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Nakba: la historia de los refugiados palestinos es el relato de mayor éxito en la historia de la modernidad; un éxito que es un fraude total. No hay otro grupo de “refugiados” en el mundo que haya obtenido tan amplia cobertura global. Ni una sola semana pasa sin una conferencia, otra conferencia, sobre el desdichado estado de los palestinos. No hay ningún campus occidental que no dedicase – cada año o cada mes – incontables eventos, conferencias y publicaciones a la cuestión de los palestinos refugiados. Son las máximas víctimas. Un millón de calamidades e injusticias, expulsiones e intercambio de poblaciones y actos de genocidio y esclavitud, y guerras sucedieron al mundo desde que los árabes (entre ellos los palestinos) declararon una guerra de aniquilación de Israel aunque, la Nakba de los palestinos ocupa buena parte del espacio. Un visitante, que viniese de otro planeta, pensaría que fue la mayor injusticia sufrida por el universo entero desde la Segunda Guerra Mundial.
De modo que es mejor destruir esta mentira.
Es necesario presentar los hechos reales.
Es mejor exponer el fraude.
Los judíos llegaron a una zona de la Tierra de Israel, que fue parte del Imperio Otomano, en diversas pequeñas olas, anteriores a la Primera Aliá. ¿Expulsaron, de verdad, a millones de árabes? Bien, no hay debate sobre el hecho que, por entonces, no había “palestinos” ni “identidad palestina”. Y, principalmente, no había límite real entre árabes de Siria, Egipto o Jordania. Si había una corriente continua de personas. En los años en los que Muhammad Ali y su hijo conquistaron esa región (1831-1840), enviaron a muchos árabes desde Egipto a Gaza, Yaffo y otras ciudades. Los judíos, que también llegaron a Yaffo durante esos años, ayudaron a desarrollar la ciudad.Hallazgos olvidados
Existe debate entre los historiadores sobre la cantidad de árabes que vivieron durante aquellos años en la zona de “Palestina” que, en efecto, estaba compuesta por distritos (Sanjaks) contenidos en Damasco o Beirut (como parte del Imperio Otomano). El testimonio más serio sobre lo que existía, antes de la Primera Aliá, está olvidado. Es conocido para académicos pero no existe en el discurso del público. Fue hecho por una delegación de investigadores británicos- the Palestine Exploration Fund- que viajaba por la parte occidental de la Tierra de Israel (entre 1871-1878), desde Dan a Beer Sheba, y publicaron un mapa preciso y auténtico de los asentamientos en 26 partes, raro por su tamaño, tipo y autenticidad. Los investigadores hallaron un pequeño número de asentamientos, de baja densidad poblacional. El periodista Zeev Galili publicó una investigación completa después de dar a conocer el mapa, y encontró que, Haifa, por ejemplo, fue un asentamiento de 440 x 190 metros. No más que eso. Akko y Nazaret eran los más extensos (600 x 300 metros). El tamaño de Yaffo era de 540 x 240 metros. Jerusalén fue situada entre los muros, y era relativamente grande, alrededor de 1000 metros x 1000 metros. Había un total de casi 100.000 residentes. Una rara colección de fotografías de la Tierra de Israel en esos años clarifica el tamaño de los asentamientos y otorga otra fascinante mirada de aquellos tiempos.
Hay quienes plantean el famoso paseo por la Tierra de Israel en 1891 por Achad Ha´am, quien también encontró campos cultivados y florecientes. Parece que sus impresiones quedaron empequeñecidas por una serie de hallazgos bien-establecidos desde ese tiempo. Otro visitante, fue Mark Twain, que visitó la tierra en 1865. “… Un país desolado cuyo suelo es lo suficientemente rico, pero es dado, por completo, a las malezas… una extensión silenciosa y de profunda tristeza… hay desolación aquí que, ni siquiera la imaginación, puede bendecir con la pompa de vida y acción. Alcanzamos Tabor de manera segura… nunca vimos un ser humano en toda la ruta. Palestina se encuentra en saco y cenizas… desolada y sin atractivo… estos desiertos sin gente, estos montículos de aridez…esa ruina melancólica del Capernaum, esta estúpida ciudad de Tiberiades dormida bajo sus seis plumas de palmera”. Del mismo pensamiento era Henry Baker Tristram, quien hizo varias visitas a Tierra Santa durante esos años y sus descripciones son muy cercanas a las de Twain.
