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Sin vencedores, sólo vencidos. Por SAMUEL HADAS

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Han sido cuatro años lastimosamente perdidos, en los que ambas partes han sufrido incalculables daños humanos sociales y económicos. Sirve de trágico testimonio el elevado número de víctimas inocentes en ambas partes, más de cuatro mil almas y un abismal odio que difícilmente pueda ser superado en una generación o más.

Según uno de los líderes de Al Fatah en Cisjordania, Marwan Bargouti, encarcelado en Israel por su participación en la planificación de actos terroristas, «la intifada es el enfrentamiento palestino con las fuerzas militares de Israel más importante habido desde el comienzo de nuestro conflicto, en 1948», y el plan de retirada israelí de Gaza «es una victoria de la intifada».Pese a la disparidad de fuerzas, sostienen algunos palestinos, «hemos vencido». ¿Cómo pueden ser interpretados el plan de desconexión israelí y el nuevo trazado del muro -se preguntan los palestinos- sino como la admisión por parte de los israelíes de nuestra victoria?

La guerra que los palestinos no pudieron perder y perdieron,con este título analiza un destacado comentarista israelí las consecuencias en el lado palestino de la intifada.Si se trata de victoria, es una victoria pírrica. Los palestinos, rehenes de sus terroristas, han sufrido la destrucción de sus infraestructuras y de su propia sociedad. «Un completo desastre para los palestinos, a todo nivel», como reconoce el gobernador de Belén, Zuahir Manasra.

¿Y en Israel? Militares y analistas polemizan sobre sus resultados. No sólo los palestinos se atribuyen victorias.También políticos ymilitares israelíes consideran que se ha obtenido una victoria al haberse logrado una significativa reducción en el número de atentados, lo que se atribuye a la construcción del muro (defensivo para los israelíes y ofensivo para los palestinos) y a las acciones militares israelíes. En más de una oportunidad se proclamaron en Israel en el curso de la intifada, sobre todo en el último año, victorias,a las que en todos los casos siguieron nuevas escaladas terroristas palestinas, con las consiguientes represalias israelíes.

En realidad, estamos ante una guerra peculiar: una guerra sin vencedores y las declaraciones de victoria sobre el terrorismo no tienen base alguna. El único resultado palpable logrado hasta hoy ha sido el que ambas partes siguen alimentando la inagotable espiral de violencia. La nueva escalada de violencia en la franja de Gaza, iniciada con el asesinato de dos niños de dos y cuatro años en la ciudad israelí de Sderot la semana pasada, y la durísima e inevitable represalia militar que la siguió no es sino una ya rutinaria -agravada- reiteración de lo que viene sucediendo en los últimos años.

Nada refleja mejor la situación actual que el subtítulo de un libro que acaba de publicarse en Israel, Cómo vencimos y por qué fuimos derrotados en la guerra con los palestinos,escrito por Amos Harel y Avi Isasharov, comentaristas en temas palestinos. Y si queremos resumir en una frase la conclusión a la que ha llegado la mayoría de los analistas es la de que Israel no tiene posibilidad alguna de vencer el terrorismo exclusivamente por medios militares. Cada vez que se extirpa algún tentáculo del pulpo terrorista, éste genera nuevos y más riesgosos. Mientras existan jóvenes dispuestos al suicidio y clérigos y políticos dispuestos a utilizarlos y enviarlos al martirio en nombre de Dios, no habrá victorias militares.

El inicio del quinto año de la intifada encuentra a palestinos e israelíes envueltos en sendas y graves crisis internas. Yasser Arafat debe enfrentar una rebelión en el seno de Al Fatah y a su primer ministro Ahmed Qurea, que por enésima vez amenaza con renunciar si el presidente de la Autoridad Nacional Palestina no implementa las prometidas reformas de los servicios de seguridad. Qurea, señalando el aniversario de la intifada, hizo un llamado urgiendo a Israel y a su propio pueblo a reconsiderar tácticas que han portado cuatro sangrientos años. Mejor haría si presiona sobre Arafat, hasta conseguir que éste reconozca que no solamente es el problema de los palestinos, sino su solución. Quizás le sirva el consejo del secretario de Estado de EE.UU., Colin Powell, quien después de recordarle que la intifada no logró otra cosa que deteriorar el nivel de vida de los palestinos, ha hecho un llamado a transferir poderes de Arafat aQurea, para que éste pueda reorganizar las fuerzas de seguridad y combatir el terrorismo. Según encuestas, un 93% de los palestinos exige aArafat fundamentales reformas políticas, aunque pocos creen ello habrá de ocurrir.

El primer ministro Ariel Sharon, por su parte, debe superar una creciente oposición en su propio partido, el Likud, mientras prosiguen y se intensifican las incitaciones y amenazas de guerra civil por parte de los ultranacionalistas, que siguen viviendo una realidad ilusoria y de quienes la sociedad israelí sigue siendo rehén. Una sociedad que apoya masivamente el plan de desconexión de los palestinos y que lo considera la única alternativa para reencauzar el proceso de paz.

Ycon un cauto optimismo creo que hay algo que, finalmente puede atribuirse a la intifada:despertar de un largo letargo a las sociedades israelí y palestina. Aunque por el momento sin consecuencias observables, este despertar quizá contribuya en el futuro cercano a que los vencidos retomen la senda de la única victoria posible, la de la paz y la convivencia.

S. HADAS, primer embajador de Israel en España y ante la Santa Sede

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