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Por Rabino Iosef Oppenheimer

Los Riesgos del Matrimonio Mixto
Por Rabino Iosef Oppenheimer

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Sin lugar a dudas un matrimonio feliz puede significar tocar el cielo con las manos, pero es seguro también que un matrimonio no es feliz así por así, sino que, a fin de lograr la dicha, ambos cónyuges deben enfrentarse con una tarea que implica grandes exigencias.

Esta tarea – de por sí difícil – resulta tanto más onerosa y complicada cuando marido y mujer provienen de orígenes distintos, como ocurre en el caso de los matrimonios mixtos. Las estadísticas demuestran fehacientemente que los matrimonios mixtos resultan menos estables que otros matrimonios; el porcentaje de divorcios de matrimonios mixtos asciende al doble o triple que el porcentaje de otros matrimonios.

Los motivos de la inestabilidad del matrimonio mixto no son difíciles de hallar. Los problemas que se deben a la diferencia de orígenes y religión que antes del enlace habían sido relegados a un segundo plano, no desaparecen una vez constituido el matrimonio, sino que se presentan a diario en la vida común con mucha mayor intensidad.

Cabe mencionar, en primer lugar, las relaciones con ambas familias. La armonía de la vida familiar frecuentemente se ve afectada a causa de un matrimonio mixto. Muchos padres judíos no quieren tener ningún tipo de relación con el yerno o la nuera no-judíos, no los visitan y se niegan a recibirlos en su hogar.

Pero no solamente los padres del cónyuge judío se niegan a aceptar a la pareja no-judía de su hijo – sino que la otra familia manifiesta resentimientos similares hacia su yerno o nuera -. Inclusive personas no-judías liberales e indiferentes en materia de religión están generalmente en contra de matrimonios mixtos, dado que la herencia cultural judía y la diferente mentalidad judía de allí resultante, a sus ojos no son un buen augurio para una futura convivencia armónica.

La experiencia asimismo demuestra que en el cónyuge no-judío existe en forma latente cierto antisemitismo, aunque en la etapa del enamoramiento haya estado escondido. Dicho antisemitismo puede llegar a manifestarse después de muchos años de una unión aparentemente feliz. En cualquier matrimonio se producen alguna vez discusiones y roces y es posible, que justamente en esos casos el cónyuge no-judío emplee como «argumento» frente a su pareja la «desagradable» y «odiosa» característica judía.

Motivos de carácter psicológico también apuntan a un pronóstico nada favorable acerca de la estabilidad de un matrimonio mixto. Una persona que incurre en un matrimonio mixto, a pesar de que de este modo atenta profundamente contar los sentimientos de sus padres, manifiesta un cierto grado de falta de consideración y egoísmo. Cabe la posibilidad de que esta falta de consideración frente a los sentimientos de otros tarde o temprano también se manifieste frente a su pareja.

Las dificultades ni siquiera concluyen con la muerte del cónyuge judío. Hay muchos judíos que, aunque no quisieron vivir como tales, desean morir como judíos y ser enterrados en un cementerio judío.

¿Qué es lo que sucede en el caso en que, por ejemplo, la viuda no-judía pretenda enterrar a su esposo en un cementerio cristiano? Como allegada más cercana tiene la última palabra – aunque no haya sido la voluntad del muerto ser enterrado en un cementerio cristiano. Sin embargo, el muerto no puede defenderse.
Capítulo 2º
Hijos de Matrimonios Mixtos

Los hijos provenientes de matrimonios mixtos se ven también afectados, dado que desde su nacimiento pende sobre ellos una pesada hipoteca, ya que no saben a dónde pertenecen.

Seguramente algún día este niño se cuestionará, o sus condiscípulos lo enfrentarán con la siguiente pregunta: ¿Qué eres – judío o cristiano?

De ninguno de los dos lados sería aceptado en un 100% como un igual: los judíos lo considerarán no-judío y los no-judíos, judío.

Y si este niño inocente que sufre pregunta algún día a su padre o a su madre: ¿Por qué no te casaste con alguien de tu mismo origen? ¿Qué es lo que le pueden contestar?

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Inclusive, cuando los padres, indiferentes en materia de religión, creían haber erradicado «totalmente» de su hogar la cuestión religiosa, ésta puede surgir años más tarde cuando deban plantearse la educación religiosa de sus hijos. ¿Deben encenderse las luces del árbol de Navidad y festejarse el nacimiento del «Redentor»? ¿Deben comerse Massot en Pessaj?

Frecuentemente los integrantes de matrimonios mixtos no pueden llegar a un acuerdo acerca de la educación religiosa que deben dar a sus hijos. Aunque el cónyuge judío no sea en absoluto religioso, desea (quizás para corregir la injusticia en que incurrió y de la cual ahora es consciente) que su hijo vaya a una escuela judía, a lo cual el cónyuge no-judío contrapone la importancia de una educación cristiana.
Al margen del conflicto que pueda representar esta cuestión para los padres, la pobre criatura no sabe – como ya se manifiesta – a dónde pertenece. Como «compromiso» ¿será conveniente no otorgar al niño ningún tipo de educación religiosa? Obviamente es antipedagógico dejar crecer a un niño sin ninguna religión.

Algunas parejas optan por la solución práctica «justa para ambas partes», por ejemplo, envían al hijo a una escuela judía y a la hija a una cristiana. Con esta solución aparentemente inteligente y justa el conflicto que los padres deseaban evitar, es transportado al cuarto de los niños.

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Inclusive en aquellos casos – relativamente pocos – en que el cónyuge judío de un matrimonio mixto logra imponer su voluntad de otorgar al niño una educación judía, el éxito resulta problemático. Una encuesta realizada hace algunos años en los Estados Unidos, dio como resultado que, de los niños que asistían a la escuela dominical de un templo reformista, sólo el 4% provenía de matrimonios mixtos (es decir que el porcentaje es mucho menor al que corresponde a los matrimonios mixtos entre los judíos reformistas). Y que de este 4% aproximadamente la mitad se consideraba no-judía y solamente asistía a clases porque su padre o madre así lo habían dispuesto.

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Inclusive, cuando la pareja que ha incurrido en matrimonio mixto, es absolutamente indiferente en materia de religión, cabe contar con la posibilidad de que los padres del cónyuge no-judío insistan en que su nieto goce de educación cristiana – ya sea porque ellos se sientan muy unidos a esa su religión, o bajo pretexto de evitarle a su nieto los «sinsabores» a los que se vería expuesto como judío.
La Voz Judía/webdelacole

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