Consultado por reporteros en su ruinoso cuartel general en la ciudad cisjordana de Ramallah sobre si quería viajar a la ciudad del nacimiento de Jesús durante la próxima fiesta, Arafat dijo: «Lo espero. Usted sabe que nunca me perdí esta oportunidad hasta que ellos (Israel) me impuso un sitio en este complejo.»
Un alto funcionario israelí dijo a Reuters que el gobierno no veía razón para cambiar una política bajo la cual permite a Arafat salir de su sede gubernamental pero no le garantiza que pueda retornar.
Esta disposición confinó efectivamente a Arafat por aproximadamente dos años, tras una serie de atentados suicidas de palestinos.
«El se quedará donde está,» dijo el funcionario israelí, añadiendo que «no hay razón» para cambiar la política de Israel hacia Arafat. Israel acusa a Arafat de fomentar la violencia en el levantamiento palestino de tres años, una acusación que él rechaza.
Hasta el 2001, Arafat –un musulmán– había asistido a la misa de Navidad en la Iglesia de la Natividad de Belén, infaltablemente cada año desde que la ciudad pasó a control palestino en 1995.