Paul Otellini, presidente ejecutivo de Intel desde mayo del 2005, se juega su reputación – y eventualmente la permanencia en el cargo- con el lanzamiento inminente de una nueva generación de microprocesadores en la que confía para recuperar el terreno perdido ante un rival seis veces más pequeño, AMD. Joe Osha, un respetado analista de Merrill Lynch, va más lejos todavía. Si bien recomienda comprar acciones de Intel, Osha opina que la compañía necesita una terapia de choque:
«Y no estoy convencido de que Otellini, que ha hecho toda su carrera en la compañía, sea la persona idónea para aplicarla».
No es para tanto. Otros analistas de Wall Street creen que sólo ahora se podrán apreciar las cualidades de Otellini, que ha atravesado meses tormentosos, soportando una batalla cultural dentro de la compañía, por ser el primer no ingeniero que la preside. Los diagnósticos apuntan que el estado de desconcierto dentro de la compañía se inició hace por lo menos 18 meses, cuando se pusieron en evidencia los errores cometidos por el anterior presidente, Craig Barrett. Nadie menciona la palabra crisis, pero la enumeración de problemas habla por sí misma: 1) aunque controla el 77% del mercado de microprocesadores, esta cuota supone haber perdido cinco puntos ante AMD, que hace tres años parecía incapaz de hacerle sombra, 2) la familia de microprocesadores Itanium, demasiado cara para competir, ha sido un fracaso de ventas, 3) la compañía se ha visto obligada a vender su división de telecomunicaciones, construida mediante adquisiciones ruinosas, y 4) el desarrollo de las nuevas familias de productos ha sufrido frustrantes retrasos. Como corolario, las acciones de Intel han perdido un 45% en los últimos doce meses.
En esta trayectoria, el inventario de chips ha crecido debido a la caída de la demanda, a que muchos clientes prefieren apostar por una bajada de precios y, sobre todo, a que uno de los mejores clientes, Dell, ha decidido equipar algunos de sus modelos con chips de AMD. La guerra de precios ha sido contraproducente y no ha cambiado la tendencia del mercado. Es normal que el segundo trimestre sea el peor de cada año, y también lo es que las expectativas se desplacen al segundo semestre. Entonces, habrán desaparecido las ventajas tecnológicas adquiridas por AMD. Esto explica que sus acciones acompañen en su caída a las de Intel. Cada una recibe su castigo por motivos diferentes.
Otellini sólo piensa ahora en la contraofensiva con la que pretende cambiar el rumbo de la guerra. A finales de junio, presentó el nuevo microprocesador Xeon 5100 – hasta entonces conocido como Woodcrest- para equipos servidores, indispensable para dar la réplica a Opteron, el gran éxito de AMD desde el 2003. Este mes de julio, desvelará otro producto largamente esperado, el microprocesador Conroe para ordenadores personales, dejando para agosto la versión para portátiles, provisionalmente bautizada Meron. Todos dentro de la nueva arquitectura de doble núcleo.
Para los usuarios de informática, que durante años han sido bombardeados por las dos marcas con abstrusas comparaciones de velocidad, ha llegado la hora de considerar otro criterio: la eficiencia energética. A principios de esta década, Intel cometió el error de pensar que en la sucesión del Pentium 4 debía poner el acento en la escalada de potencia, minusvalorando las advertencias sobre el consumo de energía de sus chips. Esta es, sin embargo, una cuestión esencial para las empresas que disponen de centenares o miles de ordenadores. Según un estudio publicado por Luiz André Barroso, investigador de Google, un servidor de baja gama, cuyo precio no supera los 3.000 euros, consume en promedio entre 200 y 300 vatios, lo que lleva a calcular que, a lo largo de un ciclo de vida de cuatro años, la energía que consume un ordenador de esta categoría equivale a más del 40% de su coste total, y podría ser peor en el futuro. AMD comprendió pronto la magnitud del problema y lo transformó en su principal arma contra Intel. Gracias a ello pudo arrebatarle cuota de mercado. La respuesta de Intel ha tardado más de lo conveniente, pero los nuevos microprocesadores, desarrollados en sus laboratorios de Israel, combinan un incremento de más del 150% en su rendimiento con una reducción del 40% en su consumo de energía, según cifras de la compañía.
De la lectura de los comentarios bursátiles puede extraerse la impresión de que en la segunda mitad del año se librará una batalla a vida o muerte, pero las cosas no son tan dramáticas. Sobre todo, si se tiene en cuenta la disparidad de fuerzas de los contrincantes: la cifra de negocios de Intel durante el segundo trimestre se estima ligeramente superior a 6.500 millones de euros, mientras que la de AMD estará por en torno a los 1.050 millones de euros. En la más favorable de las hipótesis, AMD dice aspirar a una cuota de mercado del 30% en dos años. Si esto ocurriera, sin duda sería un fracaso para los actuales directivos de Intel, pero aún controlaría el 70% del mercado. Mientras tanto, Otellini trata de despegar a la compañía de su exceso de dependencia del mercado de PC.