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Surf adolescente

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«No quiero que nadie venga aquí», afirma Cohen haciendo referencia a las playas de Katif. «No quiero que se llene de 200 surfers junto a mi, quiero espacio. Con otros alrededor apenas se puede atrapar una ola».
Cohen no es un surfer más, es el más talentoso. Cuando los grandes de Tel Aviv y Bat Yam llegaron a Katif como jurados de un torneo, dos meses atrás, no habían visto nada igual.
Con el trofeo en mano y un lugar en el equipo nacional, el adolescente se va a competir a Tahití. Además, piensa pasar el verano en Sri Lanka, donde los surfers aseguran que después de sobrevivir una ola allí, se sobreviven todas las demás.
El jefe de salvavidas de Katif, Yossi Ayalon, dice que él descubrió a Cohen. «Desde el principio fue el chico más serio. El primer día de la temporada, aún con el agua fría, ya se lo puede ver. Una vez que está adentro, es imposible sacarlo. Se arriesga en peligrosas olas que otros jamás se atreverían. Yo le enseñé como atrapar una y de repente lo vi en el agua, como nunca había visto a nadie».
Cohen asegura que nada se compara con surfear: «Es adrenalina. Fluye por el cuerpo y no se puede sentir en ningún otro lugar. No me importa si es invierno o verano, lo único importante son las olas».
Cuando no está en la escuela o en el agua, se lo puede encontrar en casa de sus padres jugando a la computadora (surf virtual, por supuesto) o mirando deportes extremos por televisión.
Ambos padres lo apoyan a Barak en su pasatiempo, a pesar de que al papá le hubiese gustado que sea pescador, como él.
«Mi sueño es triunfar y competir en el campeonato mundial. En los grandes torneos hay mucha plata. A veces los premios son mayores a 200 mil dólares», confiesa Cohen con los ojos brillando.
Fuente: Haaretz
Traducción: Leila Mesyngier

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