PRAGA
El Golem es una criatura fabulosa semejante al hombre. Se le parece inclusive por la materia con la que fue construido: proviene de la tierra. Pero -aseguran las leyendas- fue contemplado con desconfianza por la gente, era extraño y sospechoso. Según Borges, hasta los animales lo evitaban.
Ese personaje mítico fue enlazado por nuestra representación diplomática en la República Checa, y ésa fue una buena noticia para los argentinos. El proyecto fue lanzado con éxito por el embajador Juan Eduardo Fleming, que lo ideó originalmente con Pedro Roth y la contribución de los escritos de Gerschom Scholem proveídos oportunamente por el rabino Abraham Skorka. Esa idea se convirtió en las bases de una Bienal alternante entre Buenos Aires y Praga que incluyese, además del arte, los progresos en la ciencia. Se basó en el poema famoso de Jorge Luis Borges titulado «Golem» y que empieza con la celebrada estrofa: «Si (como el griego afirma en el Cratilo)/ el nombre es arquetipo de la cosa,/ en las letras de rosa está la rosa/ y todo el Nilo en la palabra Nilo».
El Golem fue moldeado en el año 1580 por el rabino Judá Loew a las cuatro de la madrugada bajo los artísticos puentes de la ciudad con el barro acumulado en las márgenes del río Moldava. Adquirió vida cuando el rabino introdujo en su boca inerte un pergamino con el nombre secreto y sagrado de Dios. Ese nombre tiene el máximo poder imaginable, así como la palabra rosa es la rosa y la palabra Nilo es todo el Nilo.
Los biógrafos de Jorge Luis Borges cuentan que aprendió alemán leyendo la novela sobre el Golem de Gustav Meyrink. Esa fabulosa criatura, desde entonces, quedó latiendo en su espíritu como una instancia que exigía el oro de un gran relato en verso. Sobre el tema, Borges habló más adelante con el erudito Gershom Scholem en su visita a Israel, y le rindió homenaje al incluirlo en ese mismo poema: «El cabalista que ofició de numen/ a la vasta criatura apodó Golem;/ (Estas verdades las refiere Scholem/ en un docto lugar de su volumen)».
El embajador Fleming no escatimó ardid para involucrar a la mayor parte de las autoridades civiles y académicas. La lejana Argentina, con el respaldo de un poema antológico, se hermanaba con Europa central y revelaba los lazos que pueden tenderse con las sonoras cuerdas de la cultura. Quien reveló inmediato entusiasmo fue el presidente Václav Havel, dramaturgo e intelectual querido por un pueblo que reconoce sus méritos, ya que él lo liberó de la dictadura comunista y frenó después las venganzas que suelen abrir más heridas de las que cierran.
El proyecto de actividades en torno al Golem, programado por la Embajada con la participación de figuras argentinas y europeas, inspiró al presidente Havel una página ahíta de conceptos. «El Golem -dijo- se inspira en una antigua, polisémica y constantemente reinterpretada tradición. Esta tradición está muy conectada con Praga, tanto por su pluralidad cultural y religiosa como por su espiritualidad brumosa. Durante mucho tiempo abundantes leyendas y asociaciones vinculadas al Golem han inspirado a autores y artistas con reflexiones. ?Golem´ es una palabra hebrea que significa algo o alguien aún incompleto, inacabado, que se presta a renacimientos y recreaciones. No es azarosa su ligadura con la Praga del emperador Rodolfo II y el rabino Judá Loew ben Betzalel, la Praga de la frenética alquimia y el misterio perpetuo, la Praga de los estudiosos, los charlatanes y los maestros del alma.»
El rector de la Universidad Carolina de Praga confirmó que la ciudad rudolfina constituyó el marco adecuado para una explosión de creaciones identificatorias de las diversas comunidades que la integraban. Rodolfo II era rey de Hungría y Bohemia, soberano de Austria y emperador del imperio romano-germánico. Trasladó su corte a Praga y la convirtió en el centro cultural de la vida europea. Con incesante bullicio fermentó la actividad en el campo de la astronomía, la medicina, la filosofía, la teología, la alquimia y las artes. Por doquier se respiraba el aire de las personalidades que allí vivieron, entre las cuales cabe mencionar a Johannes Kepler. La edad moderna maduraba en un clima de encantos.
Una leyenda cuenta que el emperador recibió al rabino Loew en el castillo de Praga poco antes de que falleciera, quizás para arrancarle alguno de sus poderes. Otra leyenda asegura que se comunicaban a través de un pasadizo subterráneo y que Loew lo inició en el manejo de la Cábala. El rabino ahora yace en el antiguo cementerio judío, donde reina un alucinante caos de lápidas que se inclinan con audacia unas a otras como si estuviesen vivas. La concurrida tumba del rabino, que fue santo, erudito o hechicero, guarda en su hondura los arcanos de una habilidad cuasi divina. En Praga nació también la leyenda de Fausto, en los mismos tiempos del rabino Loew, porque la fecha del más antiguo escrito sobre este personaje data de 1587. Al interés por las ciencias naturales se unía una febril curiosidad por las criaturas mecánicas que, andando el tiempo, darían lugar al florecimiento espectacular de las marionetas checas.
