Itongadol.- El 10 de diciembre de 1994 fue un día de dimensiones históricas, que implicó la coronación y el fruto de grandes esfuerzos y esperanzas que derivaron en una constante frustración: el Comité del Premio Nobel noruego entregó, en Oslo, el Nobel de la Paz a los entonces primer ministro y canciller del Estado de Israel, Itzjak Rabin y Shimon Peres, junto al titular de la Organización de Liberación de Palestina, Yasser Arafat, “por sus esfuerzos para lograr la paz en Medio Oriente”.
La idea fue “honrar un acto político que aboga por un gran coraje en ambos lados y que ha abierto oportunidades para un nuevo desarrollo hacia la fraternidad en Medio Oriente”, con “la esperanza de que servirá de estímulo para todos los israelíes y palestinos que se esfuerzan por establecer una paz duradera en la región”.
Al explicar los motivos de la concesión, Francis Sejersted, presidente del Comité Nobel, aludió a los sufrimientos de ambas partes a lo largo de décadas de conflicto y señaló que los galardonados “realizaron una contribución histórica al proceso de paz, sustituyendo la guerra y el odio por la cooperación” a través de su compromiso con los Acuerdos de Oslo y su posterior empeño en llevarlos a la práctica.
Era la coronación de un proceso de acercamiento que tuvo como hecho destacado la firma de los Acuerdos de Oslo, pero terminó dándoles la razón a los escépticos y a quienes se negaban a dejar de tildar a Arafat como el líder terrorista que había sido, mácula que lo acompañó hasta su muerte, hace diez años.
De hecho, la decisión del Comité Nobel provocó la renuncia, sin precedentes, de uno de sus cinco miembros, Kaare Kristiansen, cofundador del Grupo de Amigos de Israel en el Parlamento noruego, quien estimó que el pasado de Arafat estuvo “muy teñido de violencia, terrorismo y sangre” como para merecer un Nobel.
Rabin, quien se había jactado de su conversión de un “soldado de la guerra a un soldado de la paz”, fue asesinado por un extremista israelí el 4 de noviembre de 1995 precisamente por su política de ceder territorios a cambio de paz con los palestinos.
Los Acuerdos de Oslo, negociados en secreto en Noruega, desembocaron en una Declaración de Principios sobre la autonomía palestina en la franja de Gaza y Jericó que fue firmada el 13 de setiembre de 1993 en Washington.
“Comprendo que les den el premio a Abu Amar (nombre de guerra de Arafat) y Rabin, pero si a ellos se suma Peres, también debería haberse añadido al negociador palestino”, manifestó un decepcionado Mahmud Abbas.
En esos mismos momentos, Israel estaba imbuido en negociaciones para liberar al soldado Nachshon Waxman, secuestrado por terroristas de Hamás.