ESTOCOLMO. Como cada año el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de Alfred Nobel, Estocolmo y Oslo, estas dos bellas capitales escandinavas que combaten los rigores del invierno con la técnica y la luz, volvieron a vivír un día mágico con la ceremonia de entrega de los premios Nobel: el de la Paz en Oslo y los de Física, Química, Medicína, Literatura y Economía en la Konserthuset de esta capital. A la ceremonia, presidida por los Reyes, siguió el tradicional banquete de gala en el Ayuntamiento. No podía faltar este año la polémica alrededor de los premios y asombrosamente la tormenta se ha ceñido sobre la noticia servida por la Radio sueca. Según explicó ese medio, Adolf Hitler, uno de los políticos que más crímenes tiene sobre su conciencia, estuvo cerca de conseguír el premio Nobel de la Paz en 1938.
Ese odiado Führer, totalitario, antisemita, xenófobo y agresivo, fue nominado por el parlamentario sueco E.G.C Brandt. El Comité Nobel noruego (encargado de conceder el galardón) contempló la nominación, pero concedió los laureles en aquella ocasión al Instituto Nansen, organismo multitemático dedicado a diversas investigaciones.
No obstante, aunque Hitler no consiguiera la mayoría de votos necesaria, las discusiones sobre sus méritos fueron «animadas». Se opinaba que podría ser merecedor gracias a las conversaciones que mantuvo con el británico Chamberlein sobre la paz en Europa. Tanto la nominación como los demás detalles relacionados con esta extraordinaria historia se archivaron bajo siete llaves y desaparecieron de la historia de los premios Nobel como por arte de mágia después de la Segunda Guerra Mundial.
Andres Baranett, intendente del Museo Nobel, explicó que el tal Brandt, «que debía estar loco», intentó retirar esa propuesta en enero de 1939, petición que le fue denegada por el Comité Nobel. Según unos escritos del profesor emérito de la Universidad de Uppsala Gustav Henrikssen, anterior miembro del citado comité, la autora judía Gertrude Stein, icono intelectual de la denominada «generación perdida», que escribió un estudio sobre «La grandeza y las cualidades del Führer», fue quien abanderó la campaña pro Hitler: «La supresión de los judíos es sinónimo de Paz». Algo «incomprensible» para Baranett, ya que en aquella época, y desde 1933, el Führer ya había mostrado su horrible faz nazi.
Recuerdo a Jelinek, la gran ausente
Dado que la Nobel de Literatura, la vienesa Elfriede Jelinek, a causa de su fobia social no ha podido, o no ha querido, acudir a esta capital a recoger sus laureles (que le serán entregados el próximo viernes en Viena) había espectación por conocer si durante la ceremonia se haría alguna referencia a ella. La Academia no defraudó. Su secretario permanente, Horace Engdhal, pronunció unas emocionadas palabras y alabó la obra «musical y profunda» de la escritora. También le dedicó unas frases en alemán que provocaron el mayor y más largo aplauso de la tarde. Otra gran ausente fue la Princesa Magdalena, quien no pudo asistir a los festejos de entrega de los Nobel por estar aquejada de gripe.
Fte ABC