Hace pocos días falleció, en su Sudafrica natal, Silvia Rafael. Fue enterrada en Israel. La familia pidió no revelar la fecha y el lugar del entierro.
Silvia llegó, como voluntaria, a un kibutz en la década de los 60. Fue reclutada por el Mossad, el Servicio de Inteligencia de Israel. Participó en diversas operaciones.
En 1972 los palestinos fueron responsables de la masacre de once deportistas israelíes en la Olimpiada de Munich. Golda Meir, la entonces Primer Ministro de Israel, ordenó buscar, encontrar y liquidar a los responsables. Silvia formó parte de un equipo al que se encomendó encontrar a Ali Hassan Salameh, jefe de Setiembre Negro, grupo terrorista palestino.
El equipo creyó haberlo identificado, trabajando de mozo en el pueblo de Lillehammer (Noruega) y lo asesinó.
Resultó que la identificación no era correcta. El mozo era un hombre inocente procedente de Marruecos. Rafael y otros cinco agentes del Mossad fueron capturados y sentenciados a prisión. Silvia recibió cinco años y, después de once meses, fue deportada a Israel.
Regresó a Noruega donde se casó con su abogado noruego. Después de 10 años de vivir en Noruega, período durante el cual se realizaron varios intentos de asesinarlos, la pareja se mudó a Sudafrica, donde Silvia murió esta semana de leucemia.
Miembros del Mossad que la conocieron dicen que, algún día, cuando se haga público todo lo que hizo por Israel, se escribirán libros sobre ella, se harán películas de su vida y se dará su nombre a calles.
Fte Cidipal