Es evidente que la tradición del Golem tiene aún mucho por decir en varios terrenos: el debate sobre valores que habían sido considerados indisputables, la gelatinosa sustitución del bien por el mal, cómo es posible convertirse en adversario de Dios, cómo repta el ubicuo poder y por dónde huyen las coordenadas laberínticas del futuro. La robusta fantasía del Golem da para eso y mucho más.
Jungla de ideas
Juan Eduardo Fleming asoció las manifestaciones literarias y pictóricas que inspira esa leyenda con la religión y el universo de las ciencias: los desarrollos en robótica («robot» es una palabra checa), informática, cibernética, inteligencia artificial e Internet. Ese ser nuevo y extraño al que construyó y dio vida el rabino Judá Loew sirve de telón de fondo para una jungla de ideas frescas. Es significativo que la primera computadora desarrollada en el Instituto Weizmann de Israel, ubicado en la vanguardia de las investigaciones científicas, haya sido bautizada «Golem». Es decir, un lazo firme une al ser mítico que nació gracias a la destreza de un hombre con esta otra criatura, científica, que también inventó la destreza del hombre. Quizás lo aclara mejor un texto del mismo Gershon Scholem: «El viejo Golem se basaba en la combinación de las 22 letras del alfabeto hebreo, que a su vez son los elementos básicos de la construcción del universo. El nuevo Golem se basa en un sistema mucho más sencillo, pero a la vez más laberíntico. En lugar de 22 elementos conoce sólo dos, que son 0 y 1, de los que está compuesto el sistema numérico binario. Todo puede ser traducido o convertido en estos dos signos básicos. Diría que los antiguos cabalistas le darían una alegre bienvenida a esta simplificación de su propio sistema».
El lanzamiento del proyecto en la República Checa, en 2002, fue seguido al año siguiente por una movida réplica en Buenos Aires, en el Museo Nacional de Bellas Artes, con el apoyo de la Secretaría de Cultura de la Nación. El ministro de Cultura checo, Pavel Dostal, se constituyó en el primer titular de dicha cartera en visitar la Argentina. En esa ocasión también tuvo lugar un seminario con la participación de la presidenta de la Academia de Ciencias checa, la Universidad Carolina y la Universidad Técnica de Praga, con sus contrapartes argentinas.
Las actividades continuaron en Praga. En varios sitios académicos y oficiales se encuentra ahora exhibido el poema de Borges traducido al checo junto a referencias sobre las actividades desplegadas bajo la advocación de la criatura moldeada por Loew.
También el embajador Fleming aprovechó el hecho de que Franz Kafka se hubiera sentido atraído por Sudamérica. Pero nunca pudo venir, prisionero como estaba del clima burocrático que asfixió su vida y, a la vez, inspiró sus páginas más logradas. Pero en la Argentina su obra fue precozmente reconocida por Borges, quien se aplicó en traducirla al castellano. La vinculación póstuma de ambos escritores dio lugar al evento «Kafka-Borges / Buenos Aires-Praga», que se desarrolló desde el 3 de junio al 3 de julio pasados, coorganizado con la Sociedad y el Centro Kafka y el Museo Judío de Praga, la participación de la Universidad Carolina de la República Checa, y de nuevo el apoyo de la Secretaría de Cultura de la Nación y la Secretaría de Cultura de la ciudad de Buenos Aires. El 3 de junio coincidía con el aniversario del fallecimiento de Kafka y el 3 de julio con el de su nacimiento.
Con este aceitado justificativo la Embajada argentina concretó otra iniciativa: un Vademécum ilustrado de la Praga de Franz Kafka redactado por Josef Cermák, de la Sociedad Franz Kafka de Praga y el embajador Fleming (quien cedió a la Sociedad Kafka los derechos de autor que le correspondían). Se trata de un texto ahora indispensable para recorrer los numerosos puntos de la ciudad relacionados con el escritor: sus domicilios, los domicilios y sedes comerciales de su padre, domicilios de amigos, lugares culturales y de esparcimiento que frecuentó, y un mapa completo de los sitios vinculados con su vida, sus afectos, sus escritos y su repercusión. Hasta ese momento no existía una presentación de tan bello y exhaustivo formato. De ahí el auspicio de la presidencia de la República Checa y el patrocinio de ambas Cámaras legislativas, así como el decidido apoyo del alcalde de Praga. Turistas de cualquier país tienen a su disposición un itinerario completo y original sobre Franz Kafka concretado por la representación diplomática de nuestro país.
El trípode Golem-Borges-Kafka ha generado afecto y gratitud hacia la Argentina. Es bueno computarlo.
Por Marcos Aguinis
La NAcion