Más testimonios sólidos están incluidos en el libro de James Finn, cónsul británico en Jerusalén durante 17 años (1845-1862), que viajó a lo largo y ancho del país y publicó un libro describiendo la tierra, con terrible baja densidad, esperando a los residentes que pudieran redimirla. En un memorándum, enviado en 1857, en que se destaca que “Palestina está mayormente vacía de residentes”.
Parece, sin embargo, que los hallazgos de la delegación de investigación están más allá de toda disputa. No eran visitantes casuales. Eran investigadores que permanecían por años, estudiaban la tierra, iban de asentamiento en asentamiento, medían cada montaña, establecimiento y colina, y publicaron seis volúmenes. Uno de los investigadores, Arthur Penrhyn Stanley, dijo sobre la región de Judea que “milla tras milla no se veía nada viviente”.
A pesar de esos descubrimientos, hay un duro debate entre los investigadores, historiadores y demógrafos sobre la cantidad de árabes que vivían en la zona antes de la Primera Aliya. Las estimaciones van desde 100.000 (según la delegación de científicos británicos) hasta cientos de miles (de acuerdo con otras pesquisas).
Hay otra disputa sobre la cuestión del alcance de la inmigración árabe a Israel siguiendo el advenimiento del sionismo. La cuestión también ocupó a otros estudiosos, entre ellos Moshe Braver y Moshe Sharon. Winston Churchill dijo (1939), “A pesar del hecho que no eran perseguidos, masas de árabes fluyeron hacia Palestina y se multiplicaron hasta que, la población árabe, se incrementó más que lo que todos los judíos del mundo hubiesen agregado a la población judía”. Hay decenas de fuentes de información acerca de la escasez de población árabe antes de la Primera Aliá como de la inmigración árabe, cuyo tamaño está en disputa, luego del advenimiento del sionismo.
El libro de Joan Peters, From Time Immemorial, brinda gran cantidad de datos sobre de la inmigración palestina, aunque es muy controvertido. Algunos de los hallazgos fueron refutados, pero los investigadores más serios, tales como Arieh Avneri (quien rechaza el reclamo de desalojo y colonialismo) y Fred Gottheil presentan una fotografía confiable que, en verdad, funda la mayoría de los reclamos hechos por Peters. Cuando se agrega al testimonio de la delegación de investigación, y al libro y memorándum hecho por Finn- el resultado es inequívoco: antes de la Primera Aliá Sionista, había terrible escasez de población en la Tierra de Israel.
Con respecto a la inmigración deberíamos agregar que, hasta tanto el gobierno fue árabe o musulmán, la gente buscaba un mejor lugar para vivir. Los árabes de la región estuvieron bajo el gobierno egipcio y jordano durante dos décadas (1948-1967) y nunca demandaron un Estado para sí. Vivían bajo un régimen cruel (tema para un artículo aparte) e hicieron todos los esfuerzos para emigrar a otros países.
El cambio comenzó en 1967. El gobierno israelí causó otra atracción. Esa es la razón por la que muchos palestinos prefieren retornar a los territorios de Judea y Samaria y por la cual muchos quieren emigrar a Israel y convertirse en ciudadanos (cientos de miles ya lo hicieron).
A través de los años del Mandato Británico, hubo dos poblaciones (judíos y árabes). La zona original del Mandato, de acuerdo con la Declaración Balfour, incluía la parte oriental del Jordan. Como se menciona, tenia poca población. El establecimiento de un Hogar Nacional para los judíos no debería causar ninguna injusticia porque no había ningún Estado ni nación en ese lugar. Ese era el antecedente real de la Declaración Balfour. En 1922, la Liga de Naciones cortó parte de la zona prometida para dársela a la familia Hachemita y, un año después, las Alturas del Golán fueron mutiladas para entregarlos al gobierno francés en Siria.
