Itongadol.- El presidente de Israel, Isaac Herzog, participó en la ceremonia anual en memoria de las 49 víctimas de Kafr Kassem, que fueron asesinadas por agentes de la Policía de Fronteras de Israel en 1956 porque no sabían que se había adelantado cuatro horas un toque de queda impuesto, y volvían a casa desde los campos donde trabajaban.
Su participación se produjo a pesar del revuelo causado en la Knesset (el parlamento israelí) el miércoles anterior por la derrota del proyecto de ley para establecer un día de luto nacional por las víctimas.
Hasta hace siete años, Israel no aceptaba la culpa de esta tragedia innecesaria, pero después de que el entonces presidente Reuven Rivlin, tras poco más de tres meses de su presidencia, decidiera visitar Kafr Kassem el día de la ceremonia y condenar como un crimen horrible el suceso que todavía tiene como una herida abierta a los residentes de Kafr Kassem, Herzog, antiguo secretario del gabinete, ministro del gobierno y líder de la oposición, decidió que, en conciencia, debía hacer lo mismo.
Pero Herzog fue un paso más allá que Rivlin. Realmente se disculpó y pidió perdón, y actuó con la humildad adecuada. Hablando en hebreo y en árabe, Herzog dijo a los residentes de Kafr Kassem que estaba ante ellos con la cabeza inclinada y el corazón dolorido: ‘‘En el 65º aniversario de uno de los acontecimientos más tristes de la historia de nuestro país’’, que describió como ‘‘un acontecimiento cuya gravedad nunca se ha puesto en duda. Porque todos tenemos claro que los asesinatos y las lesiones de inocentes están absolutamente prohibidos. Deben permanecer más allá de todo argumento político’’.
Reiterando el dolor expresado en su discurso de apertura, Herzog dijo después: ‘‘Inclino mi cabeza ante la memoria de las cuarenta y nueve víctimas. Inclino mi cabeza ante ustedes, sus familias, y ante los habitantes de Kafr Kassem de todos los tiempos, y en mi nombre y en el del Estado de Israel, pido perdón’’.
Invocando una importante lección de diplomacia sensible, Herzog continuó: ‘‘La historia nos muestra que la fuerza de un país se juzga también por su capacidad de mirar directamente a los acontecimientos de su pasado. Pero, hermanos míos, el pasado, por difícil que sea, es el motor más importante de nuestro presente y nuestro futuro aquí en el Estado de Israel. La profunda herida que se abrió aquí, en este lugar, hace sesenta y cinco años, es una herida para toda la sociedad israelí, tanto judíos como árabes’’.
Esta lección se ha enseñado durante décadas, subrayó, y se seguirá enseñando de generación en generación. Herzog declaró su apoyo a la iniciativa de que la masacre se enseñe de forma organizada en el sistema educativo.
En todo el Estado de Israel, los estudiantes en la escuela, los participantes en el movimiento juvenil, los soldados, los comandantes y los oficiales del ejército y de todas las fuerzas de seguridad deben aprender sobre este terrible acontecimiento y las lecciones que se derivan de él, dijo.
‘‘Yo también, en mi juventud y vida adulta, en la escuela y en el ejército, estudié e investigué este incidente, sus conclusiones y sus lecciones, que nunca debemos olvidar, Dios no lo quiera’’.
La iniciativa de enseñar la historia de la masacre de Kafr Kassem partió de uno de los residentes del pueblo, el ministro de Cooperación Regional Esawi Frej, que perdió a un familiar en la masacre, en la que otro familiar resultó herido.
Herzog señaló que la ceremonia conmemorativa no es sólo un momento para hacer un examen de conciencia sobre el pasado, sino también una importante oportunidad para mirar hacia un futuro compartido. ‘‘No es demasiado tarde para arreglar lo que hay que arreglar. Al contrario, es exactamente el momento de hacerlo. Esta es nuestra oportunidad, como sociedad, de decir no a los prejuicios. Esta es nuestra oportunidad, como sociedad humana, de potenciar lo que tenemos en común como ciudadanos y como vecinos. Esta es nuestra oportunidad para desarraigar la discriminación y el odio’’.
Herzog recordó a sus oyentes que en su discurso de investidura como Presidente había dicho explícitamente que tenía la intención de tocar los temas más dolorosos de la sociedad israelí. ‘‘Si no lo hacemos, no estaremos a la altura de nuestros retos comunes’’, afirmó y agregó que ‘‘en este día, sesenta y cinco años después de la catástrofe, rezaremos y esperaremos que la memoria de las víctimas permanezca con nosotros como lección y brújula y que de las profundidades del dolor brote juntos un futuro compartido, lleno de esperanza’’.