Ha pasado un siglo de la constitución de la Sociedad, gestada en la casa de Samuel Gordon, en julio del año del Centenario, con el propósito de adquirir una casa y destinarla a templo o sinagoga y comprar terrenos para el cementerio israelita, "a medida que los fondos lo permitan", según se lee en el acta de origen.
Estas previsiones se plasmaron en el acta de creación, el 20 de julio de 1910, donde se estampó que "desde esta fecha queda constituida esta sociedad, que llevará el nombre de Sociedad Israelita de Beneficencia de Mendoza".
"Los propósitos de la naciente entidad se pusieron por escrito", rescata el actual secretario ejecutivo, Carlos Buhacoff, un porteño con 30 años de residencia en suelo cuyano.
Esos postulados fueron adquirir una propiedad con edificio y levantar un templo para los servicios religiosos y demás ceremonias del rito, de las que iban a poder participar todos los correligionarios, fuesen o no socios.
Por unanimidad de votos quedaron elegidos Samuel Gordon, como presidente; Jacobo Resnik, vice; Abraham Beiguin, secretario; y el cajero (no tesorero), Meer Klinger.
Algunos de estos apellidos están todavía en el medio, pero otros fueron desapareciendo con el devenir de los años. Y añadimos los de Schifrin, Levin, Rottiaroff, Sutovsky, Schsterman, Erochevsky y Flichman.
Asimismo, en los fundamentos figura reunir a la comunidad bajo un mismo techo, como una segunda casa de las familias que la componen, y brindar educación. Esto último, a través de la Escuela Israelita Max Nordau, de calle Corrientes.
Es un establecimiento trilingüe, que enseña español, inglés y hebreo, más las materias curriculares y las que corresponden a la educación judía.
La enseñanza igualmente se extiende a la sede de calle España, donde se brinda instrucción no formal a niños y jóvenes de la colectividad. Inclusive, el tránsito al más allá está contemplado, ya que la institución es propietaria y administradora de los dos cementerios judíos que hay en Mendoza, uno ubicado en El Algarrobal, y el restante, en El Plumerillos, ambos en Las Heras.
El servicio social
Por otra parte, la Sociedad se ocupa de proveer alimentos, medicamentos y vivienda a personas carentes de recursos que se aproximan a la entidad hebrea, "sin distinción alguna de su procedencia social y confesión religiosa", aclara Buhacoff.
Además, el departamento de Acción Social interactúa con las instituciones de bien público de la provincia, claro, dentro de los cánones de la tradición judía. Asimismo, hay una corriente de apadrinamiento de escuelas provinciales, especialmente del ámbito rural.
Presidida por el ingeniero Jaime Mario Pérez, empresario de la construcción, la entrega hacia los demás, con preferencia a los que menos tienen, ha sido un postulado de las diferentes comisiones.
Por ejemplo, se recuerda con beneplácito el programa de protección de embarazadas de alto riego, realizado en el centro de salud N° 16, de Guaymallén, donde se brindaron controles médicos consecutivos, medicamentos y ropa a 60 mujeres, las cuales al cabo de 9 meses dieron a luz niños sanos. Este operativo fue coordinado por el pediatra Sergio Birbaun.
De acuerdo a una investigación realizada por la socióloga Elba Muler, hija de un comerciante bielorruso, sobre la inmigración judía a nuestra provincia, diversos grupos de esta colectividad comenzaron a llegar a principios del siglo pasado, procedentes de Rusia, Polonia, El Líbano, Siria y del norte de África.
Inclusive varios lo hicieron con anterioridad, a fines del siglo XIX. Pero, en el medio local, la comunidad recién comenzó a organizarse en 1910.
Otro propósito, tal vez uno de los fundamentales, es mantener la tradición milenaria de la religión practicante, de lo que se ocupa el rabino, Ari Bursztein, quien sucedió en esa misión a Julián Vainstein. Miguel Títiro – losandes.com.ar Foto: (Diego Parés / Los Andes)