El hostigamiento a los judíos existió durante el Imperio Otomano, y se incrementó en la época del Mandato Británico. La oposición fue liderada por el Consejo Supremo Musulmán, encabezado por Haj Amin Al-Husseini. El líder palestino se agregó a los países del Eje, predicando odio y exterminio a los judíos y pasó la Segunda Guerra Mundial en Berlín. “El Mufti y Hitler tenían un enemigo común: los judíos”, declaraba un clip alemán sobre un encuentro entre ambos. El Mufti hizo algo más que hablar: actuó. Estableció las Brigadas Musulmanas Hanzar, las que fueron enviadas a la acción para el servicio a Hitler.
Los únicos refugiados que quedan
Paralelamente a la resolución de la Partición de ONU, los países árabes declararon una guerra de aniquilación contra Israel. El resultado es conocido. La declaración de guerra llevó a cientos de miles de árabes a ser forzados a mudarse a países vecinos. Muchos huyeron. Muchos testimoniaron que habían sido forzados a abandonar el lugar bajo presión de sus líderes. Hubo algunos que fueron desalojados en el fragor de la batalla. Alrededor de 600.000 personas se convirtieron en refugiados.
La experiencia, sobrellevada por los árabes, se convirtió en “Nakba”, una historia que se infló a lo largo de los años; convirtiéndose en el único pueblo exiliado entre todos los conflictos mundiales.
No hay mayor mentira que esa. Ante todo, porque la “Nakba judía” ocurrió al mismo tiempo; con los mismos antecedentes, en el mismo conflicto, más judíos en países árabes (más de 800.000 personas) fueron forzadas a enfrentar el desalojo y la expulsión. Y no declararon una guerra de aniquilación a los países en los que vivían. Segundo, e incluso más importante, más de 50 millones de personas sobrellevaron intercambio de población, como resultado de conflictos nacionales o la creación de nuevos estados nacionales. No hay diferencia entre los árabes de Palestina y el resto de los refugiados, incluyendo los refugiados judíos. Sólo en la década posterior a la Segunda Guerra Mundial, y solo en Europa, más de 20 millones de personas experimentaron intercambio de población. Eso también ocurrió después, en conflictos entre Chipre turca y Chipre griega; entre Armenia y Azerbaijan (conflicto Nagorno-Karabakh), entre los Estados, creados como resultado de la disolución de Yugoslavia y en muchos otros en todo el mundo.
Pero solo los palestinos, fuera de todos aquellos grupos, mantuvieron el título de “refugiados” durante más de seis décadas, logrando crear – para ellos mismos- una narrativa histórica única. Ese mito crece con la ayuda de UNRWA, grupo dedicado a cuidar a los refugiados palestinos, aparte del cuidado dado a todos los demás refugiados en el mundo por parte de UNHCR. Muchos países, incluyendo Israel, ayudan a mantener a UNRWA, que se ocupa no solo de asistir y perpetuar el problema de los refugiados, sino además de incitarlo. La tragedia es que si los palestinos fueran a recibir ese tratamiento, por parte de la comunidad internacional, su situación actual sería bastante mejor.
El fraude llamado Derecho al Retorno
En muchas discusiones en las que participé interrogué a mis colegas, devotos de la narrativa palestina, ¿cuándo les fue concedido, a los deportados que declararon la guerra y la perdieron, el “Derecho al Retorno”? Hay alguno, entre las decenas de grupos y los millones que experimentaron la expulsión en el siglo pasado, a quien le fue otorgado el “derecho al retorno” con el propósito de aniquilar políticamente a un estado – nación? Hasta hoy, no tengo respuesta. No existe ese derecho.
La Autoridad Palestina presenta un documento que reclama que hay precedentes para el “Derecho al Retorno”. El ejemplo más serio presentado es el Acuerdo Dayton (1995) que permite el retorno, por ejemplo, de serbios a Croacia. Las circunstancias son diferentes. Primero, el retorno nunca fue implementado. Croacia permitió el regreso de croatas pero colocó barreras para los serbios. Segundo, aun si fuese implementado, el retorno no habría socavado la existencia de Croacia como Estado nacional para el pueblo croata.
Otro ejemplo, presentado por los palestinos, es un acuerdo de 1997 con respecto a Azerbaijan. Eso es un fraude porque, un informe de 2002, muestra que los musulmanes exiliados a Azerbaijan no regresaron a Armenia y, los armenios que llegaron como refugiados, no regresaron a Azerbaijan. En efecto, la constitución Armenia otorga el derecho al retorno solo a los armenios (similar a la ley israelí del retorno, que existe en otros países del mundo).
