En letras rojas sobre un fondo negro resalta el título Mi lucha. El libro de Adolf Hitler, manual del odio racial, se exhibe y vende bien a veinticinco pesos en los stands del Parque Rivadavia, la feria de libros usados más importante de Buenos Aires, junto a best seller, rarezas y clásicos.
El nuevo ejemplar llega importado desde Chile, editado por Ediciones Trasandinas. «La primera edición en castellano totalmente traducida de la versión alemana de enero de 1934», aclara la portada sin otros datos de traductor o editores. En el parque lo venden como «la mejor traducción al castellano del libro». El sitio www.broli.com, en tanto, vende una vieja edición argentina (Luz Editores, 1935) a 25 euros.
En el Parque es un best seller clandestino. Los compradores suelen dar muchas explicaciones al llevarlo. Hay puesteros que dejaron de venderlo por decisión personal, pero admiten que lo tuvieron, porque hay demanda y sale mucho en otros stands.
Mi lucha no está prohibido en Argentina pero sí en Alemania, Suiza, Suecia y Noruega. En el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) advirtieron que en la legislación argentina no existe una reglamentación que prohíba su venta, pero que «se podría llegar a invocar la figura de apología del delito».
En lo que va del año, la DAIA recibió diez denuncias por exhibición y venta de literatura antisemita, «a razón de dos denuncias al mes». De todos modos, comentaron, «no toda exhibición puede ser interpretada como incitación al odio racial». ¿Acaso la prohibición puede ser una opción? «Nosotros la consideramos contraproducente», sentenció Marisa Braylan, del Centro de Estudios Sociales de DAIA, y agregó: «La exhibición es amenazante si el libro aparece en una vidriera con calcomanías, prendedores y otro tipo de literatura antisemita. Allí sí funciona como propaganda». En 2005 recibieron 6 denuncias de estas características.
Para el editor Daniel Divinsky, «no se puede solventar una opinión que destruya los puntos de vista contenidos en el libro sin haberlo leído». Carlos Alberto Borro, director general del Libro de la Ciudad, cree que «en una biblioteca pública no puede estar un libro cuyo autor fue juzgado por genocida».
A la muerte de Hitler, Mi Lucha había vendido 8 millones, segundo detrás de la Biblia. Con la caída del régimen, el libro dejó de distribuirse por ser considerado propaganda contra las fuerzas aliadas, pero en EE.UU. nunca dejó de editarse desde su primera salida en 1933 y en 2005 llegó a ser best seller en Turquía. Aquí, en 2006, no deja de provocar escozor ver exhibido entre la poesía de Withman, los cuentos de Cortázar e incluso el Nunca Más, un libro que dice: «El judío no renuncia espontáneamente a su aspiración de una dictadura mundial, ni reprime su ansia eterna en ese sentido. Sólo puede ser repelido por la fuerza, porque su deseo de dominio universal sólo desaparecerá con la extinción de la raza».