En total, más de 7.000 personas –entre supervivientes y sus familias– participaron en los actos, que se iniciaron la noche del sábado con una cena en el moderno centro de convenciones de la capital federal. También un grupo de liberadores de los campos de exterminio estuvo presente. Un tiempo inusualmente apacible para esta época del año contribuyó a la fiesta.
La iniciativa de tributar este masivo homenaje a quienes escaparon de los verdugos de Adolf Hitler partió del Museo del Holocausto, ubicado en la parte sur del Mall, que celebra el décimo aniversario. La instalación permaneció cerrada ayer al público. Uno de los oradores fue el premio Nobel de la Paz Elie Wiesel, superviviente del exterminio. Delante del museo se instaló una carpa gigante en la que los supervivientes podían confraternizar, intercambiar experiencias y recuerdos. No es previsible que pueda organizarse en el futuro otro encuentro de la misma magnitud. Los participantes, muchos de ellos octogenarios, han viajado desde todo el territorio de Estados Unidos. Algunos se trasladaron expresamente para la ocasión desde varios países europeos e Israel.
«Hemos sido bendecidos con esta oportunidad única de reunirnos casi seis decenios después de nuestra liberación», afirmó Benjamin Meed, miembro de la ejecutiva del museo y presidente de la asociación de supervivientes en Estados Unidos. Según él, los actos sirven para «dar las gracias a aquellos que arriesgaron sus vidas para ayudarnos en una época de maldad inimaginable, y para recordar a las futuras generaciones el imperativo de construir un mundo más humano y seguro».
El museo de Washington ha recibido más de veinte millones de visitantes desde que se abrió en abril de 1993. Es una de las grandes atracciones turístico-culturales de la ciudad. Se trata de una institución mixta, estatal y privada. Sus múltiples actividades educacionales son financiadas con donaciones privadas. Más de 250.000 personas particulares, fundaciones y empresas contribuyeron a crear el museo y a mantenerlo.