Los otros ejemplos presentados por los palestinos, de África y de Sudamérica, son irrelevantes para los numerosos intercambios de población mundiales y, con certeza, e a los intercambios de población entre países árabes e Israel.
La referencia más seria está en el Acuerdo Cypress iniciado por el ex Secretario General de ONU Kofi Annan. El acuerdo no reconoce el derecho al retorno, a pesar del hecho que la Corte Europea de Derechos Humanos reconoció los derechos de los peticionantes, por la parte griega de Turquía, a regresar y a la restitución de la propiedad. En otras palabras, no todo antecedente legal proviene de una verdad política. El acuerdo fue bien recibido por la comunidad internacional en general y por la Unión Europea en particular. Hay una razón por la cual, los palestinos, no mencionan el antecedente de Cypress porque el derecho al retorno era limitado de manera que, la mayoría turca (en la parte turca) sería siempre de, al menos, el 80%.
Los palestinos cuentan, además, con la resolución 194, de manera que debería recordarse que, los árabes, presentaron un frente unido en oposición a la resolución. Y sabían por qué: porque es una resolución que, en efecto, está basada en el reconocimiento de una resolución previa (la resolución de partición) que otorga legitimidad internacional al reconocimiento del Estado judío. Hay otras estipulaciones tales como la creación de condiciones adecuadas y pre-acuerdo al hecho que los candidatos para el retorno acordarían vivir en paz con sus vecinos. Demás está decir que los palestinos insisten en un no-reconocimiento del Estado judío, que muestra que las condiciones no están creadas y, de verdad, el retorno está a favor de eliminar la entidad judía y no con el propósito de la paz. Y, tal como Abu Mazen declarara (mayo, 2009) no reconoce al Estado judío porque es el responsable de evitar el retorno de las masas.
¿Existe un pueblo palestino?
Azmi Bishara declaró que “No hay un pueblo palestino. Ese es un invento colonial. Nunca hubo palestinos”. Bishara tiene razón. Eso, inclusive, le ocurre a él mismo. Incluso el Tercer Congreso Árabe celebrado en Jaffa (1920) declaró que Palestina es el sur de Siria y que no hay entidad palestina separada. Ahmad Shukieri, primer presidente de la OLP, declaró que “Palestina es solo una parte de Siria”. El presidente de Siria, Hafez al Assad, dijo (1976) que Palestina era parte de una Siria mayor. Muchos voceros admitieron, exactamente como Bishara y Assad, una y otra vez, que no hay una entidad palestina separada. Sin la inmigración sionista, las masas no habrían llegado aquí desde países musulmanes, y ninguna entidad palestina se hubiese creado. Pero el hecho que no se involucre a una nación, sino más bien a inmigrantes de países vecinos, no descarta el derecho de los palestinos a la auto-determinación. Se ven, a sí mismos, como una nación; crearon una identidad nacional separada y sus deseos deberían ser respetados.
Uno de los reclamos palestinos es aquel que tiene el propósito de resolver el conflicto; la Nakba palestina debe ser reconocida, y es responsabilidad israelí el problema de los refugiados. La verdad es lo opuesto. Cultivar el mito del Nakba no es lo que retrasa la resolución del conflicto, porque los palestinos están ocupados reforzando el problema, inflándolo e insistiendo en que es diferente a cualquier antecedente internacional. Olvidan que son los que prefirieron apoyar al eje nazi del mal. Son los que rechazaron la propuesta de partición. Son los que declararon una guerra de aniquilación. Son los que comenzaron la guerra. Están olvidando que un mayor número de judíos fue perseguido, desposeído y expulsado de países árabes. Hasta tanto continúen con el mito de la Nakba, y borren los hechos básicos, sólo perpetuaran su sufrimiento. Y,a pesar de todo, los palestinos merecen respeto, libertad e independencia. Pero junto a Israel. No en lugar de Israel. Y no por medio de la Nakba, que no es más que un fraude político e histórico.
Ben-Dror Yemini es un columnista destacado en Maariv, periódico israelí Cidipal