Cuando estas líneas se publiquen sabremos si se ha producido el desenlace. En cualquier caso, la noticia ocupará los principales titulares en el mundo entero: Yasser Arafat, líder incuestionable, gobernante absoluto, indispensable e irreemplazable del pueblo palestino, sigue en estado crítico o ha dejado de existir. «No está clínicamente muerto», «está en estado de coma», «su salud se ha deteriorado irreparablemente», son sólo algunos de los rumores que se suceden a ritmo vertiginoso. Mientras en Israel los medios de comunicación ya hablaban desde días atrás sin ambages del fin de la era Arafat y del «día después», sus colegas palestinos prefirieron evitar hablar de un futuro sin Arafat. Recobre o no sus facultades, la realidad será más terca que las visiones con que muchas veces pretenden convencerse: para palestinos e israelíes la era post-Arafat está comenzando.
¿Y ahora, qué? A la orden del día ya están las especulaciones acerca de las implicaciones de su desaparición sobre el conflicto con Israel y el futuro mismo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y el pueblo palestino todo. La crisis interna y el estado de cuasi rebelión estallados pocos meses atrás en el seno de la ANP y que habían hecho de su presidente el receptor de las críticas y de la indignación de los palestinos, casi tanto como su archienemigo, el primer ministro israelí Ariel Sharon, fueron desplazados de la agenda palestina y del Oriente Medio por el deterioro de su salud, que coincidió paradójicamente con la reelección del presidente Bush, el odiado aliado de Sharon, y con la mejoría de la posición internacional del primer ministro israelí, a raíz de su plan de evacuación de Gaza y el norte de Cisjordania.
La vieja guardia de la OLP se apresta a asumir el liderazgo palestino intentando crear una imagen de estabilidad. El acuerdo interino de reparto del poder entre el primer ministro Ahmed Qurei (Abu Ala) y el segundo de Arafat a la cabeza de la OLP, Mahmud Abbas (Abu Mazen), que comparten el poder, se mantendrá posiblemente cierto tiempo. Pero la llave del poder pasará rápidamente a las manos de aquellos que han sido hasta hace poco o son responsables de los organismos de seguridad palestinos, casi todos nacidos en los territorios palestinos, bajo la ocupación, a diferencia de la vieja guardia venida del exilio tunecino, de la que están distanciados por profundas divergencias.
Los representantes de la nueva generación, Mohamed Dahlan (el preferido de la Administración de Bush y de Sharon), implacable rival y crítico de Arafat, desplazado por éste al ostracismo político; Yibril Rayub, el otrora todopoderoso jefe de Seguridad en Cisjordania; Taufik Tiraui y Mohamed Al Hindi, son los que insistentemente se menciona como los más visibles futuros líderes de los palestinos. La lucha por el poder está servida en la OLP. Pero en ella terciará la organización fundamentalista radical Hamas, invernadero del terrorismo palestino, que ha ganado en los últimos años gran popularidad en la calle palestina. Hamas, que en ningún momento intentó desafiar la autoridad de Arafat, no otorgará a su suce-sor semejante privilegio. Ante la eventual desaparición de su archienemigo, el primer ministro israelí, Ariel Sharon, se prepara, en medio de una profunda crisis política que incluso podría poner fin a su carrera política, para los dramáticos cambios que se producirán en el liderazgo palestino.
Sharon podría, de surgir otra dirección política palestina, restablecer el diálogo político con los palestinos e incluso coordinar con la ANP la retirada israelí (por el momento habla de retirada «unilateral») al desaparecer una de las justificaciones de su plan, la ausencia de un liderazgo palestino con quien negociar. Su Gobierno deberá olvidarse de la excusa de que «no hay con quien negociar» y tendrá que hacerlo o buscarse nuevos pretextos. Los palestinos, por su parte, sobre todo aquellos que se han quejado reiteradamente de la situación causada por la incompetencia de Arafat, tendrán la oportunidad histórica de hacer lo que éste no hizo, construir una nación. Pero, ¿podrán sus frágiles instituciones soportar la dura prueba de la sucesión de un líder insustituible?
¿Acarreará la partida de Arafat de la escena cambios significativos en los escenarios palestino e israelí o se constituirá en un nuevo pretexto para la procrastinación? El centenario conflicto ingresa en un prolongado e incierto periodo interino, en el que los dirigentes políticos de ambas partes estarán obligados a adoptar decisiones trascendentales, antes de que las organizaciones extremistas palestinas logren imponer sus designios. La convergencia de los nuevos factores de los que somos testigos podría reabrir la ventana de la oportunidad. Si, por una parte, la nueva-vieja Administración de Washington se lo propone, en vísperas de la finalización del año sabático electoral de su diplomacia y si, por la otra, la Unión Europea convence a sus socios transatlánticos de apoyar su nueva política en relación con el conflicto, quizás veamos en un futuro no demasiado lejano la reanudación del agónico proceso de paz fijando así un destino para la hoja de ruta.
S. HADAS, primer embajador de Israel en España y ante la Santa Sede.
Fte L.V.D