Shalom negó que Israel hubiera podido impedir la caída de Abú Mazen con más medidas de confianza a favor de los palestinos, y recordó que Israel liberó prisioneros, aumentó los permisos de trabajo y las licencias para pasar la noche, y desmanteló algunos asentamientos. Sin embargo, Israel no reconoció la tregua y durante su vigencia, desde el 29 de junio hasta el 19 de agosto –cuando un atentado suicida en un autobús de Jerusalén mató a 20 personas–, no puso fin a los asesinatos selectivos de presuntos terroristas palestinos.
«Si Arafat no estuviera aquí daría posibilidad de que emerja un nuevo liderazgo palestino moderado (…) Abú Mazen, incluso Abú Alá puede ser muy moderado», aseveró. Sin embargo, rechazó la posibilidad de que el liderazgo palestino pueda ejercerlo el líder de Al Fatá en Cisjordania, Marwan Barghuti, sometido a juicio por su implicación en el asesinato de ciudadanos israelíes: «En absoluto, Barghuti es un asesino».
El ministro acusó al ‘rais’ de ser «el único palestino que no quiere un Estado Palestino independiente». «Cree en la lucha, cree que es por un lado el Ché Guevara y por otro Saladino», añadió, recordando que el Gobierno israelí mantiene como opción la posibilidad de deportarle, aunque hay «un gran conflicto» en el seno del gabinete.
Eso sí, insistió en que el Ejecutivo de Sharon está decidido a que «los que están comprometidos con Arafat no podrán reunirse con responsables israelíes», reafirmando así su negativa a encontrarse con el enviado especial de la UE para Oriente Próximo, Marc Otte.
E.Press