sharon con respecto al conflicto con los palestinos?
–El primer ministro piensa que con la fuerza es suficiente. Pero no tiene una solución concreta. Y en mi opinión sí la hay. No es que Sharon no lo sepa, es lo suficientemente listo. Pero está contra la solución obvia y no ofrece alternativa. Opino que utilizar la fuerza sin un objetivo político es una forma de corrupción. Es como la mafia. Cuando se usa la fuerza sin limitaciones, sin otro objetivo que la fuerza, nunca hay suficiente…
–¿Cree que se está dañando la imagen del ejército de Israel con cierto tipo de operaciones militares?
–Seguro. Pero lo más importante no es la imagen, sino que la ocupación militar de los territorios palestinos nos está corrompiendo. Está corrompiendo a mis hijos. Y está corrompiendo, además, nuestros objetivos sionistas de tener un Estado judío. No estoy hablando de moralidad, sino de hechos. El sueño sionista fue el de llevar a los judíos a su propia tierra, no a una tierra que suponga la supresión de millones de palestinos y someterlos a la esclavitud.
–¿Qué opina sobre los asesinatos selectivos de los dirigentes palestinos de la Intifada?
–Yo estoy de acuerdo con los asesinatos selectivos cuando son necesarios. Creo que el problema se presenta cuando los asesinatos no son selectivos. Los asesinatos selectivos debieran ser el último recurso a la fuerza. Vos tenés que parar a un terrorista, pero antes tenés que utilizar todos los medios a tu alcance. Incluso tenés que negociar para pararlo. Cuando no lo hacés así, corrés el riesgo de matarlo a él y a alguien que pasa por allí y a su mujer… Yo no tengo nada que decir sobre los militares: ellos hacen lo que les mandan. Yo estoy criticando al gobierno. ¿Qué puede hacer un militar? Son funcionarios.
–Ahora, desde el llano, ¿cómo ve a Israel?
–Creo que Israel es la última esperanza del sionismo y del mundo judío. Y el mundo judío tiene méritos propios para existir. No tenemos por qué pedir permiso a ningún país europeo o árabe. Sí tenemos que utilizar la fuerza para defender nuestra existencia y nuestro mundo, tenemos toda la razón para hacerlo. El antisemitismo está en todas partes y no hay otro refugio para los judíos. Sólo aquí. Por eso defiendo este lugar. Y mis hijos también lo defenderán. Pero lo que no quiero es que haya ocupación. Porque la ocupación es destructiva y coloca todo sobre una base que no es legal ni moral. Y esto es precisamente lo que está haciendo este gobierno.
–¿En estos momentos se siente optimista?
–Absolutamente… Porque pienso que este gobierno es tan malo que la gente acabará tirándolo al tacho de la basura. Lo conseguiremos. Tardará algún tiempo, costará algunas vidas más, pero al final lo conseguiremos.Fuente Pàgina 12

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