Por Julio Algañaraz.
En su último libro, presentado ayer, el Papa compara el aborto con el Holocausto judío y en el epílogo de «Memoria e Identidad» reconoce que tras el atentado a balazos del 13 de mayo de 1981 «estaba prácticamente del otro lado» por la sangre que había perdido. El libro, está elaborado en forma de diálogos y en sus 25 capítulos a lo largo de un poco más de 200 páginas el pontífice reflexiona acerca de la «erupción del mal» que provocaron en el siglo XX las ideologías totalitarias como el nazismo y el comunismo.
Las comunidades judías de Italia y Alemania protestaron por la comparación que Juan Pablo II hace en el libro entre aborto y holocausto. El cardenal Joseph Ratzinger, que ayer presentó «Memoria e Identidad» en el escenario majestuoso del Palacio Colonna, en pleno centro de Roma, negó «que el Santo Padre ponga en el mismo plano la Shoah y el aborto, porque no compara hechos y sistemas. El Papa atrae nuestra atención sobre las tentaciones permanentes de la humanidad y la necesidad de no caer en las trampas del mal», dijo Ratzinger, de 77 años, principal guardián de la ortodoxia católica y mencionado como el favorito en la sucesión de Juan Pablo II.
El libro, que se pone en venta hoy en Italia, en una primera edición de 330 mil ejemplares de la editorial Rizzoli, saldrá en los próximos días en otras 14 ediciones, entre ellas una para la América de habla hispana.
Está basado en los diálogos que el Papa mantuvo en 1993 en la residencia de Castelgandolfo con dos filósofos polacos.
En el enfoque de la reflexión hay mucha Polonia y mucha Europa, aunque no faltan algunas referencias a las injusticias sociales en el Tercer Mundo y Karol Wojtyla evoca con entusiasmo la doctrina social de la Iglesia sin ahorrar críticas al capitalismo y las «leyes de mercado».
En el centro de la atención el pontífice recuerda que el mal en el siglo XX tuvo «proporciones gigantescas» y llama a Europa «el continente de la devastación».
El epílogo del libro es un diálogo en el pequeño comedor de Castelgandolfo, la residencia estival del pontífice, entre Juan Pablo II y su secretario privado, monseñor Estanislao Dziwisz, de 65 años. Ambos evocan las circunstancias del atentado que cometió el turco Alí Mehmet Agca, en la plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981.
El Papa sostiene que lo que ocurrió «es un testimonio de la gracia divina». Agrega: «Agca sabía cómo disparar y disparó para alcanzarme. Sólo que fue como si alguien hubiera guiado y desviado el proyectil».
Juan Pablo II está convencido de que Agca, a quien llama «un asesino profesional», al que perdonó y visitó en la cárcel en la Navidad de 1983, no actuó por su propia voluntad sino por encargo de instigadores, aunque no menciona la conspiración que fue atribuida sobre todo a los líderes de la Unión Soviética en 1981, aterrorizados por la idea de un Papa polaco que podía ayudar a destruir la URSS y el comunismo europeo.
Como se sabe, Juan Pablo II sostiene que fue la intervención providencial de la virgen de Fátima, cuyas apariciones en Portugal se celebran el mismo 13 de mayo, la que le salvó la vida.
Monseñor Dziwisz dijo que «el balazo debía ser mortal: traspasó el cuerpo del Santo Padre, hiriéndolo en el vientre, en el codo derecho y el índice izquierdo».
No había un médico cercano cuando el Papa cayó en el jeep a bordo del cual se encontraba. «Lo transferimos en una ambulancia a gran velocidad. El Santo Padre oraba en voz baja (y en polaco). Poco después se desmayó».
Juan Pablo II recordó que antes de perder el conocimiento le dijo a su secretario que perdonaba al agresor y que «aunque sufría, también nutría una extraña confianza en que me iba a salvar».
Cuando la ambulancia llegó al hospital Gemelli «el Santo Padre había perdido mucha sangre. La presión sanguínea bajaba en forma dramática y el latido del corazón casi no se sentía».
Los médicos aconsejaron a monseñor Dziwisz que le diera al Papa la extremaunción.
«Prácticamente estaba del otro lado», comentó Juan Pablo II. «Pero como se ve tengo un organismo más bien fuerte».
Los médicos creían que el Papa se moría y donaron su sangre para tratar de salvarlo mientras lo operaban. Y se salvó. Cinco meses después y tras otra operación, Juan Pablo II regresó a la plaza de San Pedro entre la gente.
2005-02-23 / Clarín