Itongadol.- El 1° de enero de 1883 nació en la Rusia Imperial en Proskurov, localidad que actualmente pertenece a Ucrania y se denomina Jmelnitsky, el escritor y periodista Alberto Gerchunoff, autor de una importante obra en la que se entrelazan las culturas judías y criollas mediante un brillante estilo literario. Gerchunoff es considerado uno de los escritores clásicos de la literatura argentina.
Junto a su familia decidió emigrar a Argentina, donde arribaron en 1889 y se radicaron en la colonia Moisesville, provincia de Santa Fe, donde su padre Reb Gershon Ben Abraham Gerchunoff fue asesinado por un gaucho el 12 de febrero de 1891. Luego de esta desgracia, su madre Ana Korenfeld optó por radicarse en la colonia Rajil en la provincia de Entre Ríos, donde Alberto Gerchunoff estudió en la escuela pública y en un jeder (escuela religiosa tradicional para niños judíos) a la vez que trabajaba como agricultor y boyero.
Cuando cumplió 12 años, su madre -ante la crítica situación económica de la colonia– decidió ir a vivir a Buenos Aires. Alberto comenzó a trabajar en varios lugares mientras se preparaba para ingresar a estudiar en una escuela secundaria, que posteriormente no puede terminar ya que debió mantener a su familia.
A los 16 años se nacionalizó “argentino” y continúa estudiando como autodidacta a la vez que comienza a escribir y se afilia al partido Socialista en 1902. Allí conoció a Roberto J. Payró, quien tiempo después le abrió las puertas del Diario La Nación y donde empezó a colaborar en 1906. Dos años después, fue incorporado oficialmente a la redacción cuando el diario lo dirigía Emilio Mitre.
En 1907, se casó con Terea Kohan y en 1908 se desvinculó del partido socialista, y continuó ejerciendo el periodismo mientras escribía la obra que lo inmortalizó: “Los gauchos judíos”, que publicó en 1910 dedicada a homenajear el Centenario de la Revolución Mayo. En la obra describió estampas y relatos de la inmigración judía en la Argentina inspirados en sus recuerdos de niñez y adolescencia.
En varias oportunidades fue corresponsal de La Nación en el extranjero, principalmente en Chile, y en otras se alejó temporalmente de ese medio. Fue uno de los fundadores del diario “El Mundo”, pero siempre regresó a la redacción de La Nación, en donde era una de sus figuras de mayor relieve al momento de su fallecimiento, el 2 de marzo de 1950.
Su obra literaria, además de “Los Gauchos Judíos” la integran entre otros “Imágenes del país”, “El hombre importante”, ”El hombre que habló en la Sorbona”, “Los amores de Baruch Spinoza”, “Entre Ríos, mi país”, “Enrique Heine, el poeta de nuestra intimidad”, “El Pino y La Palmera”, “La Lechuza” y “La Jofaina Maravillosa”; afirmando Jorge Luis Borges al respecto de su obra “Fue un indiscutible escritor, pero el estilo de su fama trasciende la de un hombre de letras. Sin proponérselo y quizá sin saberlo, encarnó un tipo más antiguo: el de aquellos maestros que veían en la palabra escrita un mero sucedáneo de la oral, no un objeto sagrado”.
Plenamente identificado con el pueblo judío, apoyó la tarea pionera de los Jovevei Sion (amantes de Sión) en Eretz Israel (Tierra de Israel) y se congratuló al conocer la Declaración Balfour, en noviembre de 1917; y en 1919, luego de la Semana Trágica (enero de ese año) se enfrentó a los nacionalistas autóctonos que sostenían posturas judeofóbicas. En 1926, fue uno de los que fundó la Sociedad Hebraica Argentina, institución que al producirse su fallecimiento denominó con su nombre su amplia biblioteca.
A partir de los años ’30 combatió arduamente el fascismo y el nazismo mediante artículos y dictando conferencias, a la vez que apoyó a la República Española, instó al gobierno de Gran Bretaña a que cumpla con la Declaración Balfour y a que establezca el Hogar Nacional Judío en Eretz Israel; presidió la “Ayuda Periodística Antinazi” y, en 1943, dictó conferencias en los Estados Unidos.
Culminada la Segunda Guerra Mundial, apoyó abiertamente la labor del Movimiento Sionista, representándolo en una reunión de Cancilleres Americanos que se efectuó en Río de Janeiro en 1946. No dejó su tarea difusora del ideal sionista por el establecimiento de un estado judío en Eretz Israel primero y su consolidación después hasta el mismo momento de su fallecimiento, ocurrido el 2 de marzo de 1950, cuando salió de la redacción de La Nación.