Itongadol.- En el marco de la inauguración del nuevo edificio en Palermo para la Secundaria de la Escuela Martín Buber, ItonGadol mantuvo una entrevista con el arquitecto del proyecto, Eduardo Brukman.
El nuevo edificio cuenta con un laboratorio de ciencias, una nueva biblioteca, un buffet, un espacio de encuentro para adolescentes y algunas oficinas.
Durante la inauguración Eduardo y Diego Brukman recibieron una placa de agradecimiento, que fue entregada por el secretario Diego Meischenguiser, el tesorero Ariel Becher y la directora general de la institución, Érica Herszkowich.
-¿La Escuela Martín Buber está siempre apostando al futuro?
-Indudablemente tiene un proyecto educativo que siempre está en pleno crecimiento. Cuando yo era miembro de la comisión directiva, la Secundaria tenía dos divisiones y luchamos para llenarlas. Hoy vengo después de varios años y saber que pudimos inaugurar un anexo del Secundario, porque hoy hay cuatro divisiones del primero al quinto año, es una de las satisfacciones que como askan, ex dirigentes de la Escuela y ex padre de la Escuela, me emocionó hasta hacerme caer las lágrimas.
-La ecuación crisis, comunidad judía, educación y edificio, ¿qué resultado da?
-Todas las crisis dejan una enseñanza y esa enseñanza es crecimiento. Es buscar la manera de cómo solucionar la crisis y dar respuesta. La directora general comentó que la pandemia unió a los padres, reforzó la educación y hoy la Escuela está con un proyecto que indudablemente hace que la unión entre padres, docentes, activistas y voluntarios lo puedan lograr. La Escuela tiene ahora un proyecto para agrandar casi un 60% la Primaria, en el corazón de Palermo, con lugares abiertos y aulas flexibles.
-¿Qué pasa con la generación intermedia, entre nuestros padres y los nuevos jóvenes, que no tienen la costumbre de donar?, quizás no por culpa de ellos, sino porque algo no se transmitió debidamente.
-Martín Buber es mi casa y educó a mis tres hijos desde el Jardín hasta la Secundaria. Trabajo para una socio-deportiva que es mi casa, donde nacieron mis tres hijos y hoy van mis seis nietos. Y trabajo para un templo en el que ayudé para que tenga su casa propia. Indudablemente hay una crisis generacional que no confía en el proyecto o en la dirigencia que lo ofrece. ¿Cuál es la realidad? Hay que hacer parte del proyecto a esa generación de jóvenes. Que se sientan involucrados, que opinen y que sientan el proyecto. Por ejemplo, me llevé una grata satisfacción cuando se lanzó el proyecto para ampliar la Primaria y trabajaron los padres jóvenes en conseguir los recursos, que no creo que mi generación lo haya podido realizar. Esto quiere decir que cuando el proyecto le interesa a los jóvenes, y se lo ponen bajo sus espaldas, sale adelante. Los proyectos tienen que ser parte de esa generación y esa generación tiene que entender que no hay proyecto si no hay cómo financiarlo.
-¿La presencia de Jaia Rubin, directora fundadora de los tres niveles, significa que la historia es la llave también?
-El respeto de los que antecedieron tanto a nivel educativo, dirigencial y administrativo, es la clave. No puede ser que al que trabajó voluntariamente o al que proyectó una Escuela, no se le escuche. Jaia fue mi maestra. Participé 10 años como presidente y 10 como secretario. Todos los martes desde las 14 hasta las 15.30 tenía un curso de capacitación en Educación. Lo poco que sé de educación se lo debo a Jaia Rubin. Y que ella haya hecho el traspaso en una directora general como Érica, que me hizo llorar con su discurso, nos muestra la continuidad de un proyecto, de un respeto a las comisiones directivas que antecedieron, a los voluntarios, a los padres, a que la unión supera cualquier crisis.