Algunos de los mejores músicos nacionales están estudiando en Juilliard, y muchos otros forman parte del staff de docentes. Cada año, entre 10 y 20 israelíes se inscriben en la escuela. Este año son 16 los alumnos quienes, excepto uno que aspira a ser bailarín, se anotaron en el departamento de música.
De los 800 alumnos regulares, 600 se inscriben para Música. Muchos son extranjeros, como los coreanos que forman la primera mayoría, con 63 alumnos.
La cuota por año ronda los 20 mil dólares, razonable para los estándares estadounidenses y un poco abultados para los israelíes.
Ron Regev, un estudiante de doctorado en piano, asegura que estudiar en Juilliard es una gran experiencia. «Tiene los profesores más exitosos del mundo. Los estudiantes son extremadamente talentosos y las facilidades de la escuela son increíbles. Hay una habitación entera para prácticas con 100 pianos. Hay un estudio profesional de grabación, un gran salón de presentaciones, una enorme biblioteca y hasta un Stradivarius».
Ron Leshem, de 28 años, estuvo en Juilliard por siete años. Está estudiando en la Academia de Música de Tel Aviv y prepara un master en Juilliard mientras enseña en el departamento de teoría musical.
«Los docentes en Tel Aviv son tan buenos como en Nueva York. El problema es que no hay doctorados en música en Israel. Cualquiera que aspira llegar a la cima debe estudiar en Berlín, Londres o Nueva York».
«Israel es un pequeño lugar con mucho talento. Los jóvenes israelíes saben que tienen mucho para ofrecer al mundo, entonces en vez de pelearla se van. Es posible encontrar muchos artistas nacionales en las orquestas de Alemania».
Tamar Halperin está trabajando para un doctorado en clavicordio. Este instrumento no es popular entre los israelíes o los norteamericanos, por eso su futuro la espera en Europa, donde la audiencia es más abierta a su instrumento.
«Tuve excelentes maestros en Israel, a veces mejores que los de acá. Pero Juilliard es importante no solo por lo que ofrece sino por su ubicación: cerca del Metropolitan Opera; del Avery Fischer Hall, hogar de la Filarmónica de Nuava York; cerca del New York Ballet y de la más grande librería de arte en el mundo. Es un paraíso para cualquier joven artista que comienza con su carrera».
Halperin agrega que los israelíes enseguida se reconocen entre ellos y están siempre en las listas de los mejores estudiantes.
Eliran Avni acuerda con Tamar. «Hay una gran demanda para los doctorados. De 200 inscriptos solo ocho son aceptados. Y en los últimos cinco años hubo dos israelíes aceptados (cada año)».
Fuente: Haaretz
Traducción: Leila Mesyngier