Por Raúl Kollmann
Antes de salir para Venezuela, el presidente Néstor Kirchner aceptó reunirse en Caracas con el presidente de Irán, Mohamed Jatami. El encuentro fue pedido por el gobierno iraní y el primer mandatario argentino dio su visto bueno. Sería el primer encuentro entre mandatarios de los dos países después del atentado contra la AMIA de 1994 y tendría especial significación porque la Justicia argentina apunta a diplomáticos, e incluso ministros iraníes, como autores ideológicos de los ataques perpetrados en la Argentina contra la Embajada de Israel y contra la AMIA.
La propuesta de encuentro hecha por Teherán apunta a que ambos países normalicen las relaciones. Tras la investigación de los atentados hubo retiro de los embajadores y sólo permanecen en Buenos Aires y Teherán los agregados culturales.
El canciller argentino, Rafael Bielsa, le transmitió a Irán la decisión de Kirchner de que no puede haber relaciones plenas si no hay cooperación iraní en la investigación del atentado. «No culpamos ni exculpamos a Irán. Insistimos en que si la Justicia argentina les envía exhortos, no pueden darles la espalda.» Ese es el mensaje que recibirá Irán si se realiza, hoy o mañana, la cumbre en Caracas. Es decir que el atentado contra la AMIA estará en el centro del diálogo.
Durante la mañana de ayer dos asesores personales de Rafael Bielsa, Carlos Garber y Gustavo Gené, les informaron a la AMIA, la DAIA y las organizaciones de familiares de víctimas del atentado sobre las gestiones para realizar el encuentro Kirchner-Jatami. A la Cancillería concurrieron el presidente de la AMIA, Abraham Kaúl; el vicepresidente de la DAIA, Jorge Kirzembaum; los integrantes de Memoria Activa Adriana Reisfeld y Pablo Jacoby, y la dirigente de Apemia Laura Ginsberg.
Según trascendió, Irán pidió el encuentro con el objetivo de normalizar las relaciones de inmediato y volver a designar a los respectivos embajadores. Los vínculos diplomáticos entre los dos países vienen deteriorados tras el atentado contra la AMIA, pero más todavía después de la detención en Londres, en agosto pasado, del ex embajador de Irán en la Argentina Hadi Soleimanpour.
En aquel momento Teherán anunció la suspensión de toda cooperación económica y cultural con la Argentina, una decisión que afecta especialmente al comercio: Irán compra productos por unos 500 millones de dólares, mientras que nuestro país no importa nada desde Irán.
La dureza, además, se trasladó a las palabras: en una declaración oficial Teherán sostuvo que «la acusación contra nuestro país es una maniobra política orquestada por Israel» y el juez que investigó los atentados «ha sido incapaz de exhibir pruebas, trata de desviar la atención pública del escándalo de sobornos que protagonizó (se refiere al pago de 400.000 dólares al imputado Carlos Telleldín) y está al servicio de los sionistas».
Después de aquellas semanas calientes, las cosas se tranquilizaron porque un tribunal británico dejó primero en libertad a Soleimanpour y luego consideró que el escrito de acusación enviado por Galeano no tenía elementos suficientes como para extraditar al ex embajador hacia la Argentina. Los dirigentes de la AMIA y la DAIA hicieron otra interpretación: Londres no quería problemas con Irán y negociaba en aquel momento que Teherán abandone su plan nuclear y acepte inspecciones en determinadas instalaciones en las que se sospechaba había desarrollos de tecnología para la guerra.
El presidente Kirchner aceptó el encuentro con Jatami pero le hizo transmitir al mandatario iraní que «la investigación de los atentados es una política de Estado, o sea que no puede haber una normalización total si no hay gestos concretos de colaboración con la pesquisa». En verdad, enel Ejecutivo no confían en la investigación realizada por Galeano e incluso descreen de las pruebas acumuladas contra Irán, más aún si se tiene en cuenta que ya un tribunal británico las consideró insuficientes. Sin embargo, tampoco se acepta la postura iraní de no responder a los exhortos ni a los pedidos de la justicia. «Si no tuvieron nada que ver, más todavía se justifica que colaboren con la pesquisa y demuestren que no hay pruebas en su contra», afirman desde la Cancillería.
En el eventual diálogo con Jatami, Kirchner volvería a plantear la posibilidad de que se busque un tercer país, tal vez Marruecos, donde se den pasos concretos que permitan avanzar en la investigación. Hasta el momento Irán desechó toda posibilidad de que los diplomáticos imputados por Galeano –en especial Moshen Rabbani, el ex agregado cultural– vengan a la Argentina. Sucede que de acuerdo al código a esos imputados se les tomaría declaración indagatoria y, tras cartón, quedarían detenidos. Teherán descartó siempre esa variante, entre otras cosas porque desconfiaba totalmente de Galeano y de la justicia argentina. Ahora, el magistrado fue desplazado de la causa y el expediente es instruido por Rodolfo Canicoba Corral. Aun así, parece imposible que los iraníes acepten enviar a Rabbani y los demás diplomáticos a Buenos Aires.
La variante propuesta por el canciller Bielsa es conocida como la «solución Lockerbie», o sea la aplicada entre Estados Unidos, el Reino Unido y Libia para dirimir el conflicto creado a raíz del atentado contra un avión de la compañía norteamericana PanAm que cayó en esa localidad escocesa. Tras una década de idas y vueltas, Libia aceptó que los dos sospechosos fueran enjuiciados en Holanda. Uno de ellos resultó condenado y el otro absuelto por el beneficio de la duda. Libia, además, acordó pagar una indemnización de más de mil millones de dólares.
La idea de realizar un juicio en un tercer país fue rechazada inicialmente por Irán, aunque Kirchner habló con el rey Mohamed de Marruecos y éste quedó en gestionar con Teherán una reunión inicial para evaluar si se puede avanzar en esa propuesta. Ahora, en cambio, si se produce el encuentro Kirchner-Jatami esa idea estará sobre la mesa.
Desde el punto de vista argentino, el cuadro de situación es el siguiente:
– Kirchner y Bielsa quieren la normalización de las relaciones, en especial porque abre las puertas a mayores exportaciones argentinas.
– Esa normalización no se puede dar si no hay gestos concretos iraníes referidos al caso AMIA, no sólo por el compromiso asumido con las instituciones y familiares que fueron víctimas del atentado, sino porque el Gobierno quiere aparecer internacionalmente participando de la lucha contra el terrorismo.
Por el lado iraní, el cuadro es el siguiente:
– Hay interés en normalizar las relaciones con la Argentina porque en los últimos tiempos Jatami –a quien se considera un moderado– intenta, con altos y bajos, que Irán no figure más en el llamado Eje del Mal, en el que Washington y algunos países europeos ubican a los regímenes que supuestamente sponsorean el terrorismo.
– En su lucha interna contra los duros sectores clericales chiítas, Jatami sabe que, cuando mucho, las acusaciones por los atentados en Buenos Aires serán cargadas a aquellos fundamentalistas. El propio Galeano les abrió una puerta al señalar en un fallo que el mentor ideológico del atentado contra la AMIA no fue el gobierno de Irán, sino elementos radicalizados de ese gobierno. De todas maneras, el margen de maniobra de Jatami no es muy grande, ya que el aparato clerical lo hostiga.
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